Bolsillos vacíos en cuerpo sano
A continuación transcribo un texto que escribí durante la semana que hoy termina. Yo lo veo como un tema de salud, pero tiene mucho componente económico, debido al espacio en donde apareció (la contracarátula de la sección Economía y Negocios). Tras su publicación empecé a sentir un poco de vergüenza por haber contado cosas muy personales… pero por otro lado, he sentido mucha satisfacción al enterarme que ha servido como punto de quiebre para algunas personas. Espero lograr el objetivo que me puse hace tres semanas (no por un tema estético, sino por uno de salud muy urgente). Ojalá les guste el texto que está tras el salto.
Hola. Mi nombre es Bruno y soy obeso. Así es. Esa es la pura y dura verdad. Esa que los ‘gorditos’ tratamos de evitar. Esa que nos indica que, si no tomamos una decisión inmediata, podemos pasar el resto de nuestras vidas con serios problemas de salud.
Y así fue como me animé a consultar a una nutricionista, para que me enseñe otra vez a comer. Fui convencido de querer cambiar mis hábitos alimenticios y salí preocupado, no solo por todas las cosas que no iba a poder comer por un buen tiempo, sino por todas las otras que iba a empezar a incorporar a mi rutina diaria.
¿GASTO MÁS?
Mi antigua rutina alimenticia era, por decir lo menos, lamentable. No desayunaba, pero durante la mañana, mientras estaba trabajando en la calle, podía comprar una gaseosa, un sánguche, una bolsa de papitas o quizás, cuando me provocaba, darme un gustito adicional, meterme a una de esas cadenas de venta de café y comprarme uno de esos batidos con café, hielo, moca y crema chantilly. Un día cualquiera podía gastar, hasta el mediodía, entre 6 y 15 soles.
Cuando estaba con tiempo, almorzaba en la cafetería de mi trabajo. Cuando tenía que correr de comisión en comisión, lo único que me quedaba era pasar por un local de comida rápida y comprarme un pequeño combo –hamburguesa, papas y gaseosa– para ir comiendo en el camino. Efectivamente, ganaba tiempo… pero no me sentía bien. A esa hora, podía gastar tranquilamente entre 7 y 20 soles más. Haga la cuenta.
Unas horas más tarde, en pleno trance del cierre de edición, aparecía en la redacción el carrito de la cafetería, con tortas, más sánguches, gaseosas, galletas, donas y muchos piqueos envasados. Un día me decidía por un paquete de galletas y quizás al otro por una torta. Para romper con la monotonía podía elegir un paquete de pop corn. Solo en esa visita otro gasto de unos cuatro soles.
¿Y para tomar? Por supuesto, las infaltables botellas de gaseosa que podían ser hasta tres por día.
Aunque lo lógico sería que llegara en la noche a casa sin hambre, muchas veces lo hice acompañado por un sánguche para llevar o, apenas dejaba mis cosas, ordenaba una pizza vía delivery.
No era una situación que se repetía sistemáticamente todos los días, pero tampoco ocurría solo una vez al mes. Podía llegar a gastarme entre 50 y 60 soles en un solo día, solo en comer. En comer a las horas en que no debía comer.
¿GASTO MENOS?
Tras las indicaciones que me dio la nutricionista, lo que me quedó claro fue que esos gastos excesivos iban a desaparecer. Por lo menos me quedó claro hasta el fin de semana, cuando fui a hacer las compras: mucha fruta –pero no de todo tipo–, yogur y queso light, jamón de pechuga de pavo, verduras, pan pita, té verde, salvado de trigo, etc.
¿Qué sucedió? No tiene nada que ver directamente con la dieta, sino con la ansiedad. Volverme a acostumbrar a nuevos ritmos alimenticios me hizo, al principio, consumir demasiada comida ‘sana’. Cuando me di cuenta de que gastar, por ejemplo, tres veces en una semana unos 6 soles para comprar un poco de jamón de pechuga de pavo, las cosas empezaron a normalizarse.
Llevo poco más de tres semanas con la nueva dieta y ya he perdido varios kilos. Me costó acostumbrarme, pero es posible. Si bien es necesario contar con un presupuesto separado para iniciar una dieta, con paciencia y mucho autocontrol uno es capaz de irse midiendo en lo que come y en lo que gasta.
Mi materia pendiente es hacer ejercicio. Con eso seguro perderé kilos más rápido, pero tengo varias ideas rondándome la cabeza: ¿deberé solo salir a caminar? ¿Y si me inscribo en un gimnasio? ¿Y si me compro una elíptica? ¿Y si reciclo mi vieja bicicleta? Se viene una nueva decisión importante para mi salud y para mi bolsillo.