Carmen González Cueva
El mundo se viene transformando. Las familias también. Como consecuencia de ello, la figura paterna viene sufriendo cambios sustanciales. Factores importantes han sido el movimiento que defiende la igualdad de género, las nuevas formas de crianza, la consolidación de la mujer en el mundo laboral, entre otros.
Los cambios a los que nos vamos a referir están vinculados a la a forma de ejercer la paternidad. Hay un nuevo sentido de la función paterna. Que no necesariamente la ejerce el padre biológico. Más que de padre, habría que hablar de la función paterna.
¿POR QUÉ EL VÍNCULO MATERNO ES MUCHO MÁS FUERTE QUE EL PATERNO?
Las mujeres elegimos tener hijos porque ese instinto existe. Los hombres también, pero el instinto es más lejano. La madre o sustituta es imprescindible para el nuevo cachorro humano que no se vale por sí mismo al nacer. La madre está en las raíces de la vida de cada ser humano. El padre puede estar lejano, no es vital para que el infante sobreviva. No tener a la madre cerca, en los albores de la existencia puede ser un drama. Sin embargo las exageraciones en relación a esta función -donde se le atribuye a la madre hasta el destino del hijo- trae como correlato que ella y la sociedad asocien madre con sacrificio; y, para los hijos, una deuda imposible de pagar y el origen de sentimientos culposos. Dentro de este contexto la mujer era la todopoderosa en el hogar mejor dicho en el cuidado del hogar y los hijos. El marido, necesario para la sobrevivencia económica y para cuando la caverna entrara en desórdenes. “Le voy a decir a tu papá lo que estás haciendo” y entonces el padre llegaba a “corregir”. Ella dadora de amor y él de la autoridad, fuerza y dureza.
Hay que recordar que los padres en los mitos no son precisamente amorosos. Abraham por poco sacrifica a su hijo Isaac, Cronos se los come, Layo casi mata a Edipo. Ha habido entonces a través de la historia la idea de un padre no afectivo. Para muchos “tampoco tendría por qué serlo porque para eso está la madre” En el inconsciente está grabado que el padre no tiene por qué dar la ternura, necesariamente. Hasta de malvado se le ha calificado cuando no cumplía con la función esperada.
En cambio la madre, casi sagrada. Lo que tampoco coincide con la realidad. Será por esto que no se ha estudiado lo suficiente las ventajas de la función paterna. Pero sí, lo mal que produce su ausencia; lo bueno de su presencia ha sido obviado.
EL PADRE EMOCIONAL
Esta situación es la que está cambiando. Se construye día a día un nuevo tipo de padre acorde con la mujer de hoy. Es el necesario también para dar un insumo emocional para los hijos y desde que nacen. Los padres ahora arropan más, bañan a sus bebes, cocinan. Esta nueva imagen y realidad se viene forjando a puro esfuerzo. No hay modelo que seguir. Es pura creación producto de la nueva realidad familiar y social.
Se empieza a dar verdadera importancia a las funciones paternas, y a sus efectos sobre las emociones de los hijos. Las mujeres vamos dejando de tener el monopolio de lo emocional. Aunque todavía a muchas les cuesta quitarle al marido el rol del jefe de disciplina y a compartir las funciones de acunar. Ahora los varones deben dialogar de igual a igual con sus parejas y eso es ejemplo favorable para los niños de diferente género que caminan hacia la igualdad.
-Los hijos con padre afectuoso se beneficien en su desarrollo. Los hace sentir con mejor autoestima.
¿Y cuando los padres se separan como se ejercerá la función paterna?
A nivel de Estado debería haber políticas de concientización para que los padres sepan que la separación es de la pareja pero que esto les exige un vínculo más fuerte y genuino con los hijos a los que verá por contadas horas. El vínculo ha de ser altamente cualitativo como contraparte a la no convivencia con ellos.
A nivel de los propios padres concientizarse en que el desarrollo de sus aspectos emocionales los hace mejores personas y que esta cualidad construirá hijos más sanos y futuros mejores padres.
LOS NUEVOS PADRES
La nueva paternidad exige no sólo nuevas tareas y funciones sino un propio desarrollo personal donde las emociones sean cada vez más presentes, También una nueva conciencia de masculinidad. No todos los padres tienen la apertura para esto. Sin embargo ya se observa cada vez más la presencia del nuevo padre: afectivo, que acariña y que finalmente podrá intercambiar roles con la pareja. Que no tiene temor a mostrar sus emociones, que puede mostrar sus aspectos vulnerables y que su “autoridad” no es más el autoritarismo de antaño. Se ha desdibujado la imagen del padre poderoso, portador de apellido.
La presencia de este es una necesidad básica para las generaciones de hoy y las de mañana. Y para los propios padres también en su desarrollo como seres humanos más integrados.