"Selección: mucho más que un problema técnico", por G. Oshiro
"Selección: mucho más que un problema técnico", por G. Oshiro
Guillermo Oshiro Uchima

Que  se equivocó al incluir a Lobatón en su once titular ante Chile, sí; que otra vez eligió mal a sus extremos, también; que fue osado para buscar la victoria con Da Silva en lugar de Tapia, es cierto (aunque ahí discrepo con muchos y considero un riesgo justificado retrocediendo a Flores para no perder equilibrio en el medio); y que a lo largo de todo el proceso cometió errores no se discute. Pero centrar el nuevo fracaso en él es la postura más simplista (o populista cuando se trata de un técnico extranjero). Disparar contra la cabeza visible es acá una práctica usual que termina por esconder nuestros verdaderos males debajo de la alfombra.

Si no clasificamos a un mundial desde España 82, si no le ganamos a Argentina en Lima hace 31 años, si jamás vencimos a Chile en Santiago por las Eliminatorias o si acumulamos 28 partidos sin sumar fuera de casa en las clasificatorias es síntoma de que nuestro fútbol está moribundo hace años y hacemos poco para encontrar la cura.

Habría que tomar en cuenta un dato no menor: con Maturana, Autuori, Chemo o Markarián el escenario fue más o menos el mismo. Buscamos al salvador en Colombia, Brasil, aquí también, en Uruguay y Argentina y no funcionó. Apostamos por filosofías distintas y el resultado fue igual de desagradable. ¿En qué fallamos? ¿Solo en la elección del entrenador? Con el ‘Chorri’ Palacios, Solano, Chemo o Reynoso como referentes no se cumplió el objetivo. Con Pizarro, Vargas o Farfán –que ya no están por diversos motivos– tampoco fuimos la potencia que tanto pedimos. Sin duda, el problema radica en la cantidad y calidad de jugadores que formamos. No exportamos futbolistas como Chile o Colombia, tampoco tenemos cracks del nivel de los brasileños o argentinos. Con esa escasez deben lidiar los seleccionadores, y ello es herencia de los doce años en el poder de Burga, que poco y nada hizo por cambiar las estructuras de nuestro fútbol para hacerlo competitivo y potenciar nuestras selecciones.

Sin embargo, más allá de temas netamente estructurales, Gareca no se libra de sus propias culpas. El técnico tiene injerencia directa en el trámite y en la resolución del juego. Que tengamos escasí- simos 8 puntos sobre 30 disputados es de exclusiva responsabilidad de Gareca. El no haber formado hasta hoy un once competitivo –que es muy distinto a un equipo con rebeldía o como se le quiera denominar– después de año y medio en el cargo se refleja en la tabla de posiciones.

Sin embargo, también hay aspectos que hablan bien de su trabajo, como darle protagonismo y cabida al jugador profesional y comprometido que sí desea matarse por la selección. Sobre esa base está formando el futuro de una nueva generación a la que le está dando forma y fondo con un patrón de juego que todavía tiene poquísimas variantes pero sí una idea definida.

A Gareca le falta tiempo para ver reflejado su trabajo en la tabla, es cierto; sin embargo, es muy prematuro decir hoy que debe comandar el plan Qatar 2022. Al final de las Eliminatorias se hará el balance para saber si su trabajo debe seguir en marcha, si su proyecto sigue en ascenso; de lo contrario, no tiene sentido insistir en un técnico que solo iza la bandera del recambio y no obtiene méritos deportivos que sustenten su continuidad (ojo, no hablamos de la clasificación al Mundial)

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