Selección: los líderes silenciosos en los que nadie creía
Selección: los líderes silenciosos en los que nadie creía
Miguel Villegas

Vamos a decirlo así de claro, para que se entienda mejor: hace un año, nadie los tenía. Nadie hablaba, siquiera, de una convocatoria fija, básicamente, porque vivíamos a la sombra de los cracks europeos. Es real, a mí me pasó: la luz alumbra, pero también enceguece. Corzo había hecho un torneo normal en 2015 -como otros 300 jugadores del campeonato-, Trauco era el plan B de la 'U', que quería a Santillán de Garcilaso y Gallese jugaba en su equipo, pero no era seguro en Perú. Era muy joven, muy inexperto. En circunstancias distintas cada uno, hoy representan esta idea de Ricardo Gareca de agrupar hombres que hablan con los pies. Sencillos, discretos, sin portadas. Y aunque nadie dice que los ausentes no fueron cracks en su momento, estos que están, prueban que sus debilidades, también se puede pelear.

Aldo Corzo (27 años)

No tiene físico de lateral –que uno imagina plástico y potente–; es más, parece que le faltaran un par de centímetros y le sobraran dos kilos. Pero la camiseta de la selección le ha quedo justa a Aldo Corzo (27 años) que quizá ha encontrado tarde un sitio en el equipo peruano pero difícil quitárselo más. Parte de la generación Regatas Lima –Guarderas, Cuba o Bulos–, es decir, jugadores que recibieron una formación integral, más allá de cómo patear una pelota o a quién dársela, Corzo fue citado por Gareca más por urgencias que por una apuesta real y tuvo que afrontar dos partidos top para medir su jerarquía. No ante Trinidad o Guatemala: con Brasil en la Copa América 2016 –nada menos que por la banda de –, y anoche, con Argentina, turnándose la marca de Dí María y Dybala, unos 150 millones de dólares corriendo. Allí probó que el orden táctico puede ser tan importante como una huacha. Sin el físico de Advíncula, pero con otra predisposición, Corzo fue llamado a Videna porque representa el perfil del nuevo seleccionado que, tácito, ha impuesto el técnico: cero cámaras, cero problemas, cero inconductas. “Es uno de los pocos que queda entrenando sin que lo llamen y no hace falta pedirle que se cuide”, dice una fuente cercana al comando técnico. Nunca será Ñol, está claro, pero diez iguales pueden ser tan influyentes como él.

Miguel Trauco (24 años)

Los brasileños encontraron una explicación ideal para ese noviazgo que sus niños tienen con la pelota: jugar descalzos. El pie se sensibiliza, detecta los botes, se acostumbra a sus engaños. Por eso, el botín se convierte en guante, nada más. Hay quienes creen que algo parecido le pasó al niño Miguel Trauco, que hace 20 años pateaba mangos en Tarapoto, esquivando la selva con sus amigos. El lateral izquierdo de la ‘U’ es, creo que ya no quedan dudas, el mejor jugador del campeonato local, un torneo que ya le queda chico y que podría serle nocivo si no llega una oferta del extranjero ya mismo. Para el puesto, tiene todo: sacrificio para la marca, potencia para el arranque, y lo más importante en su puesto, pase; no centro ni pelotazo, pase. De un perfil bajo que a veces desespera –no le gustan las entrevistas–, su discurso sale con el pie, no con la boca: el pase que le dio ayer a Paolo para el 1-1 lo podría haber hecho Cueto y tendríamos que haberlo aplaudido horas. Pero quizá lo más importante de este muchacho de 24 años no es solo su técnica para pegarle o su entendimiento del juego –recuérdese, por ejemplo, el minuto 90 del Perú 2 Ecuador 1, cuando provoca la expulsión de Arroyo en el córner peruano–, sino dónde lo hace. En Cutervo, en Sudamericana, en Copa América, en Eliminatorias. Un día debería jugar sin camiseta. Igual sabríamos que se llama Miguel Trauco.

Pedro Gallese (26 años)

No es un chiquillo pero sí fue un jotita, es decir, un arquero que con 15 años clasificó al Mundial Sub 17 de Corea y, aunque en su condición de tercer arquero detrás de Hermoza y Ulloa, fue llevado a la Copa “para fortalecer su crecimiento”. Es, de hecho, el único titular de la selección de Gareca que puede decir “Yo fui a un mundial”. Lo pulió Jota Jota Oré, que lo conocía del desparecido club Real y había detectado en él una virtud cara: su inteligente perfil bajo. A su vuelta, y cuando otros muchachos dejaban que los graben tomando desayuno, aceptó la recomendación menos popular: fichar por la Universidad San Martín, el club sin hinchas radicales y el que, sin duda, ofrece el mejor sistema para formar jugadores. Hizo todas las categorías que le faltaban ahí. Y aunque casi no atajó, salvo en sus últimos años en el equipo santo, tuvo dos buenos maestros: el Chino Rivera en el banco y Leao Butrón en los entrenamientos. Su presencia como titular en la selección se discute lo mismo que la capitanía de Paolo: nada. Porque si bien Cáceda hace partidazos, o Penny tiene experiencia y Forsyth siempre es candidato, Pedro Gallese es el arquero más regular de los últimos dos años con un récord de décadas: tapa en México, una liga que contrata cracks para elevar el nivel. Si los equipos necesitan un ‘9’ que haga goles, también forman parte de sus urgencias, arqueros que se dediquen a atajar. Contra Argentina, le sacó el gol a Agüero y a Di María, desde el tiro libre. Atajó. No se necesita más que eso.

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