(Foto: El Comercio)
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Gonzalo Carranza

El Perú está en deuda con la y la infraestructura está en deuda con el Perú. Por un lado, hace años venimos hablando de los déficit de infraestructura de transportes y comunicaciones, así como de educación, salud y saneamiento. Por el otro, como el Caso Lava Jato ha mostrado con dolorosa crudeza, la infraestructura ha sido la excusa para corruptelas de gran calibre.

Por ello, es crucial discutir lo que se debe hacer en este rubro, como lo haremos hoy en el III Congreso Internacional de Infraestructura, organizado por El Comercio y El Dorado Investments, con el apoyo institucional de AFIN. Allí reuniremos a ministros, presidentes de organismos reguladores, a expertos internacionales y a protagonistas del sector privado. Esperamos aportar a la generación de consensos en este sector y, en ese contexto, me permito lanzar algunas ideas:

1. No satanizar las APP ni las adendas

Las asociaciones público-privadas no son nocivas ni corruptas per se. Todo lo contrario: permiten adelantar el cierre de brechas apelando a recursos del sector privado, plantear a los concesionarios metas de niveles adecuados de servicio e incentivos correctos para alcanzarlos, y asignar riesgos con eficiencia entre el sector público y el privado. Las adendas tampoco son, en sí, malditas: permiten hacer los ajustes que una relación de largo plazo siempre necesita. Y, no hay que olvidarlo, el grueso de proyectos de infraestructura se realizan por obra pública, donde la corrupción y la lentitud también abundan.

2. Se necesita un plan, pero también flexibilidad

No tener un plan nacional de infraestructura, planes urbanos o planeamiento de corredores de transporte y logística lleva al surgimiento de múltiples iniciativas sin interconexión, aisladas unas de otras. La línea 1 del metro de Lima, el Metropolitano y el corredor azul de Arequipa-Tacna-Garcilaso son ejemplos de ello: tres sistemas corriendo en paralelo, con diferentes medios de pago y sin suficientes líneas transversales para unirlos.

No obstante, la ejecución de los planes siempre debe tener un cable a tierra, pues la economía avanza a velocidades y en sentidos que ningún plan, por sofisticado que sea, puede prever con precisión.

3. Mejoremos el control

Hoy expondrá Nelson Shack, el nuevo contralor. Tiene una responsabilidad enorme: reformar de raíz un sistema de control que en los últimos años asustaba a los buenos funcionarios, pero no tenía dientes para evitar la corrupción. Si sus planes son convincentes, el compromiso de todos los actores del rubro debe ser apoyarlo.

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