La segunda parte del cambio
En varias oportunidades he manifestado en este espacio mi apoyo a la llegada al país de más empresas de aplicaciones de taxis, pues creo que se convierten en una solución para ordenar un poco nuestro ya complejo sistema de transporte.
La principal meta de estas empresas sigue siendo brindar una sensación de seguridad total al usuario. Hay que recordar que los conductores no son sus empleados, pues el concepto de este negocio es que las aplicaciones conecten a gente que quiere ir de un lugar a otro con conductores que les faciliten ese desplazamiento.
Creo que la primera etapa ya se alcanzó: el usuario se está acostumbrando a usar estas apps, sabe que vale la pena pagar un poco más por un mejor servicio, y tiene más opciones para elegir.
Ahora viene la segunda etapa, la cual considero más complicada pero fundamental: lograr que el conductor entienda que es una parte fundamental para el éxito de este servicio.
Por ejemplo, esta semana usé una app para que recogieran a mi madre luego de una reunión con sus amigas en San Borja. Rápidamente, un conductor tomó la carrera. Sin embargo, en el mapa su vehículo –que aparecía como cercano al lugar de recojo– no se movía. Cinco minutos después me escribió un SMS en el cual me avisaba que estaba en Ate y que demoraría en llegar. ¿Para qué aceptó la carrera? Cancelé el servicio, abrí otra app y busqué a otro conductor por esa vía.
Quienes trabajan con estas apps de taxi deben comprender que mientras su servicio sea mejor, a la larga más carreras tendrán y, por consiguiente, mayores ingresos. Cada vez habrá más usuarios dispuestos a tomar estos servicios y solo los mejores serán los beneficiados.