Stephen Hawking y el peruano Jaime Traverzán. (Foto: Facebook de Jaime Traverzán)
Stephen Hawking y el peruano Jaime Traverzán. (Foto: Facebook de Jaime Traverzán)

[Este texto fue publicado en "El Dominical" el 8 de enero del 2017 por los 75 años de Stephen Hawking]

"He utilizado mi trabajo como anzuelo para conocer gente que siempre quise conocer. Hawking era mi aspiración máxima", dice el fotógrafo el peruano Jaime Travezán, quien ha fotografiado al famoso científico. Sin embargo, el encuentro no fue fácil. La primera vez que lo intentó fue debido a la invitación de un amigo suyo, el físico y periodista José Edelstein, quien debía visitar a Hawking en Cambridge para un libro que preparaba sobre él. Pero cuando llegaron a la sesión se encontraron con un asistente que les dijo que lo habían tenido que llevar de emergencia al hospital. El encuentro quedó postergado. Un año después, Travezán recibió una comunicación de la oficina de Hawking, en la que le avisaron que el profesor estaba en óptimas condiciones y que lo estaba esperando para que lo fotografíe. "Dejé todo lo que estaba haciendo y dos horas después llegué a Cambridge desde Londres. En ese lapso, Hawking había sufrido otra recaída y había tenido que cancelar la sesión. Tan cerca y tan lejos otra vez", dice Travezán.

De esta manera, retratar al físico se convirtió en una obsesión para él. Tuvo que pasar otro año más cuando José Edelstein lo volvió a llamar para decirle que entrevistaría a Hawking para otro artículo y le preguntó si todavía tenía ganas de fotografiarlo.

No lo podía creer cuando Stephen lo recibió en su oficina con su equipo de asistentes. "Todos estaban de buen humor y el ambiente era muy informal —cuenta el fotógrafo— aprendí que los físicos son los grunges del mundo de la ciencia. Son pelucones y suelen vestir desaliñados. No hay etiqueta que valga y a Hawking y a sus colegas les gusta que los llamen por su nombre".

Stephen Hawking y Jaime Travezán. (Foto: Facebook de Jaime Travezán)
Stephen Hawking y Jaime Travezán. (Foto: Facebook de Jaime Travezán)

La entrevista duró dos horas. Se hicieron muchas fotos, tanto en su oficina como en otros espacios donde los llevó Jonathan Wood, el asistente de Hawking.

"Estar frente a él fue sumamente extraño, quizá porque lo hemos idealizado de muchas maneras, por su condición de superviviente, por tener el cerebro más prodigioso o por estar frente al famoso personaje que sale en Los Simpson. La realidad es que es una persona que sigue burlando la muerte cada segundo de su vida. No habla, no se mueve, permanece inerte. Invade un silencio que da miedo. Cada respuesta a la entrevista de José duró una eternidad", cuenta Travezán.

Lo único que se percibe es el sensor pegado a su mejilla que transmite rayos infrarrojos que son detectados por los anteojos del genio; estos pasan a la pantalla de un computador. Elaborar cada palabra le demora como un minuto. Y en sus respuestas tiene que sintetizar de tal manera para que sean contundentes con el mínimo de palabras requeridas.

"Nos explicó la historia del mundo en 27 palabras", asegura Travezán. El genio no se mueve, apenas puede sonreír, pero lo hace siempre que se lo piden. En las fotos se le ve jovial. Finalmente, es un superviviente de 75 años.

Contenido sugerido

Contenido GEC