“¿Qué quieres ser cuando seas grande?”. “¿Cómo se ve usted de aquí a X años?”. Todos, en algún momento, nos hemos visto tentados a imaginar el futuro, al menos el personal, pues si pensamos en un panorama más amplio, como por ejemplo cómo será la humanidad del mañana, esa tarea se la hemos dejado a científicos, analistas políticos y, por supuesto, a escritores y cineastas.
Nada como la ficción para pintar el futuro. Felizmente, casi siempre sin éxito. Y digo felizmente porque, salvo raras excepciones como Los Supersónicos —dibujo animado creado en 1962 por William Hanna y Joseph Barbera, cuya feliz trama se desarrolla en el año 2026—, lo que nos suelen augurar los futuros ficticios es una sociedad tecnológicamente hiperdesarrollada, pero marcada por el apocalipsis, las guerras nucleares, las luchas contra las máquinas o contra seres de otros planetas. Distopías puras.
En ese sentido podemos citar y analizar: 2001: odisea en el espacio (1968), película de Stanley Kubrick basada en el libro de Arthur C. Clarke; Fahrenheit 451 (1966), película de François Truffaut basada en el libro de Ray Bradbury, que sitúa la acción años después del 2010, o El planeta de los simios (1968), película de Franklin J. Schaffner basada en la novela de Pierre Boulle, entre muchísimos otros ejemplos. Pero el tema viene a cuento porque acabamos de empezar el 2019, un año que no escapó a diversas profecías de la ficción. Y vale la pena revisar algunas.
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Así llegamos a la historia de Blade runner, película de 1982, dirigida por Ridley Scott y basada en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, publicada en 1968. Tanto el libro como el filme transcurren en el 2019. ¿Acertaron Ridley Scott y Philip Dick al imaginar nuestro tiempo décadas atrás? ¿Tiene algo que ver el mundo retratado en la película con el que vivimos actualmente?
Si nos guiamos por Blade runner, debimos recibir el año nuevo preguntándonos si quienes estaban a nuestro alrededor eran personas o replicantes, los androides perfectamente diseñados para verse y actuar como humanos. En la ficción era tanta la similitud entre unos y otros que la única forma de diferenciarlos era mediante un test de empatía, llamado “test de Voight-Kampff”. Qué miedo. En nuestro 2019 —el de verdad— hay decenas de científicos trabajando en la construcción de robots realistas, hay mascotas robots que se usan en el tratamiento para personas con alzhéimer y se han hecho grandes avances en la inteligencia artificial, pero no estamos cerca, de ninguna manera, de confundir a las máquinas con los seres humanos. Felizmente.
Pero pongamos las cosas en contexto: estamos ante la historia de Rick Deckard (Harrison Ford), un policía especializado en cazar replicantes. Si bien estos se crearon para cumplir tareas que los hombres ya no querían hacer, una nueva y ‘mejorada’ generación de replicantes, los Nexus-6, empezaron a desarrollar emociones primero y a cometer crímenes después. Los blade runners eran los llamados a eliminarlos. El problema es que Deckard se enamora de una replicante: Rachel.
La sociedad que la película plantea es oscura, agresiva, individualista y casi nihilista. En algún punto podría parecerse al mundo actual. Y, si bien no existen robots que se parecen a nosotros, sí hay máquinas que toman decisiones a través de complicados algoritmos. ¿Están cambiando nuestros cánones éticos? ¿Son las distopías el escenario perfecto para plantear estas preguntas?
Frente a los conflictos filosóficos que nos plantea esta historia ambientada en la ciudad de Los Ángeles, están las fantasías del progreso tecnológico. El uso cotidiano de los autos voladores, por ejemplo, situación que se narra también en más de una historia de ciencia ficción, y que no se ha hecho realidad aún, aunque se ha intentado. El carro autónomo de Google es, seguramente, un paso adelante en el proceso. Otra cosa a la que no hemos llegado ha sido la colonización del espacio exterior, una fantasía recurrente. Blade runner no escapó a ello. En la vida real, la NASA convocó, el 2016, a voluntarios para un futuro viaje a Marte, pero la colonización de dicho planeta —o de cualquier otro — es más que improbable.
Sin embargo, la película tuvo algunos aciertos. Por ejemplo, las videocomunicaciones, aunque en la película Harrison Ford recurre a una cabina telefónica para hacer una videollamada, pues ni la más afiebrada fantasía imaginaba el uso y abuso que hacemos hoy de los teléfonos celulares. En lo que Blade runner atinó, sin discusión, fue que en el 2019 íbamos a conversar con nuestras computadoras. En una escena, Ford usa comandos verbales para analizar una fotografía en la pantalla. Nosotros, en nuestro día a día, podemos conversar con Siri o con el asistente de voz de Google y preguntarles la hora o saber cuánto demoraremos en llegar al trabajo.
No es un ejercicio ocioso analizar el futuro que plantea la ciencia ficción, sobre todo cuando el avance técnico puede ser una excusa para reflexionar sobre lo más profundo de nuestra humanidad.
Para ver:
Puedes ver el tráiler de la primera película de Blade Runner protagonizada por Harrison Ford