(Foto: El Comercio)
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Carlos Ganoza

La discusión de parece atrapada en un bucle de tiempo, condenada a repetir indefinidamente las mismas propuestas que sirven solo para mejorar un punto porcentual en el crecimiento ese año o el siguiente.

Desde hace más de una década que todos los años se le pide al gobierno de turno la misma receta: acelerar la ejecución de , no ahuyentar la inversión privada, impulsar megaproyectos, cuidar el equilibrio de las cuentas fiscales.

El problema es que aun si un gobierno pudiese cumplirla a la perfección, la capacidad de la para crecer de forma rápida y sostenida no mejoraría mucho.

No es que estos pedidos sean malos; por el contrario, todos son necesarios para crecer, pero no son suficientes.

La única manera de asegurar el crecimiento rápido y sostenido es mejorando la productividad, y ninguna de las medidas que dominan la discusión económica en el Perú apunta a eso.

El crecimiento de la inversión privada es más una consecuencia de la mejora en la productividad que una causa. De la misma manera, la ejecución oportuna de proyectos de inversión pública de calidad es consecuencia de una mejora en las capacidades del Estado, no una causa. Estos son hechos tan documentados por la literatura empírica de crecimiento económico que sorprende que en el Perú los pedidos del sector privado solo se enfoquen en la promoción de la inversión y no se hable nada sobre productividad. O que solo se pida al Gobierno acelerar gasto de capital, y casi no se hable de mejorar su capacidad para invertir bien. Es como si solo viviésemos pensando en el crecimiento del año en curso y lo demás no importase.

La reforma laboral genera eco pero nadie propone medidas que vayan más allá de lo obvio, y cuando surgen iniciativas aisladas en otras áreas (como la estrategia de diversificación productiva planteada por el ex ministro Ghezzi, o la reforma de protección social planteada por una comisión que integró el actual ministro Tuesta), en lugar de caer en campo fértil para sembrar una discusión constructiva y alcanzar un nuevo sentido común sobre política económica, se comienzan a olvidar cuando el bucle de tiempo vuelve a revivir el mismo recetario de siempre.

Si el sector privado no parece muy interesado en discutir propuestas de fondo, el sector académico también ha brillado por su ausencia.
El efecto de no discutir reformas para mejorar la productividad es que pasan los años y no hemos hecho nada para acelerar el crecimiento sin depender de condiciones internacionales. Frente a la exasperación por no crecer más, volvemos al bucle de tiempo y seguimos pidiendo medidas que pueden mejorar el corto plazo, pero no tienen impacto en el mediano.

Si queremos superar un crecimiento mediocre, tenemos que empezar por acordar una agenda indispensable de reformas para mejorar la productividad. Esa agenda debería incluir lo laboral y la protección social, el sistema de inversión en infraestructura, el sistema tributario, el mercado de capitales, y políticas de diversificación productiva y facilitación de negocios.

Iniciar esta discusión no es trabajo del ministro de Economía sino del sector privado y la academia.

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