Las comparaciones suelen ser odiosas, pero a veces son inevitables. Miremos Argentina: el año pasado su industria de software facturó más de US$3.000 millones, exportó la tercera parte (US$1.100 mlls.) en servicios y planea alcanzar los US$7.330 mlls. (exportar US$2.960 mlls.) para el 2020.
Colombia, que arrancó mucho después, exporta más de US$300 mlls. en software. Ambos están entre los 50 primeros del ránking (uno es el 33 y el otro 48) en el outsourcing que realiza cada año The Tholons. Y ni miremos a Costa Rica, que ocupa el puesto 13. ¿Nosotros? Bueno, exportamos US$38 mlls. en software, US$5.814 mlls. en todos los servicios y en dicho ránking venimos de bajada y ya ocupamos el puesto 58.
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El Mincetur ha informado que nuestra meta es triplicar las exportaciones de servicios en diez años, tal como hicimos en la década pasada, aun cuando en el 2014 solo se creció 1%. La gran pregunta que surge es qué se hará para lograrlo y si los cambios tributarios que vienen pidiendo los exportadores serán la llave mágica que hace falta.
El país tiene un marco regulatorio que establece que los exportadores no paguen IGV, porque se entiende que el pago por consumo se hace en el país donde se consume y no dos veces (en donde se produce y en donde se consume), explica Gustavo Lazo, del Estudio Olaechea. El problema, añade José Verona, director tributario del Grupo Verona, es que en el 2012 se eliminaron los principios establecidos en el 2010 (Ley Nº 29646) y se redujo el campo de servicios que no pagan la citada doble tributación, “primando el fin recaudatorio sin pensar en que se les resta competitividad”. Hoy, aclara Lazo, tenemos una lista al estilo de Schindler, en donde los 14 servicios incluidos están “salvados” y el resto sujeto al doble tributo, a menos que demuestren ante el MEF que merecen ser reconsiderados.
Desde el MEF justificaron la medida basados en que conllevaba un riesgo de evasión, dada la falta de herramientas de control, además de asegurar que los criterios de la OMC (Organización Mundial del Comercio) en que se basó la ley del 2010 son comerciales, pero no se aplican a los criterios técnicos que rigen el IGV. Lazo cree que este miedo no tiene justificación porque la Sunat tiene cómo fiscalizar. “Es más el temor al monto que dejarán de recaudar”, sugirió.
Reducir la lista fue un retroceso, agrega Jessica Luna, gerenta general de Comex, quien aboga por volverla dinámica o regresar su manejo al Mincetur. “Esto es fundamental para cumplir la meta”, afirma. “Si realmente queremos promover al sector servicios hay que eliminar la lista y dar un marco general para todos los servicios. En todo caso, si hay dudas, hagan una lista de lo que se debe excluir”, respalda Arturo Tuesta, socio de PwC.
Pero ese no es el único cuestionamiento a la ley. Álvaro Valle, del estudio Garrigues, dice que la modificación del 2012 estableció que para ser considerada exportación se debería aprovechar el servicio íntegramente en el extranjero, quedando vetado, por ejemplo, el turismo de salud (extranjeros que vienen a operarse aquí). Valle recomienda seguir el modelo normativo mexicano que no exige el uso del servicio en el exterior, sino acreditar que quien lo recibe reside fuera y paga con cuentas de un banco extranjero.
¿EXONERACIONES?
Si bien en el sector privado existe consenso en considerar que el doble tributo resta competitividad y debiera regularizarse para dejar de estar tan rezagados en esta fuente alternativa de ingresos a la minería, las opiniones se dividen cuando se habla de darle estímulos especiales, bonos, facilidades o exoneraciones al estilo de las zonas francas.
Jorge Gil, director de la carrera de Negocios Internacionales de la UPC, considera que la meta sería fácilmente superable si se arman clústeres para determinados subsectores con beneficios especiales adicionales (menor impuesto a la renta o predial, por ejemplo).
Esto se podría aplicar a las imprentas o a la industria del software (el Silicon peruano), agrega, porque agrupados en una zona se complementan, hacen sinergias y logran ser más eficientes. “Se trata de darles flexibilidad, facilidades, como un impulso, pero siempre con una participación marginal del Estado, dejando que ellos innoven en su forma de trabajar para ser más competitivos”, sostiene.
Lazo considera que estas alternativas son viables, pero siempre que se analice con mucho cuidado la propuesta para elegir un sector rentable con alto potencial de negocio por el cual apostar de manera temporal, tal como se hizo en Costa Rica y Colombia con excelentes resultados.
“Lo que la industria de servicios necesita no son exoneraciones, sino evitar sobrecostos por doble tributación. A lo mucho, podemos pensar en crear un Drawback [devolución o restitución de aranceles] para servicios con alto potencial, pero no más”, refuta Óscar Vásquez, gerente legal de KPMG Perú.
“Las exoneraciones son innecesarias. Si das este tipo de beneficios tributarios estás haciendo una promoción artificial, porque el negocio no es tal, solo se sostiene en esa medida temporal. Si la desactivas, adiós negocio”, añade Eduardo González, del Estudio Muñiz. “Ese trato diferencial supone riesgos fiscales y crea incentivos que no se respaldan en el negocio y cuyos objetivos finalmente no se logran. A la larga hasta los perjudica”, remata Tuesta, quien recuerda que aquí, por ejemplo, con los Ceticos, el progreso real no se ha dado.
“El camino es dar servicios de calidad, eso es lo que te vuelve competitivo y no el poseer una liberación de impuestos eterna”, remarca Tuesta.
¿COMPETITIVOS?
El consenso es siempre claro cuando se habla de la necesidad de ser más competitivos para sumar clientes extranjeros de los servicios peruanos. Esa es, finalmente, la cuestión de fondo, el elemento clave del éxito.
En términos de costos, las subvenciones han sido desde siempre un factor diferencial de alto impacto para lograr bajos precios –China es el ejemplo icónico– pero a veces puede llegar a ser vista como competencia desleal. El real valor diferencial no viene de una ley, lo logra la calidad del servicio. Sin ello ni la India ni Costa Rica ni Colombia tendrían hoy altos dividendos.
¿Cómo lograr ser competitivos? Más allá de eliminar el doble impuesto, sugerencias hay varias. Jorge Gil recomienda asociar a los subsectores, tal como se hizo con los productos agrícolas, para juntos ofrecer ofertas estándares y recibir capacitaciones que eleven su desempeño. Tuesta agrega que se podría rebajar el costo de los asesoramiento técnicos provenientes del extranjero (reducir pago por regalías) y facilitar la contratación de expertos peruanos radicados fuera. Vásquez va más allá y habla de generar talento a medida desde las universidades, pero eso es solo el principio. La competitividad es, en suma, resultado de un trabajo acucioso de planeación creativa y ejecución efectiva acompañada por una normativa adecuada, ni más ni menos.