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ÁNGEL HUGO PILARES

Desde siempre Ricardo Gareca fue ‘Flaco’. Eso de ‘Tigre’ lo popularizó un periodista. En la intimidad de su familia y amigos, ese era su apodo. En la intimidad del arco del club Juvencia, también. En la plaza de Tapiales, la ciudad donde vivió casi toda su adolescencia, también.

El Comercio llegó a Tapiales hace algunos días y encontró algunas personas que conocen y aún mantienen contacto con el técnico de la selección peruana. Porque para entender a alguien como él, hay que ir hasta sus orígenes. Estas son cinco historias inéditas del hombre que nos dejó sin un Mundial, y que puede devolvernos a otro.

El club

Graciela Lauría es hace diez años, presidenta del club Juvencia, el equipo donde Ricardo Gareca jugó de niño. Fue su primer equipo y el grupo de jugadores se ha mantenido junto desde entonces como amigos inseparables ligados por el fútbol. Algunos de ellos son preparadores físicos de equipos del ascenso. Otros, como el ‘Tigre’, llegaron más lejos. O como el esposo de Graciela, Elvio Paolorosso, preparador físico del ‘Tata’ Martino en Argentina y el Barcelona, entre otros equipos.

La primera cancha es también un lugar que Ricardo Gareca recuerda. Cada cierto tiempo, cuando sus obligaciones se lo permiten, aparece en el club y conversa con los jugadores jóvenes. O ayuda al equipo. O deja un recuerdo: en la sala de la presidencia del club hay una camiseta albiceleste marca Le Coq Sportif firmada por él. Es la misma que solo vistió dos veces la camiseta en esas eliminatorias. Quizás fue aquella con la que le anotó a Perú en el Monumental de River.

EL PADRE I

Alberto Gareca, dicen quienes lo conocieron en Tapiales, era un hombre alto y delgado, del mismo porte que el ilustre Ricardo. Era algo así como el vivo ejemplo de la clase media argentina de la época del dictador Onganía: trabajador de una fábrica, esposo y padre de dos niños a quienes llevó a vivir a lo que entonces era un pueblo de menos de 10 mil habitantes. “Un señor con toda letra”, dice Beto Penone, amigo de la infancia del técnico de la selección peruana.

Un día en la sala del departamento que alquilaban en Tapiales, Ricardo Gareca, un joven de 16 años y cabello largo se acercó a Alberto, su padre. Un miembro de la familia retrata esa escena: el joven había decidido ser futbolista profesional. “Le dijo que no quería seguir más, que estaba segurísimo que iba a llegar (a Primera)”. La respuesta de Alberto fue contundente: “Pienso lo mismo que vos”. El técnico de la selección no volvió más al colegio y siguió un largo y hermoso camino.

EL PORTERO

Fue el propio Alberto quien lo descubrió, casi de casualidad, como delantero. Hasta los 10 u 11 años, Ricardo Gareca no era el ‘Tigre’. Todo el mundo le decía ‘Flaco’ a ese arquero espigado para su edad. Lo llevaba a la plaza de Tapiales y se dedicaba a patearle un balón tras otro. Ahí, cerquita, la vida daría un vuelco. Su viejo llegaba del trabajo y lo iba a ver, oculto, a una canchita de tierra de la iglesia de Tapiales, que hoy es un colegio. El resto lo cuenta el DT de la selección peruana.“Ahí jugaba al medio y mi viejo quedó sorprendido. En Juvencia, mientras tanto, atajaba. Un día, en una cancha de once donde él me llevaba los sábados, faltó el nueve, y mi viejo le dijo al técnico, un tal Gambetta: ¿por qué no lo pone a Ricardo? El tipo no quería saber nada porque yo andaba bien al arco, pero me puso de nueve y no me sacó más. A Boca me fui a probar de nueve”, relató en su momento el ‘Flaco’.

LOS AMIGOS

Un día cualquiera Ricardo Gareca acaba de dirigir un partido de la selección peruana. Camino a la conferencia de prensa o saliendo, recibe un mensaje. Siempre es un amigo de los que tiene en el barrio. Y siempre responde con un mensaje de voz. Porque puedes sacar al ‘Flaco’ del barrio pero no puedes sacar al barrio del ‘Flaco’. Jugando en Boca y todo, Ricardo Gareca siempre volvía a casa con su ‘look’ de ‘rockstar’. Sin embargo, para los chicos del Juvencia, el viejo y querido club, verlo llegar será una excusa para volver a ser niños. Para tenerlo provocando a sus compañeros para que se molesten mientras juegan y hacer más divertidos los partidos. “Le encanta chicanearlos a todos”, apunta Penone, ese amigo de toda la vida.

Pero los amigos están hasta en el peor de los momentos, y sienten como propias las afrentas. Como aquella vez que Ricardo Gareca anotó el gol que clasificó a Argentina ante Perú en cancha de River pero eso no le bastó para ir al Mundial. “Nos dolió mucho, estábamos enojados con todos. Lo sentimos como si hubiéramos quedado fuera nosotros. Por ahí el menos enojado era el, por ahí justificaba a los demás. Así como medido es ahora, medido fue siempre”, agrega.

EL PADRE II
Ricardo Gareca ya no es más el chico rebelde de pelo largo que buscaba mil maneras de esconder su cabellera del director de su colegio. Ahora es un técnico que siempre tiene una relación abierta y franca con sus jugadores. Con algunos, le recuerdo a quien me cruzo, ha tenido un vínculo caso paternal que le ha permitido recuperarlos. Ocurrió con Neyra en la ‘U’ del 2008 o con Cueva en la selección de hoy. He preguntado a quien me encontré sobre el tema y me han quitado la duda.

Resulta que Ricardo Gareca, siempre el ‘Flaco’, no jugaba mucho hacia el final de su carrera. Beto Penone me dice que le comentaron que pese a ello fue importante para el logro del campeonato. “Era el que daba paños fríos, potenciaba, apoyaba a los chicos de primer contrato”. Le pregunto de dónde pudo haber sacado eso y me responde: “Yo estoy seguro que del papá”.

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