La corta existencia del acorazado Graf Spee - 1
La corta existencia del acorazado Graf Spee - 1

Ochenta años atrás, el 6 de enero de 1936, el famoso acorazado alemán Graf Spee posaba sus 10.000 toneladas sobre el mar en señal de que los teutones empezaban a mostrar los dientes. La humillación de la derrota en 1918 no debía repetirse, pregonaban sus nuevos dirigentes políticos, entre ellos Adolfo Hitler.

Una nota en la edición de El Comercio del día siguiente informaba sobre este hecho. Además, entregaba detalles sobre la poderosa nave de guerra. Entre ellos sus temibles 9 cañones de 280 milímetros.


 
Lanzado al océano en la ciudad portuaria de Wilhelmshaven, al norte de Alemania, la vida del blindado marino llegaría a su fin tres años después en aguas sudamericanas, en las costas de Uruguay. De nada serviría que el propio canciller del Reich hubiera “bendecido” con su presencia al Graf Spee. El 28 de mayo de 1936 el Fuhrer asistió, a bordo del acorazado, a los ejercicios que la flota realizó en Kiel.

Así informó El Comercio sobre el caso del acorazado Graf Spee. Foto: Archivo El Comercio

Empezada la Segunda Guerra Mundial, y bajo el mando del capitán Hans Langsdorff, el crucero de guerra nazi trabó batalla con sus congéneres británicos el 13 de diciembre de 1939. El Exeter, el Ajax y el Achilles abrieron fuego y recibieron inmediata respuesta.
 
Los temibles cañones del Graf Spee concentraron su fuego sobre el Exeter y lo dejaron bastante averiado. Langsdorff pensó que los tres buques enemigos eran parte de un convoy mayor, así que creyendo que su objetivo principal estaba cumplido se dirigió a Uruguay. La había terminado.

El Graf Spee entró herido a Montevideo, en donde se le concedió 72 horas para reparar daños y partir nuevamente. Se trataba de territorio neutral y había que cumplir las reglas. Aquí empezó a jugarse otra batalla. La fuerza de las presiones diplomáticas alemanas y británicas sobre el Gobierno uruguayo se pusieron a prueba durante los tres días de tregua.

Los alemanes exigían más tiempo, mientras los británicos reclamaban que Uruguay cumpliera al pie de la letra su rol de “país neutral”, y obligara al buque de Langsdorff a salir de la bahía. Consultando previamente con su gobierno el capitán alemán ordenó llevar el mastodonte de guerra a cinco kilómetros de las costas y hacerlo explotar.
 
La nota publicada en El Comercio tituló: “Una masa humeante de hierros retorcidos es lo que queda del que fue acorazado Graf Von Spee”.


 
Unos 350 marinos alemanes fueron internados en Uruguay, 200 oficiales fueron dejados en libertad, de los cuales la mayoría retornó a Alemania; mientras 500 marineros más se desplazaron a Buenos Aires. Langsdorff se suicidó en un hotel de la capital argentina envuelto en el pabellón de guerra de su buque.
 
 

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