2010. Dammert fue distinguida por su trayectoria con la Medalla de Lima en una ceremonia organizada por la Municipalidad de Lima. [Foto: Nancy Chappell]
2010. Dammert fue distinguida por su trayectoria con la Medalla de Lima en una ceremonia organizada por la Municipalidad de Lima. [Foto: Nancy Chappell]


Por Gonzalo Rodríguez Risco

El 5 de noviembre nos dejó una de las actrices más talentosas y queridas de la escena nacional, la gran Claudia Dammert. Una actriz cuya carrera abarcó varias décadas, y que era capaz de hacernos reír, llorar o cantar con ella con la misma intensidad, y siempre demostrando su amor por los escenarios, por su público, por la vida.

Claudia tenía una cualidad especial y admirable: aunque no la conocieras en persona, de alguna forma sentías que la conocías. La primera vez que fui a su departamento, convocado por ella para trabajar en un proyecto, me recibió con un abrazo muy fuerte, me llevó a la mesa y me habló de las mermeladas naturales que hacía su amiga, del pan que había conseguido para celebrar nuestra primera reunión; y, mientras esperábamos al resto del equipo, este dramaturgo, abochornado y abrumado por conocer a una de las artistas que más admiraba, le terminó contando partes de su vida reservadas solo para los amigos más cercanos; y es que de alguna forma ya lo éramos.

Hace pocos días, casi como un presagio, Claudia escribió en su página de Facebook: “¿Será que la Muerte es mi amiga desde hace tanto tiempo y por eso no me entristece su aparición? ¿Será que me entiendo semilla, flor, fruto, madurez, muerte, descomposición, para volver a un nuevo ciclo de vida? […] Lo que sí, me hago el firme propósito y le pido todos los días al multiverso-Dios-Diosa, que todo lo sabe y nos presta su sabiduría, que, cuando llegue mi momento de desencarnar hacia otros planos, esté preparada y sea lo más consecuente y coherente posible para que mi partida sea una fiesta para todos los que me conocieron”.

Cumpliremos, querida Claudia, con una fiesta, con un aplauso de pie, pero también con unas cuántas lágrimas, mientras nos regalas una sonrisa que seguirá iluminando la escena.

Contenido sugerido

Contenido GEC