Arnold Harberger contesta y uno adivina que es un hombre satisfecho, un hombre que piensa que sus ideas y su forma de ver el mundo son las correctas y las que triunfaron.
Harberger se ríe varias veces durante la entrevista, sobre todo para enfatizar los errores de quienes apostaban por la intervención estatal en la economía. Perteneció al movimiento que impulsó la globalización. Fue el profesor de los Chicago Boys, el grupo de economistas de la Universidad de Chicago que reformó o intentó reformar varias economías en los años 70, 80 y 90.
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Los Chicago Boys eran más famosos que los Chicago Bulls. ¿Por qué se hicieron tan famosos?
Fue una época muy interesante para la historia económica. En Latinoamérica había políticas económicas muy exageradas con eso de la sustitución de importaciones. Se esforzaron mucho en hacer las cosas mal. Pasaron de tener listas de productos prohibidos de importar a tener lista de las cosas que sí se podían importar, y era una lista chiquita. Todo era muy caro y muy malo. Nosotros en Chicago, desde los 50, habíamos tenido la suerte de que coincidieran los mejores economistas del mundo en nuestra escuela. Y por accidente histórico, en los años siguientes tuvimos muchos alumnos de América Latina que se formaron con nuestra manera de entender la economía. Fueron esos alumnos los llamados a ordenar la economía de Chile una vez que se dio el golpe de Pinochet.
Existe la historia de que la CIA financió la formación de esos economistas.
¿La CIA? No, no. Quizá se confundieron, la que empezó dando becas en 1956 fue la International Cooperation Administration (ICA), precursora de AID, quizá haya confusión con las siglas.
¿El golpe en Chile permitió que se hicieran las reformas?
Era una época muy intensa, y hacer buena política económica no era muy popular. Se propugnaba abrir las economías, liberalizarlas, establecer un solo tipo de cambio, reducir el gasto, hacer una reforma tributaria, había la idea de crear cuentas individuales de seguridad social. El gobierno militar facilitó hacer los cambios, pero eso no significa que esas medidas solo funcionen con regímenes militares. En el gobierno militar el arancel promedio en Chile era de 15%, luego los gobiernos democráticos lo bajaron a 6%. No se requiere el autoritarismo para hacer buena economía.
El modelo neoliberal se exportó luego a Argentina, al Perú.
No es que fuera un modelo, era simplemente buena ciencia económica y varios países latinoamericanos y de otras zonas del mundo adoptaron luego diferentes elementos de esa buena forma de hacer economía, como la liberalización comercial que hoy está en todo el mundo o el tener IGV. Las cuentas individuales de seguridad social [AFP, por ejemplo] están por todas partes, mientras que el otro sistema [estatal] está entrando en bancarrota y causando dificultades fiscales por todas partes.
¿Cómo ve el mundo actual?
Pues, si miras desde el 2000 o desde los 90 para acá, tienes que ver que estamos en el período más exitoso de la historia económica mundial, aun con la crisis del 2008. La pobreza mundial se ha acortado en más de la mitad en este último cuarto de siglo.
Igual hay mucho descontento.
Creo que la gente debe pensar más en la historia: los pobres de hoy viven como la clase media de hace un siglo. Cuando yo era joven, en Estados Unidos, pocos tenían refrigeradora, nadie tenía televisor ni aire acondicionado, solo el 10% de nosotros se graduaba de secundaria, menos del 5% terminaba la universidad. Y éramos uno de los países más avanzados en mi generación. No estoy diciendo que uno debe dejar de luchar contra la pobreza, pero compárense con África, Siria, Afganistán, Nepal; la India crece, pero su nivel de vida es mucho más abajo que los países latinoamericanos.
¿Qué pasó en este cuarto de siglo?
El fenómeno más notable fue la globalización que permitió el funcionamiento de las ventajas comparativas, al menos en la industria no tan pesada. Fue un gran cambio para China, India, Indonesia, que podían fabricar todo mucho más barato. Hoy un buen traje lo consigues por US$100, un buen par de zapatos por US$20. Los pobres del mundo han logrado eso. En EE.UU. hay una cadena que vende todo por 99 centavos y puedes armar toda una cocina por 20 dólares. Es casi mágico y es gracias a la globalización y las ventajas comparativas.
¿Hay alguna amenaza a la globalización?
No, se está reforzando. Siempre hay más pasos por dar. En América Latina y en el mundo hoy las economías son más normales. Ya no hay enormes distorsiones. La buena economía se ha impuesto y el FMI y el Banco Mundial han ayudado mucho.
Esta desaceleración ha creado desánimo. ¿Se podría querer cambiar la economía?
No, hoy las fluctuaciones son menos traumáticas. En el Perú están con el ciclo de la minería, pero el impacto no es tan fuerte.
¿Igual hay que tratar de no depender tanto de la minería?
Siempre se trata de ventajas comparativas. El Perú tiene minerales. No es muy útil tratar de deshacerse de lo que uno puede hacer bien. Las economías crecen, la diversificación es automática, surgen los servicios, la construcción, etcétera.
En el mundo hay preocupación por la desigualdad, y los últimos Nobel los ganan economistas preocupados por los temas sociales.
Cuando la renta per cápita de un país crece, hay posibilidad de prestar atención y recursos a elementos de interés social.
¿Cómo disminuir la desigualdad?
Yo prefiero no poner el dedo en ese problema porque no tenemos instrumentos económicos para ‘hacer igualdad’. Es mejor tratar de que haya más igualdad de oportunidades. Siempre he estado muy orgulloso de que en mi país más de la mitad de los presidentes han salido de la clase pobre. Y lo mismo pasa con los principales ejecutivos de nuestras grandes corporaciones. Es cierto que ese tipo de movilidad surge más naturalmente en algunos países que otros.
En América Latina es más raro.
Pienso que es porque en el período colonial en EE.UU. el hombre promedio era ‘farmer’, un propietario. En esa misma época, en Latinoamérica había latifundios, la gente era inquilina. La primera vez que fui a Chile en 1955 me llevaron al Club de la Unión y pregunté cuánto miembros de este club eran hijos de inquilinos. Casi se caen de sus sillas, no era posible que un hijo de inquilino esté en ese club. Hace cinco o seis años estuve de nuevo allí, hice la misma pregunta y tuve la misma respuesta.
Y eso que la educación y lo social avanzó bastante en Chile.
Es que es herencia de la historia del país. Ahora muchos hijos de inquilinos están en la clase media, pero es cierto que no en la elite.
¿Eso es un peso para el país?
Cuando hay movilidad social, es notablemente más saludable. Pero son cosas que no se pueden cambiar por decreto. Eso viene con educación, normas sociales, etcétera.
¿Alguna recomendación para el Perú?
No, la mejor política que he tenido en mi vida, y tengo 91 años, es que antes de hablar como experto debo estudiar primero. Así, no estoy metiendo patas donde no debo.
Como Lennon cuando dijo si quieres ayudar al Perú, debes ir a vivir al Perú.
Eso está bien. Llevo años viviendo en Chile, pero no comento sobre cosas en las que no he participado.
En Chile se quejan de que el gobierno quiere desandar en economía.
Mi posición es que cada país puede mejorar las políticas existentes. No tenemos ahora un paraíso, hay cosas por mejorar. Lo que pido es que digan qué problema quieren solucionar, qué sugieren para resolverlo, hay que escuchar todas las propuestas y encontremos la mejor solución. Esa es la actitud que se debe tener. Ese es el sendero para nosotros.