Ocucaje, el gran yacimiento de cetáceos arcaicos
A los mamíferos que han logrado adaptarse completamente a la vida acuática se les conoce como cetáceos. Pues buen, parece que la conocida zona de Ocucaje, en Ica, es uno de los más grandes yacimientos de arqueocetos (los antepasados de los cetáceos actuales) de Sudamérica. Su estudio permitirá conocer cómo eran este tipo de animales hace millones de años en esta parte del continente. A continuación comparto con ustedes un texto desarrollado por la periodista Angela Tejeda y el doctor Rodolfo Salas-Gismondi.
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Texto: Angela Tejeda y Dr. Rodolfo Salas-Gismondi
Hace 50 millones de años se inició una fascinante travesía en la evolución animal. Algunos mamíferos terrestres empezaron a adentrarse poco a poco en el mar y su morfología fue cambiando poco a poco, hasta convertirse en lo que hoy se conoce como cetáceos. Aquellos arqueocetos o cetáceos arcaicos vivieron en las antiguas costas de Pakistán y conforme se fueron convirtiendo en formas anfibias se distribuyeron por lo que hoy es Egipto y la India. Actualmente se sabe que, millones de años después, algunos arqueocetos atravesaron los mares y llegaron a costas sudamericanas, específicamente a lo que hoy es el desierto de Ocucaje en Ica, Perú.
Si bien hasta hace poco se conocía de la presencia aislada de fósiles de esa época en nuestro país, hoy en día se ha comprobado que esa zona desértica alberga al yacimiento de arqueocetos más grande de Sudamérica, con una antigüedad de entre 36 y 42 millones de años. Se trata de un hallazgo sin precedentes en la región, que puede ayudar a documentar la historia más remota de los cetáceos en esta parte del continente.
“Siempre se ha sabido de la increíble riqueza paleontológica de Ocucaje, pero se creía que estaba limitada a restos con una antigüedad de entre 14 y 6 millones de años. Ahora se han podido encontrar diferentes etapas de la historia temprana de los cetáceos que complementan la riqueza más reciente que existe”, asegura el Dr. Rodolfo Salas-Gismondi, quien supervisa la preparación y limpieza de los nuevos fósiles de arqueocetos y es jefe del Departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la UNMSM.
El gran descubridor de esta nueva evidencia, según refiere, es Mario Urbina, paleontólogo e investigador de la misma institución quien, en su incansable labor de exploración en Ocucaje, viene buscando estas especies desde el año 2006, cuando descubrió una porción de cráneo de un basilosaurio, (arqueoceto bautizado posteriormente como Ocucajea), que tenía una antigüedad de 37 millones de años, toda una revelación para la época.
Ahora, sin embargo, se ha encontrado la estructura ósea completa y varias partes de un basilosaurio de 39 millones de años, además de otros tres especímenes que están en proceso de limpieza y conservación. Estos forman parte de decenas de restos paleontológicos completos que llegan a los 42 millones de años de antigüedad, que aún permanecen en las rocas de Ocucaje y que formarán parte de un proyecto para su posterior estudio. Con los resultados de esta investigación, según explica Rodolfo Salas-Gismondi, se podrá conocer “cuál fue el rol que cumplían las costas de Sudamérica en la evolución de estos animales pues, al parecer sus patas parcialmente transformadas en aletas, aún tenían la capacidad de tierra”.
Sobre el Ocucajea hallado recientemente -que complementará los estudios previos publicados en Journal of Paleontology el 2011- Salas-Gismondi explica que aún tenía vestigios de patas posteriores. Además, establece una comparación entre el cráneo de esta especie, un zorro actual y un delfín rosado de río. “Por más que Ocucajea era totalmente acuático, su cráneo es más parecido al de un mamífero terrestre –en este caso un zorro– que al de un cetáceo actual representado por el delfín de río. Ocucajea carecía de melón, el órgano de la ecolocalización típico de los delfines, y como el zorro y la mayoría de los mamíferos terrestres, tenía los dientes heterodontes y la fosa nasal en la parte anterior del hocico, a diferencia de los cetáceos que la tienen en la parte más alta del cráneo”, asegura el paleontólogo.
“Con toda esta evidencia única, hemos presentado proyectos para conseguir financiamiento internacional que permita rescatar y colectar las piezas fósiles, limpiarlas y estudiarlas”, sostiene Salas-Gismondi, quien incide sobre la necesidad de contar en el Perú con un sistema que favorezca el rescate de fósiles con fines científicos. Actualmente, fósiles sin ninguna equivalencia, como las conchas de los moluscos que existen por millones y los escasos restos de vertebrados, son considerados por igual, patrimonio cultural y son jurisdicción del Ministerio de Cultura. Muchos restos yacen en el campo expuestos al intemperismo y son destruidos diariamente por actividades humanas sobre las cuales no se ejerce mayor control. Contradictoriamente, investigadores de universidades y museos dedicados a la labor científica tienen que pasar por largos procesos burocráticos para rescatar y resguardar los fósiles en una colección científica pública. El sistema, lejos de tratar a los investigadores nacionales como presuntos infractores, debería considerarlos como los mejores aliados en la protección y valorización de esta evidencia científica.
Mientras tanto, el grupo de paleontólogos del Museo de San Marcos, que incluye al Dr. Manuel Martínez – peruano que hizo su doctorado en el Museo de Historia Natural de París- y varios expertos extranjeros, ya empezó a estudiar las pocas piezas fósiles colectadas que, a decir de los expertos, revolucionarán el conocimiento actual de la evolución de los cetáceos.