"Volvieron los inmortales", por Jorge Barraza
"Volvieron los inmortales", por Jorge Barraza
Redacción EC

Hasta la semifinal del Mundial '54, un pequeño país de poco más de un millón y medio de habitantes marchaba invicto en el mundo. Era Uruguay. Se había coronado sin caídas en los Juegos Olímpicos de París (1924) y Amsterdam (1928), juegos que equivalían entonces al torneo universal. Luego fue campeón mundial sin derrotas en 1930. No volvió a participar hasta 1950, en que otra vez ganó el título sin perder ningún partido. Y en Suiza mantenía su increíble marcha victoriosa. En semifinal le tocó la máquina húngara de Puskas, Kocsis, Czibor, Hidegkuti, Bozsik... Los 'Magiares Mágicos' ganaban 2-0. Parecía sellado y embalado, sin embargo, un cambio cambió las cosas: entró Juan Eduardo Hohberg, argentino nacionalizado uruguayo, y marcó dos goles, el segundo cuando acababa el juego. Hazaña celeste, emoción sin límites. En ese instante, el célebre narrador Carlos Solé, en medio de gritos de euforia en la cabina, acuñó una frase para la historia: “El león vencido sacude su melena...”

Hizo llorar a un país.

El domingo, algún relator catalán podía haber apelado, sin pecado de plagio, a la preciosa metáfora de don Carlos: el león azulgrana sacudió su melena en el Bernabéu. Después de soltar el liderazgo en la tabla (en la que llegó a llevar 8 puntos de ventaja al Madrid para quedar luego 4 abajo), de caer casi sucesivamente ante el Valencia, la Real Sociedad y el Valladolid dando una imagen deshilachada, de coroneles en retirada, sumido en crisis diversas, logró el pase a octavos en Champions ante el Manchester City, se dio ánimo con el 7-0 al Osasuna y el domingo tomó por asalto la Casa Blanca con un 4 a 3 que fue todo grandeza, épica pura, de esos triunfos en los que la emoción da paso al fervor, el fervor al orgullo y el orgullo a la lágrima. 

Es lo que tienen los grandes cracks, los fenómenos que están hechos de clase y no de marketing. Son , Iniesta y . El 'Mariscal', el 'Cerebro' y el 'Genio'. Los demás acompañaron con mayor o menor eficiencia, pero la gesta la pergeñan aquellos, para los cuales la posteridad reserva seguramente lugares estelares. A los cinco minutos, antes ya del golazo de Iniesta, se veia a un Xavi como en sus tardes de sol, dueño de la mediacancha, seguro en el pase, lúcido distribuidor. Ahí ya comenzamos a imaginar una jornada luminosa del Barsa. Luego vino la potente reacción blanca, gracias a un doble fallo terrible de Mascherano y un doble acierto de Benzema (está afiladísimo, puede ser figura en Brasil). El partido se alocó, se hizo a palo y palo y los 400 ó 500 millones de telespectadores, felices. 

Y cuando más parecía que lo ganaba el Madrid, habló Messi: 3 goles, una asistencia deliciosa a Iniesta para el primero, dos pases-gol a Neymar; el segundo, maravilloso (ahí le hicieron penal) y siempre la misma seriedad para jugar, la misma valentía para ir al frente. Ya es el jugador que más veces le ganó al Real Madrid en toda la historia: 13; el que más venció en el Bernabéu; el que más le convirtió: 21. Y le quedan al menos diez años de carrera. 

Leo pateó dos penales antológicos. Cuando a muchos se les aflojan las piernas en una instancia así, tuvo la frialdad de un verdugo a punto de jubilarse. Y sabía que tenían que ser ejecuciones perfectas, porque Diego López estaba hecho un gato. Pero las puso en un lugar como para decirle “andá a buscarla”.
Messi besando el escudo en el Bernabéu es una postal que el barcelonismo no olvidará ni en cincuenta años. Fue muy fuerte. Es el uno indiscutible de este juego.

Le restan al Barza 9 partidos de liga, la final de Copa del Rey y, por ahora, los cuartos de Champions ante el Atlético de Madrid. Si de verdad es el retorno de los Inmortales, es la mejor noticia para el fútbol mundial. Si fue apenas un aislado rebrote de gloria, igualmente agradecidos. 

Vaya el párrafo final para el juez Undiano Mallenco, de brillante actuación. Nunca tan valiente un juez en ese estadio al que someten a todos los colegiados a una presión bestial. Vio tres penales y los dio, algo que nunca hacen los árbitros por temor. 
El primero sí fue 20 centímetros fuera del área, pero todos los televidentes del mundo recién nos dimos cuenta  de la posición en la primera o segunda repetición. Antes pensamos como Undiano, de modo que es inocente. Y los dos penales para el Barza son inapelables. ¡Qué pena que Undiano no vaya al Mundial...!

Es de poca nobleza que Sergio Ramos, que lleva 19 expulsiones en 9 temporadas madridistas, diga que jugaron “contra doce”. Un sujeto al que echan una de cada 3 que debieran, que tiene permiso de caza; las tres primeras piezas son libres, lo amonestan recién en la cuarta. Y además llora.

Fuera de eso y de alguna actitud descomedida de Pepe -como siempre-, el Real cayó dignamente, sin pegar, buscando el empate aún con diez. Fue el partido del año. Madrid y Barsa paralizaron al mundo, pero le dieron un espectáculo grandioso. Pregunta para quienes afirman que el fútbol de antes era mejor: ¿mejor que esto...?

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