Hinchas de Universitario de Deportes antes del partido con Cantolao. (Foto: GEC)
Hinchas de Universitario de Deportes antes del partido con Cantolao. (Foto: GEC)
Pedro Ortiz Bisso

El fútbol que tanto nos unió hace un año nada más, cuando fuimos finalistas de la Copa América, hoy es mirado con desprecio. Hasta odio. El respaldo unánime que solían recibir Ricardo Gareca y Juan Carlos Oblitas tras cada una de sus decisiones, esta vez ha estado ausente luego de conocerse la reunión de emergencia que sostuvieron con el presidente Martín Vizcarra para el retorno de la Liga 1.

La gente está harta. No del ‘Tigre’ ni del ‘Ciego’, tampoco de la ‘U' o Alianza, sino de la prepotencia y la falta de empatía que rodea al fútbol, encarnado en los sectores más extremos de sus barras.

Si bien el detonante de la suspensión de la liga fueron los incidentes protagonizados por hinchas cremas en los alrededores del Estadio Nacional, los fuegos artificiales que se sintieron por todo Lima la medianoche de ese viernes habían abierto una ventana a la indignación. Pero no fueron los únicos casos: días atrás, simpatizantes de Alianza provocaron disturbios cerca al estadio de Matute. Y es probable que otras hinchadas habrían hecho lo mismo en caso el torneo no hubiese sido suspendido.

El Gobierno ha advertido a la Federación Peruana de Fútbol que de repetirse estos desmanes, la liga se cancelará definitivamente. La situación crítica en que se encuentra el país por la pandemia –ayer superamos oficialmente los 500 mil contagios- obliga a no hacer concesiones. Sin embargo, esta demostración de firmeza debería extenderse más allá del estado de emergencia. Si algo no han hecho los clubes es controlar a sus barras valiéndose de mil y un pretextos. Mientras no asuman su responsabilidad, estas situaciones continuarán repitiéndose, con o sin pandemia.

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