“Lo lógico para un delantero de su edad es pensar en cuán cerca está del retiro profesional. Creemos, por su temperamento, que buscará un lugar en la Copa América de Brasil”. (Foto: AP)
“Lo lógico para un delantero de su edad es pensar en cuán cerca está del retiro profesional. Creemos, por su temperamento, que buscará un lugar en la Copa América de Brasil”. (Foto: AP)
Jerónimo Pimentel

El hincha peruano vivió un duro aterrizaje pos-Mundial con el retorno del fútbol local y la aparición de los audios de Lava Juez que, en segundos, destruyeron todo resto de ánimo positivo respecto a la renovación de Gareca. Este proceso depresivo ha encontrado estos días su golpe final con la activación del castigo a Paolo Guerrero. Su pase al Inter de Porto Alegre, así como la idea de disfrutarlo en los amistosos venideros, son ahora noticias truncas. El daño, en un jugador que pronto cumplirá 35 años, no es menor.


Lo lógico para un delantero de su edad es pensar en cuán cerca está del retiro profesional. Creemos, por su temperamento, que buscará un lugar en la Copa América de Brasil. Su contrato por 3 años también indica que él se ve en las canchas en el 2021 y el ejemplo de Pizarro, que continúa forzando su vida profesional, le ofrece oxígeno. En su caso, no es tan claro saber cuál será la consecuencia deportiva de tanto tiempo inactivo y cuánto debe depender Gareca de su reaparición.


La habilitación del delantero le generó un bonito problema al ‘Tigre’ antes del Mundial. El técnico había recuperado a Farfán como ‘9’ y estaba satisfecho con el funcionamiento del equipo en los amistosos ante Islandia y Croacia. El seleccionador sacrificó al capitán en el debut ante Dinamarca, quizás enamorado de su idea previa. Esta decisión provocó un debate en la prensa especializada sobre si Gareca sacrificó pegada por dinámica, polémica que seguro se extenderá hasta el próximo año, cuando Guerrero vuelva a estar disponible. No es el mejor escenario para un entrenador que gusta planificar y que tiene como objetivo propiciar la transición generacional.


Ese punto se ve especialmente oscuro, pues tampoco es evidente cómo Gareca suplirá la ausencia del ariete en los próximos 8 meses. En el Perú no sobran delanteros de área con las características de Paolo, por lo que poco se puede hacer salvo reposicionar de nuevo a Farfán, quien tampoco es un jovencito. Ruidíaz posee otro perfil y de ahí para atrás se observa un abismo que termina en Bulos. ¿Nacionalizar a Herrera? ¿Reconsiderar a Lapadula? La necesidad no es siempre una buena consejera.


En el plano directivo, Oviedo es el gran perdedor. Parte de su estrategia de legitimación mediática pasó por apoyar al capitán, al punto de haberlo acompañado en su peregrinaje suizo. Sin Guerrero, poco puede mostrar el aún presidente de la FPF como logro ante una afición que empieza a recuperar el escepticismo con cada audio. La renovación del entrenador pasó a un segundo plano una vez hechas públicas las relaciones de Oviedo con Hinostroza, por lo que hoy, con las Eliminatorias aún lejos, no se ve cómo el mandamás de la FPF pueda sobrellevar sus múltiples frentes judiciales. La verdad es que esta selección merece una mejor dirigencia.


Hechas las cuentas, lo que primó fue el cortoplacismo. Ahora toca pagar la factura.

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