"Pedro Castillo quiere que el Estado destine un monto equivalente al 10% de toda la producción nacional al sector educación y Keiko Fujimori el 6%".
"Pedro Castillo quiere que el Estado destine un monto equivalente al 10% de toda la producción nacional al sector educación y Keiko Fujimori el 6%".
Alek Brcic Bello

Durante los últimos días hemos visto un desfile de opiniones que buscan resaltar los puntos en los que cada uno de los dos partidos que participan en la segunda vuelta es distinto al otro. Y si bien es cierto que en términos económicos las dos opciones se encuentran en las antípodas, hay un punto en el que ambas coinciden. El tema es que se trata de una propuesta bastante mala.

Sin importar quién gane, el candidato que gobierne a partir de julio buscará aumentar el presupuesto en el sector educación en base a un porcentaje fijo del PBI cada año. Según se puede leer en los planes de gobierno, Pedro Castillo quiere que el Estado destine un monto equivalente al 10% de toda la producción nacional al sector educación y Keiko Fujimori el 6%.

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¿Y por qué esto sería malo? ¿No se necesita acaso aumentar recursos en educación para mejorar los niveles de aprendizaje? De que se necesita incrementar el presupuesto, eso nadie lo duda. Como indicó Jaime Saavedra en una entrevista publicada en este Diario, la educación básica en el Perú destina cerca de US$1.200 por alumno cada año mientras que el promedio de la OCDE es de US$8.000. El problema está, más bien, en cómo pretenden hacerlo.

El PBI no es fijo ni su crecimiento está asegurado. Si bien hay años en los que este aumenta, en otros, como el 2020, se reduce. Armar un presupuesto en base a un porcentaje fijo del PBI traería complicaciones en momentos de crisis para cumplir con las obligaciones contraídas. Más aun cuando tres cuartas partes del presupuesto del sector se va en el pago de salarios.

Además, desde el lado de los recursos disponibles, la propuesta sería inviable. Actualmente el sector educación es el que mayor participación tiene en el presupuesto público (18,1% del total). Y eso es con recursos equivalentes al 4,2% del PBI. Como bien apunta el Instituto Peruano de Economía, elevar ese monto a un 10% del PBI implicaría destinar casi 70% de toda la recaudación nacional a ese propósito. Esto sería casi la mitad del presupuesto público en un solo sector.

Finalmente, las carencias estructurales del Estado tampoco permitirían un crecimiento tan acelerado. No es solo que no contemos con el dinero para hacerlo, sino que la ejecución y distribución de recursos públicos no ocurre por arte de magia. Por ejemplo, subir de 2,8% del PBI a 4,2% tardó una década (del 2010 al 2020). Y eso sin tener una emergencia sanitaria y una crisis económica en el medio.

Quizá para entender lo poco seria que es la propuesta, basta con decir que esa misma idea fue impulsada por el Congreso actual sin mayor debate técnico hace unos meses. Fue otra de esas leyes populistas que en el papel suenan bonito pero que resultan imposibles de implementar. O, usando la descripción del ministro Waldo Mendoza, se trató de una de esas normas bienintencionadas pero malas.

Sumado a todo lo anterior, los problemas que tiene el sector educación no son solo de presupuesto. Y es ahí donde el asunto se vuelve más grave. Si vemos el historial de ambos partidos, ninguno ofrece garantías de que los avances que han ocurrido en los últimos años continuarán. Más bien, parece que irán en dirección contraria (como la ley universitaria o la reforma magisterial).

Por ello, uno de los primeros compromisos que estos candidatos deberían asumir sería mantener esas reformas. A fin de cuentas, la gran mayoría de la población todavía está estudiando su voto.

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