A tres horas y media de París y a orillas del río Garonne, un centenario castillo ha cobijado por siglos una tradición vitivinícola que buscó distinguirse y evolucionar con el tiempo. Nacieron con el nombre de Château Palmer, y se cobijaron en tierras bordolesas bajo la apelación de origen Margaux (Médoc, suroeste de Francia).
Jean-Louis Carbonnier, director para las Américas de Château Palmer, estuvo en Lima para compartir el estilo de estos mostos y contarnos un poco de la historia detrás de sus vinos.
UN CLARET PARA EL REY
La historia de Château Palmer se remonta a 1814, cuando el general inglés Charles Palmer (1777-1851) compra un dominio vitivinícola en Médoc, al que dio su nombre. Sin saber mucho de vinicultura, pero sí de inversiones, Palmer produce su primer claret (tinto pálido), un vino que fue introducido por su dueño a Inglaterra para ser vendido tanto en los clubes londinenses como a la corte del rey George IV.
No obstante este éxito, las finanzas de Palmer se vinieron abajo, por lo que en 1843 la propiedad pasó a nombre de la Caja Hipotecaria de París.
En 1853 los hermanos Émile e Isaac Pereire –responsables de la construcción del tren en el sur de Francia– compraron la propiedad y construyeron en 1856 el famoso Château Palmer, que más tarde, en 1938, fue adquirido por cuatro familias bordolesas –ahora sí profesionales en vitivinicultura– que le devolvieron al vino el brillo de antaño, pero con un estilo propio.
“Tradicionalmente, en la apelación Margaux la cabernet sauvignon es la uva que domina. En la bodega Château Margaux [vecina de Palmer] la usan en más de 80%, mientras que en Château Palmer, después de los años 30, destaca más bien la uva merlot”, cuenta Carbonnier, quien apunta que el estilo de sus vinos también está definido por la presencia (menor) de petit verdot.
El especialista añade que la historia del merlot en la región es algo extraña, “porque no tenemos una explicación particular ni hay archivos sobre su plantación, aunque hoy es el sello de Château Palmer”. Pero además de la cepa, es el tiempo el que le aporta carácter.
EL VINO SE TRANSFORMA
“La particularidad de los grandes vinos de Burdeos –y esto lo saben bien los amantes del vino– es que un mosto joven que goza de gran calidad se transformará y ofrecerá un placer distinto más adelante. Uno del 2005 que probamos 10 años después se muestra joven y sedoso; en 10 años será diferente y en 20 también, pero siempre muy vivo”, apunta Carbonnier.
Para comprender más su explicación, le pedimos “humanizar” su vino. “Es una persona que por un lado es muy abierta y amigable, que es a la vez discreta pero tiene también mucho carácter. Puede dar mucha profundidad y mucha emoción. Y se revela poco a poco”, detalla, diferenciando el Château Palmer de su línea Alter Ego, hecha con las mismas cepas (cabernet sauvignon, merlot y petit verdot) pero con vinificación distinta. “Es un vino más accesible y frutal, que el 2014 tuvo su primera añada biodinámica. En julio próximo se embotella y saldrá al mercado en el 2017”, anuncia.
“En vez de químicos usamos otros productos. Es una forma de agricultura extremadamente tradicional, la que hizo Charles Palmer, con mucha observación y productos naturales”, finaliza, enlazando la historia de estos vinos que miran al futuro sin perder de vista el pasado.