Carlos Oré Arroyo

En un pequeño estudio en la azotea del Centro Cultural de la Universidad Federico Villareal, Cronwell Jara ha encontrado el espacio idóneo para sentarse a corregir el manuscrito de su próxima novela. Entre esculturas de Vallejo, pinceles, pintura y una ventana que lo rescata del infernal calor limeño, el reciente ganador del Premio Casa de la Literatura Peruana vuelca su concentración en los episodios que lo regresan a su querido patio de letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, espacio que lo inspiró a escribir esta nueva obra.

La CasLit le ha hecho merecedor al premio que cada año entrega para reconocer la trayectoria de escritores nacionales. El jueves 25 de abril distintas personalidades se reunirán en la Estación Desamparados para homenajear al peculiar escritor que hoy nos recibe para hacer un breve repaso por su vida que ha estado plagada de historias y anécdotas tan icónicas como sus relatos.

Cronwell sale del estudio vistiendo su clásica boina, lleva los bolsillos de su camisa llenos de lapiceros y una libreta y carga una taza de café caliente que bebe de a sorbos mientras el sol golpea la ciudad, pero nada de eso parece importarle pues comienza a narrar anécdotas que ha revivido en su nueva novela sobre San Marcos. Recuerda amigos, los salones de la universidad y los años en que veía marchar a los militantes de Sendero Luminoso con escopetas de palo por la ciudad universitaria. –Nadie les tomaba en serio. Se burlaban de ellos – dice – Ese fue un gran error, pensar que nunca harían las atrocidades que hicieron.

Nos ha pedido no hablar de temas políticos pero entre palabra y palabra nombres como los de Belaúnde y Fidel Castro van apareciendo con naturalidad. –Una vez en Cuba estábamos sentados varios escritores con Castro y a nadie le prestó atención más que a mí porque yo no le hablé de política sino de literatura y arte – y grafica una mesa larga sobre el aire con sus dedos – recordaba a Velasco pero sobre todo al pisco – dice y se detiene un momento para notar que ha caído en la rueda política.

-Bueno, pero no hablemos de política – dice sorprendido
-Hablemos de tu historia y tus historias, Cronwell – le digo
-Bueno de eso sí – y se empieza a acomodar el micrófono debajo de la camisa.

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