Desde la ciudad de los vientos llegó este Binacional a contrarrestar el vendaval que prometía ser Alianza. El Poderoso del Sur sopló más fuerte que nunca para resistir en Matute y llevarse a Juliaca el título nacional.
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Con dos años en Primera División fueron las buenas decisiones las que lo encumbraron: dejar Moquegua –su sede en el 2018– para pasar a jugar en la altura, apostar por un técnico con el que ganó el Apertura como Juan Arce, que nunca deja de prepararse. Y cuando llegó el bajón enmendaron el camino con otro entrenador como Roberto Mosquera para llegar con la cabeza en alto a la definición del torneo.
Justo campeón Binacional por lo que se vio en el campo tanto en Juliaca con el 4-1 a favor –demasiada ventaja– y en La Victoria pese a la derrota. Allá hizo prevalecer las condiciones que se dieron y ayer en Matute le demostró a Bengoechea que también puede jugar como el charrúa propone. Presionando, ordenado atrás, defendiendo cada jugada, no dejando que rematen de fuera y poniendo el cerrojo cuando el partido se acababa.
Un equipo comprometido que armó Mosquera, porque lo encontró en una crisis de resultados en el Clausura, pero sabían que tenían una final por disputar. Más comprometido tras la partida de Juan Pablo Vergara, y donde se vio el verdadero significado de lo que es un grupo. En Binacional hicieron fuerza todos juntos para jugar primero de locales, y fue ahí donde sacaron la ventaja.
Y, además, son un plantel que juega con y para el compañero, porque uno ve a Aldair Rodríguez retrasado ayudando en la marca, a Yorkman Tello corriendo de lado a lado el mediocampo, y a Darwin Leudo socorriendo cuando hace falta.
Si bien Donald Millán no apareció, su sola presencia significó una preocupación a la banda izquierda blanquiazul. Si el cerebro del equipo de Mosquera está tirado para un lado, el órgano vital está en otro extremo. Edson Aubert es de esos jugadores que siempre piden el balón y no tienen miedo de encarar ni vergüenza de retroceder. ‘Tiempista’ lo llamarían algunos, el jugador pensante que ayer lideró el aguante celeste.
Sobró corazón
Le faltó un gol a Alianza Lima, pero le sobró todo lo demás que se necesita para jugar al fútbol, al menos ayer. Desde el empuje de Adrián Balboa, la solvencia de Aldair Salazar y la presencia de ‘Cachito’ Ramírez, hasta el juego de Rinaldo Cruzado. Eso necesitaban y eso se vio, aunque faltó el puntillazo final, ese que Federico Rodríguez no tuvo la fortuna de empujar. Apagado Kevin Quevedo, le faltó esa cuota de sorpresa que puede dar un jugador en esa posición.
Además, Matute conoció lo que era el andar del tiempo. Cada segundo los alejaba del sueño y los jugadores de Binacional se encargaban de recordárselo. La fe seguía latente hasta el sexto minuto de compensación, hasta que el pitazo del argentino Patricio Loustau apagó las luces de Matute, pero encendió más el hinchaje blanquiazul. Van por su revancha en la temporada 2020.
Alianza Lima y su gente morena se va con la pena del último adiós. Como esa canción que se escuchó en el entretiempo, cual preámbulo de lo que fue esta definición del título.