Aún recuerdo que, cuando tenía 4 o 5 años, lo que más anhelaba era tener una mascota. Tal era mi deseo que a todas partes salía con un perro de peluche, cuyo accesorio era un pasador de zapatos. Sin duda, creo que mi insistencia y persuasión infantil influyeron, de alguna manera, para que al poco tiempo mis padres me dieran la oportunidad de crear uno de los vínculos más bonitos que he tenido hasta el día hoy, y de fortalecer mi amor y empatía por los animales.
Sin embargo, ellos, como adultos, no solo se dejaron llevar por mi entusiasmo, sino que también evaluaron diversos aspectos para tomar esta importante decisión, pues tenían claro lo que verdaderamente significaba asumir la responsabilidad de integrar un nuevo miembro de cuatro patas a la familia.
Desde luego, casos como el mío son muy comunes, sobre todo, cuando hay niños en casa. Por naturaleza, cuando somos pequeños, estamos en búsqueda de nuevas experiencias, somos curiosos, tenemos una gran necesidad de compañía y afecto constante, un deseo casi innato de cuidar y una fascinación especial por los animales.
No obstante, ese deseo infantil no siempre se traduce en una experiencia positiva si no se evalúan bien las condiciones. Según explicó Cecilia Padilla, médica veterinaria especializada en dermatología veterinaria y medicina felina, y directora médica de la Veterinaria PetyLab a Hogar y Familia, es muy común que las familias adopten por presión de los hijos, sin detenerse a pensar si esa decisión realmente encaja con su dinámica y estilo de vida.
“Como papás, muchas veces fallamos al no identificar nuestra realidad como familia y la de nuestros hijos. Y es que no todos los niños tienen el mismo temperamento, ni todos los animales son compatibles con ellos. Adoptar por impulso, sin considerar aspectos como la edad del menor o el tiempo que implicará su cuidado, puede traer más problemas que alegrías. Una mascota no es un juguete ni un capricho: es un ser vivo que merece respeto y que acompaña al niño durante gran parte de su vida. Por eso, antes de decir que sí a ese deseo, es fundamental que los adultos se hagan algunas preguntas clave”, expresó la experta.
¿Cómo pueden los padres interpretar el deseo de sus hijos por tener una mascota?
Como señaló la psicóloga clínica Charo Llauce Vigo, es esencial que los padres comprendan el motivo que hay detrás del deseo de tener una mascota. Este puede deberse a una necesidad de afecto, compañía o al impulso de cuidar a otro ser; pero también podría tratarse de una influencia externa, como seguir una tendencia o imitar a otros niños.
Por ello, es importante escuchar al niño con atención y observar si ese deseo se mantiene en el tiempo, demostrando un verdadero interés o si responde a un capricho pasajero. Además, es clave indagar si el menor realmente comprende que se trata de un ser vivo que requiere atención, cuidados y compromiso constante.
Los padres pueden realizar una serie de preguntas que permitan evaluar el nivel de madurez, empatía y compromiso del niño. Por ejemplo, “¿Por qué quieres una mascota?”, “¿Cuánto tiempo estarías dispuesto a dedicarle?”, “¿Qué crees que necesita un perro o un gato para estar bien cuidado?” o “¿Qué harías si se enferma?”.
También pueden plantear escenarios reales, como: “¿Seguirías queriéndolo, aunque pasen los años y ya no sea tan juguetón?” o “¿Cómo reaccionarías si hace travesuras, como romper uno de tus juguetes favoritos?”.
¿Cómo saber si el niño está preparado para cuidar de una mascota?
Si bien no existe una edad exacta para que un niño tenga una mascota a su cargo, ya que esto depende en gran medida de su nivel de madurez, la psicóloga precisó que, a partir de los 6 años, muchos niños pueden comenzar a asumir pequeñas responsabilidades, como verificar que la mascota tenga comida y agua, recoger sus desechos o ayudar a mantener limpio su espacio.
De acuerdo con la licenciada Rosa Ugarte, psicóloga de Clínica Internacional, entre los 8 o 9 años, los niños pueden asumir tareas más constantes, pero siempre bajo supervisión. Por esta razón, es importante recordar que la responsabilidad principal debe recaer en los adultos.
Adicional al factor de la edad, es fundamental que los padres estén atentos a las siguientes señales que podrías demostrar que un niño está preparado para tener una mascota:
- Mantiene el orden de sus pertenencias.
- Participa en tareas del hogar sin necesidad de recordatorios constantes.
- Cumple con sus tareas escolares.
- Cuida de las plantas.
- Sigue indicaciones con respeto.
- Muestra interés por aprender sobre los animales.
- Les demuestra cariño y respeto a los animales.
- Juega con ellos y busca su compañía.
- Actúa con empatía hacia otros seres vivos.
- No los evita ni los trata con miedo o desinterés.
¿Qué aspectos emocionales y familiares deben evaluarse antes de adoptar?
Antes de tomar la decisión, es clave evaluar varios aspectos. Como indicó Llauce, uno de los principales es la salud de todos los miembros del hogar, especialmente si hay alergias y cómo se gestionarán. También es importante preguntarse si están dispuestos a compartir su espacio con la mascota, la cual necesitará un lugar propio, seguro y cómodo.
“Más allá de lo físico, conviene analizar el clima emocional de la familia: ¿hay estabilidad?, ¿hay disposición real para asumir una responsabilidad a largo plazo? Tener una mascota no solo implica afecto y compañía, sino también tiempo, paciencia y constancia para mantener una rutina de cuidados”.
Asimismo, es necesario anticiparse a situaciones cotidianas: ¿qué pasará con el animal durante las vacaciones o en caso de ausencias prolongadas? Pensar en estos escenarios ayuda a garantizar que el bienestar de la mascota no se vea comprometido y que la decisión sea realmente sostenible en el tiempo.
En definitiva, como recalcó la licenciada Ugarte, es vital conversar en familia y llegar a un consenso antes de adoptar, pues si uno de los padres no está de acuerdo, lo mejor es postergar la adoptación.
“Incorporar un nuevo miembro al hogar de por sí implica una gran responsabilidad, y hacerlo en medio de desacuerdos solo complica más el panorama. Cuando no hay consenso, quien más sufre no es la familia, sino la mascota, que puede terminar desatendida o, en el peor de los casos, siendo abandonada. Por eso, lo ideal es que todos los miembros del hogar —especialmente los adultos responsables— estén plenamente comprometidos con la decisión antes de dar el paso”, sostuvo la doctora Cecilia Padilla.
En general, como añadió la médico veterinaria, toda persona, independientemente de si tiene hijos o no, debe contar con tres elementos básico antes de asumir la responsabilidad:
- Espacio: Un lugar que garantice la comodidad y el bienestar integral del nuevo integrante.
- Tiempo: Para jugar, atender sus necesidades, brindarle compañía, etc.
- Dinero: Disponer de recursos económicos para cubrir no solo los gastos de salud, sino también aquellos relacionados con su bienestar: cama, alimentos, juguetes, entre otros.
¿Cómo comunicarle al niño que no es el momento adecuado?
Si los padres concluyen que no es el momento ideal para adoptar una mascota, es fundamental comunicar esta decisión al niño con empatía y respeto. Tal como refirió la psicóloga clínica, el primer paso es validar su deseo, reconociendo que querer una mascota es un anhelo legítimo y comprensible. A continuación, debe explicarse con un lenguaje claro y acorde a su edad por qué no es posible en este momento, mencionando razones concretas.
En este sentido, la experta de Clínica Internacional coincidió en la importancia de acompañar la negativa con comprensión emocional, expresando frases como “Entiendo que te haría muy feliz” y ofreciendo una explicación sencilla y honesta, por ejemplo: “Ahora no es posible porque no tendríamos tiempo para cuidarlo bien”.
“También es útil proponer alternativas: visitar refugios, informarse juntos sobre los cuidados que requiere una mascota o participar en el cuidado de un animal cercano. Estas estrategias permiten que el niño sienta que su deseo fue tomado en cuenta, fortalecen la confianza en la relación y lo ayudan a manejar la frustración de forma saludable”, agregó la psicóloga Charo Llauce.
¿Cómo preparar emocionalmente al niño para la llegada de una mascota?
Para preparar al niño, lo ideal es involucrarlo activamente en todo el proceso desde el inicio. Una estrategia efectiva es compartir actividades que le permitan familiarizarse con el animal antes de su llegada. Por ejemplo, leer juntos libros sobre el cuidado animal, ver documentales, conversar con veterinarios o con personas que ya tengan experiencia, así como conocer las características específicas de la especie que adoptarán. Estas acciones no solo fortalecen el vínculo anticipado con la futura mascota, sino que también promueven la empatía, la comprensión y el sentido de compromiso en el niño.
“Preparar en familia el espacio que ocupará la mascota en casa puede ser muy útil. Hablar sobre cómo podría sentirse el animal al llegar a un entorno desconocido contribuye a que el niño desarrolle sensibilidad y responsabilidad”, comentó la psicóloga clínica.
¿Cómo facilitar la adaptación de la mascota al hogar?
Según la doctora Padilla, lo primero es llevarla al veterinario para una evaluación completa. Esto incluye exámenes de sangre, desparasitación, control de pulgas, administración de vitaminas y vacunación, la cual no debe aplicarse sin diagnóstico previo, ya que, si el animal tiene anemia o está inmunológicamente comprometido, podría enfermarse gravemente tras la inmunización.
Además de los cuidados físicos, la adaptación emocional de la mascota es clave para garantizar su bienestar. Para crear un entorno seguro y tranquilo, existen recursos naturales que pueden ser de gran ayuda. Uno de ellos son las feromonas, sustancias que imitan las señales químicas calmantes que las madres emiten durante la lactancia. Se pueden aplicar mediante difusores o sprays y ayudan a generar un ambiente de calma. Sin embargo, su efecto no es inmediato y deben complementarse con rutinas estables, espacios adecuados y un trato respetuoso.
Otra opción son las flores de Bach, que contribuyen a reducir el estrés y equilibrar emocionalmente al animal. Para notar sus beneficios, es importante su uso continuo y supervisado.
También existen suplementos naturales como el triptófano, un aminoácido que estimula la producción de serotonina —la conocida “hormona de la felicidad”—, y que puede ayudar a disminuir la ansiedad y mejorar el estado de ánimo de la mascota.
En cambio, no se recomienda el uso de tranquilizantes o sedantes farmacológicos, ya que, aunque puedan parecer efectivos en un primer momento, pueden causar efectos adversos muy graves como convulsiones, paros cardíacos o incluso daño psicológico.
“La adaptación puede tardar desde unos días hasta tres meses, dependiendo del temperamento del animal y de la dinámica del hogar. Si pasado ese tiempo persisten comportamientos problemáticos —como destructividad excesiva o agresividad—, lo ideal es consultar con un etólogo veterinario, un especialista en comportamiento animal, que pueda evaluar la situación y proponer ajustes en la rutina o un tratamiento específico”, explicó la médico veterinaria.
¿Qué estrategias pueden usar los padres para involucrar a los hijos en el cuidado de la mascota?
Hablar con los hijos sobre las responsabilidades que conlleva tener una mascota debe hacerse con honestidad, claridad y empatía. Como señaló Charo Llauce, es fundamental utilizar un lenguaje acorde a la edad del niño y explicarle de manera sincera todas las necesidades que implica el cuidado de un animal. Esto incluye alimentación, higiene, paseos, juego, atención médica y tiempo de calidad. También es importante fomentar una conversación abierta, permitiendo que el niño haga preguntas y exprese sus dudas o inquietudes.
Por ejemplo, una buena alternativa es elaborar juntos una lista de tareas relacionadas con el cuidado de la mascota y preguntarle al niño cuáles estaría dispuesto a asumir y por cuánto tiempo. Esta dinámica no solo permite evaluar su nivel de compromiso, sino también su interés real.
Por ello, para que el cuidado de la mascota sea una experiencia positiva y formativa, los padres pueden aplicar las siguientes estrategias:
- Establecer rutinas predecibles: Incorporar el cuidado del animal dentro de los horarios diarios del niño, de forma sencilla y constante.
- Asignar tareas pequeñas y apropiadas a su edad: Por ejemplo, llenar el tazón de agua, cepillar al animal, ayudar a bañarlo o recoger sus juguetes.
- Dar el ejemplo: Los niños aprenden observando. Si los padres cuidan amorosamente a la mascota, es más probable que ellos también lo hagan.
- Reforzar con elogios sinceros: Reconocer el esfuerzo del niño, aunque la tarea no esté perfecta, fomenta su motivación y autoestima.
- Incluirlos en decisiones relacionadas con la mascota: Elegir juntos el nombre, juguetes, cama o comida refuerza su sentido de pertenencia.
- Evitar castigos ante olvidos: En lugar de reprender, es más efectivo acompañar: “Vamos juntos a alimentarlo, ¿te parece?”
- Fomentar el trabajo en equipo familiar: Compartir responsabilidades entre todos fortalece los lazos familiares y enseña colaboración.
- Transformar la responsabilidad en un acto de amor, no en una carga: El cuidado debe ser presentado como una forma de cariño hacia un ser vivo, no como una obligación impuesta.
¿Cómo mantener una buena relación entre la mascota y los niños a lo largo del tiempo?
Para que la relación entre niños y mascotas se mantenga en el tiempo, es clave que la convivencia se base en el respeto, la empatía y el compromiso mutuo. De acuerdo con Llauce Vigo, “el vínculo se fortalece cuando hay cariño, cuidado mutuo y constancia en la interacción. Esto implica establecer límites claros y fomentar actividades compartidas que promuevan una convivencia armónica”.
Una de las claves, como enfatizó Rosa Ugarte, es enseñarles a los niños a interpretar el lenguaje del animal: no forzarlo, respetar sus tiempos y necesidades. Esta comprensión les permite desarrollar una relación más consciente y respetuosa, basada en la ternura y la observación.
Además, reforzar rutinas compartidas —como jugar, pasear o alimentarlo juntos— ayuda a consolidar el lazo afectivo a través de experiencias cotidianas.
“Es importante saber que la relación se construye día a día. Por eso también es fundamental que los padres mantengan conversaciones periódicas con el niño sobre los cambios en el comportamiento o las necesidades de la mascota. Esto favorece una mirada más compasiva y una comprensión más profunda del ciclo de vida del animal, incluido su proceso de envejecimiento”, concluyó la psicóloga.
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