Por: Pedro Cornejo
Escrutinio ciudadano
Hoy es el referéndum, un procedimiento democrático por el cual se somete al voto popular la toma de ciertas decisiones políticas que afectan al conjunto de la población. El Poder Ejecutivo ha considerado pertinente llevar a consulta cuatro cuestiones que, por su carácter controversial y decisivo, merecen, a su juicio, pasar por el escrutinio de la ciudadanía que, en ejercicio de su libertad, dará su dictamen.
El libre albedrío
Pero el ejercicio de la libertad tiene sus bemoles aunque su manoseo constante e indiscriminado nos lleve a dar por sentado que su significado es obvio. Y no lo es. A lo largo de la historia de la filosofía, en general, y de la ética y la teoría política, en particular, el término ha sido objeto de un debate interminable. En un esfuerzo por simplificar las cosas, sin embargo, Occidente ha tratado de reducir su complejidad semántica a una de sus acepciones históricas: la de libre albedrío (del latín libero arbitrium) o libre elección, cuyo origen se remonta al pensamiento cristiano primigenio y, especialmente, al de Agustín de Hipona. Según esta doctrina, las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones siempre y cuando no exista un factor externo que se lo obstaculice, impida o fuerce en un sentido distinto. Dicho en otras palabras, actuar o elegir libremente es hacerlo de acuerdo a la propia voluntad subjetiva, sin condicionamiento ni coerción alguna. Y es sobre esta base que se sostiene por ejemplo la idea de que el hombre es responsable de sus actos y de las consecuencias que se deriven de ellos.
¿Condenados a ser libres?
No obstante, siempre ha existido consenso en que este libre albedrío no supone necesariamente conocer cuál de las opciones que tenemos frente a nosotros en cada situación particular es la mejor. Y, de hecho, la mayoría de las veces elegimos sin estar racionalmente seguros de nuestra decisión. Pero no tenemos alternativa, pues, como decía René Descartes, podemos suspender nuestro juicio sobre las cosas, pero no podemos dejar de actuar.
Baruch Spinoza, a diferencia de Descartes, consideraba que el libre albedrío es ilusorio. “Los hombres se equivocan, en cuanto piensan que son libres; y esta opinión solo consiste en que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas por las que son determinadas”. Esto, en Spinoza, incluye a todo el universo de inclinaciones, deseos y emociones que nos inducen a elegir esto o aquello sin percatarnos de las causalidades que están detrás.
La importancia del contexto
Evidentemente, las elecciones que hacemos en el ámbito de la vida política también están inscritas dentro de contextos (psicológicos, sociales, económicos y, por supuesto, políticos) que las delimitan. ¿Niega esto la libertad? “De ninguna manera”, dice Maurice Merleau-Ponty. “Solo se quiere decir con ello que la libertad no puede ser absoluta. Es cierto que no he elegido ser libre, como no he elegido nacer. Pero […] puedo tomar conciencia de la orientación de mi existencia generalizada y elegir una orientación nueva, dando nuevo impulso a mi vida como existencia consciente, libre y personal”.
Siempre hay un resquicio que abre la posibilidad de ir más allá de lo que está dado. En tal sentido, la libertad es apertura y cada elección que hacemos nos coloca ante situaciones nuevas de las que somos, al menos en parte, responsables.
Como lo seremos hoy cuando decidamos votar sí o no a las preguntas que plantea el referéndum.