El Dominical: La imagen que tenemos del padre en nuestro país -en un sentido político- es casi la de un ser todopoderoso. El Inca, el virrey, el dictador.
Max Hernández: Primero deberíamos considerar que la imagen en juego aquí no es la imagen del padre sino la del padre primitivo. Porque el padre tiene funciones establecidas de cuidado, de seguridad, de protección, de equidad, es decir lo que se llama la "ley del padre". En esta lógica, entonces, lo que veríamos en el Perú sería otra cosa, aquel padre primitivo que quiere hacer de su voluntad la ley y no someterse a ella. Por eso, el gobernante que quiere colocar la ley por encima de sí mismo es visto como débil.
Saúl Peña: Estoy de acuerdo. Yo intentaría complementar lo que Max dice pensando que esa representación del padre tiene reminiscencias de una constelación superior, en la que al padre se le vincula con una situación de autoridad que a veces se exacerba...
E.D. En nuestra tradición religiosa aparece la imagen del padre castigador y de la madre protectora. En la experiencia de ustedes, ¿creen que esa división entre las ideas del padre-autoridad y la madre-comprensión es positiva?
S.P. Políticamente nuestro país se ha visto gobernado por una tradición paternalista. Públicamente aparece la imagen del papá estado como una figura vertical y autoritaria. Pero en realidad eso refleja una debilidad profunda porque muchas veces ese papá estado tiene que hacer uso de la violencia para ejercer su autoridad.
M.H. No creo que el sistema social que nuestro país planteó en sus orígenes haya sido el que erige la imagen del padre tal como la concibe la tradición judeo-cristiana. En el antiguo Perú funcionaba la familia extendida. El propio sistema Inca se sostenía en el incesto real. Y de pronto, esa tradición sufre la presencia del sistema patriarcal español, y este sistema es traído por hombres que vienen sin mujeres. Entonces no hay ley del padre sino fecundación forzada.
S.P. Y promiscuidad y violencia. Visto políticamente no aceptamos a los presidentes considerados débiles. A un Bustamante y Rivero, por ejemplo, lo sacan y dicen "este presidente es para Suiza", y era probablemente el presidente más decente que ha tenido el Perú, a pesar de sus errores. Entonces, ¿cuál es el hombre fuerte? ¿El duro, el prepotente, el machista, o el que tiene principios, ética, capacidad creativa, capacidad de amar? Yo defino al hombre por su capacidad de amar: el hombre que no ama a la mujer para mí no es hombre.
E.D. ¿Y cómo funciona todo esto en un nivel de lenguaje? Está el viejo personaje de Papá Chuiman, que es el pícaro, el que lo sabe todo. Y en el nivel de la madre una "mamacita" es una mujer atractiva...
M.H. Y la frase "es una madre" significa que un hombre es blandengue. Pero hablando de palabras, por ejemplo, el respeto de Bustamante por la ley genera la expresión terrible: "el presidente cojurídico", con todas las connotaciones de la palabra.
S.P. Es terrible, sobre todo porque en realidad se trata de una proyección de los problemas que vivimos día a día. Lo vemos con los casos de los hogares sin padre, con los padres que usan y abandonan a la mujer. Si el hombre hace eso con la mujer, es decir, la usa, la desprecia y la abandona, imagínense cómo quedan los hijos. En el Perú hay una especie de tánatos contra la mujer, y también un filicidio, un deseo de acabar con los hijos.
M.H. Es cierto. Pero también es cierto que no hay solo orfandad al interior de la familia, está también la orfandad del migrante. El migrante enfrenta un medio que le es profundamente hostil. Por lo tanto reproduce la hostilidad de su entorno en sus relaciones familiares y luego otra vez en su entorno. Se forma un círculo vicioso. ¿Cómo cambiar esa situación?
S.P. Es una pregunta crucial...
M.H. ¿Qué hacer con la mentira, por ejemplo? La mentira vive prácticamente entre todos nosotros. Pensemos en nuestra ambigüedad, por ejemplo, para concertar una cita. Eso enloquece a los extranjeros. Y es un tema que tiene que ver con la no concreción de la "ley del padre". Es, paradójicamente, un sistema patriarcal sin respeto a la ley del padre.
E.D. ¿Es aún vigente esa idea psicoanalítica que consiste en que la mujer joven siempre está buscando en su pareja algo que le recuerde a su padre?
S.P. Yo creo en una libertad primigenia hasta en esas selecciones: creo que siempre hay dos posibilidades, escoger a una pareja similar o a una del todo distinta. Muchos psicoanalistas opinan sin embargo que aún si escoges lo contrario a la imagen del padre, ésta sigue presente. Pero hay otra elección narcisista que es buscar a una pareja que se parezca a ti: en lo que has sido, en lo que eres o en lo que vas a ser.
M.H. Ahora, es interesante pensar en la organización paradojal de lo que plantea el psicoanálisis. Si uno eligiera a una pareja idéntica al progenitor del otro sexo, la elección parecería incestuosa. Pero por otro lado, si vas a elegir a alguien absolutamente opuesto a tu progenitor del sexo opuesto no habría ninguna familiaridad afectiva. Pero estos trazos no necesariamente son trazos visibles y objetivables. A veces puede ser un gesto, un detalle, algún indicador.
S.P. Y hay algo de búsqueda de lo nuevo, también.
E.D. Según algunos estudios, cuando uno nace no se siente diferenciado de la madre, de su cuerpo. Siente que son lo mismo. Y la relación con el padre es menos intensa en esos años. ¿Cuándo es importante la función del padre?
M.H. Eso moviliza en el padre los celos y angustias más primitivos. Uno siente que lo están alejando de esa proximidad que creo que en el fondo todos anhelamos. Pero yo creo que el padre cumple una función de soporte protegiendo esa díada entre madre e hijo, como un tercero que vela esa unidad.
S.P. Estoy de acuerdo con Max en que el padre no aparece como figura concreta en la primera infancia. Sin embargo, creo que está dentro de esa madre, en sus afectos.
M.H. Además, yéndonos ligeramente hacia otro lado, la posibilidad de que el niño sienta que es producto de una cópula deseada le da sustento afectivo. Y eso no quiere decir simplemente que haya visto el coito feliz de sus padres sino que haya visto que hay respeto entre ellos.
S.P. Definitivamente. Una de las expresiones más importantes de la salud mental es la forma como cada uno de nosotros ha internalizado la cópula de sus padres.
¿CÓMO RECUERDARN LOS ENTREVISTADOS A SUS PADRES?
MAX HERNáNDEZ: LIBERTAD BAJO PALABRA
Mi padre era un limeño mazamorrero: Máximo Hernández Parcos. Y mi madre era una castellana, de un pueblo cercano a Burgos: Rosa Camarero. Ella vino al Perú a los 12 años. Yo he vivido muy fuertemente la pugna entre un padre juguetón y dicharachero y una madre vertical y clara. Cariñosísima, pero estricta: para ella el pan era pan y el vino vino. En cambio, para mi padre el pan podía ser galleta y el vino podía ser sangría, y así. Y ciertamente hay huellas importantes: él siempre fue muy respetuoso de la libertad. Recuerdo que cuando leí "Gran Sertón" de Guimaraes Rosa, hace tantos años, encontré una frase y se la leí a mi padre, con el alborozo de mis hermanos Luis y Carlos -que era bastante menor-: "Para Riobaldo Tatarana la libertad es un vicio". Ese era mi papá. Probablemente eso es lo más importante que he sacado de él. Eso y su amor a la poesía, al hablar bien.
SAúL PEÑA: EL JARDíN EN EL CUARTO
Mi padre, Alejandro Peña Silva, era jaujino, como yo. Y abogado. Mi madre Nena Kolenkautsky Koifman es judía-rusa. El se enamoró desde que la vio. Establecieron un vínculo sin palabras, sin ningún idioma hablado. Ella no sabía castellano ni él ruso. Pero para suerte de mi padre, ella se hospedó en el segundo piso de la única notaría que tenía Jauja entonces: la de un tío mío. Una noche, mi padre le pidió al portero que apenas la señorita se durmiera rodeara de flores su cama, y que pusiera al lado una tarjeta suya. Mi madre se despertó en medio de un jardín colorido. Después de ese gesto empezó un romance muy intenso. Soy fruto de ese amor. Tengo incluso una fantasía: creo que fui concebido en una huerta de Jauja, en plena libertad.
*El Dominical, 15 de junio del 2003