Fernanda Beigel*
A 120 años del nacimiento de José Carlos Mariátegui, el movimiento indígena juega un rol fundamental en América Latina. En varios países de la región se observa un proceso de “indianización” de la política que ha alcanzado madurez en el gobierno de Evo Morales, desplazando toda forma de “indigenismo”, entendido este último como representación del indio a través de vanguardias políticas o culturales externas a esas comunidades.
En este contexto, tiene sentido preguntarnos por la vigencia del “indigenismo revolucionario” que promovió Mariátegui en la década de 1920, y la articulación que propuso entre el problema indígena, la cuestión nacional, y la desigualdad de clase. Una de las principales tensiones para una relectura actual del proyecto de Mariátegui es la aleación entre la herencia andina –que le permitió acercarse a la cosmovisión india, particularmente visible en su postulación del mito como herramienta de construcción política- y la tradición occidental, que se manifiesta en su adhesión al marxismo, lo que para muchos, representaría un obstáculo para lo primero.
Efectivamente, Mariátegui fue un intelectual indigenista que desarrolló su praxis en dos esferas: la dimensión política, relacionada con las reivindicaciones del indio en la sociedad peruana, sus derechos económicos y políticos. Luego la dimensión cultural, ligada al vanguardismo artístico que Mariátegui impulsó desde su revista Amauta, y que contribuyó a la reflexión sobre el pasado cultural y la herencia andina en clave contemporánea.
Las masas indígenas se convirtieron en el sujeto –no excluyente, pero con una centralidad importante- de la revolución que Mariátegui propiciaba para el Perú. El vanguardismo estético indigenista, por su parte, aparecía como una vía de conocimiento para una “nueva generación peruana” que procuraba acercarse a la historia e identidad cultural de las comunidades indígenas.
En este camino, Mariátegui advirtió algunas dificultades del “indigenismo criollo” y prefiguró algunos elementos del indianismo de hoy. Particularmente detectó la exterioridad del indigenismo respecto de las comunidades indígenas, la racialización que estaba implicada en la opresión del indio y el papel que el mito tenía en las masas campesinas. Promovió la “literatura indigenista” pero planteó que ésta tenía una diferencia radical respecto de la “literatura indígena” que sería escrita por los propios indios.
El indigenismo revolucionario que propiciaba Mariátegui y el “Nuevo Perú”, que sintetizaba este proyecto, estaba lejos de identificarse con la institución estatal que había dominado los destinos peruanos hasta el siglo XX. Ponía en tela de juicio la idea que se tenía hasta el momento acerca de la identidad nacional y señalaba al Estado oligárquico como el principal responsable de la amalgama entre la “República” y la feudalidad. Concebía al nacionalismo revolucionario como un proyecto capaz de integrar la memoria histórica indígena con las necesidades de todos los habitantes del Perú. Las comunidades indígenas habían resistido a las duras condiciones de opresión y representaban, para el Amauta, un factor natural de socialización que sobrevivía en el presente y que sentaría las bases del socialismo peruano.
Para Mariátegui el problema indígena no era un “problema étnico”, sino un problema económico y social, relacionado con la tenencia de la tierra. Pero entendía que en los países de población mayoritariamente indígena la reivindicación racial era dominante, puesto que el quechua o aymara veía su opresor en el “misti”, en el blanco. Y esto volvía más urgente “erradicar el desprecio que en las mismas filas revolucionarias mestizas se sentía por el indio”. Una denuncia que evidenciaba la persistencia de la colonialidad en el propio vanguardismo.
Como vemos, son trazos de indianismo en un suelo todavía indigenista que Mariátegui no podía dejar de transitar, como buen hijo de su tiempo. Pero son reflexiones vigorosas, que siguen despertando interés en “la escena contemporánea”. Porque el desafío actual de los movimientos sociales en América Latina se mantiene vinculado con estas preocupaciones de Mariátegui: cómo articular un proyecto capaz de derribar esa racialización trípode que sostiene la desigualdad de clase, la discriminación étnica y el imperialismo?
*Profesora titular de Sociología Latinoamericana y Directora del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza-Argentina).