“No tenemos una visión integral sobre hacia dónde queremos ir con la educación”, dijo recientemente Juan Cadillo. En el 2015, fue ganador de las Palmas Magisteriales; en el 2017, lo eligieron como uno de los mejores 50 maestros del mundo en el Global Teacher Prize y, en el 2021, fue nombrado ministro de Educación, pero menos de tres meses después lo despidieron a través de un mensaje en WhatsApp.
Ese fue quizá el primer gran error del gobierno de Pedro Castillo –profesor, para más señas– en el campo de la educación, pero no el único. La gestión en este sector clave ha tenido todo tipo de desencuentros, desatinos y promesas incumplidas. Hay un grupo especialmente afectado por este incumplimiento: los maestros rurales. Como lo es (o era) él mismo.
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Menos promesas, más compromisos
Hoy, 6 de julio, es el Día del Maestro, “pero en realidad no hay nada que celebrar”, aclara tajantemente Lucio Castro, secretario general del Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (Sutep), que integra a más de 300.000 docentes. El voto de los maestros fue determinante en la campaña de Pedro Castillo en su ruta hacia la presidencia, pero ahora son los mayores críticos de su gestión.
Castillo ofreció elevar el presupuesto del sector educación hasta el 10% del PBI. Según explica Castro, lo coherente sería al menos que cumpliera con asignar no menos del 6%, como indica la ley.
Lo mismo con el ofrecimiento presidencial de elevar hasta una UIT (S/4.600) el sueldo básico del docente. “Para que pueda materializar su gran deuda con el magisterio tiene que haber incrementos de casi S/500 anuales. Lo único que ha asignado para este año son S/100 adicionales a la remuneración”, dice también el dirigente.
Por otro lado, el Sutep también critica la promesa electoral del nombramiento automático de los maestros, y exige que se respete la meritocracia. El sindicato sí está de acuerdo en que se deben cambiar distintas leyes “que son lesivas para el trabajador de la educación”, pero no con la propuesta de Castillo de derogar por completo la legislación al respecto.
“Castillo dice que es un gobierno de trabajadores y para el pueblo, pero está contra nosotros. El presidente solo ha desprestigiado a los maestros”, dice finalmente Castro, y lamenta que el mandatario nunca se haya reunido con ellos a dialogar, pese a que se lo han pedido en varias ocasiones.
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Sin apoyo en la zona rural
Martín Vegas, exviceministro de Educación, es ahora coordinador de Horizontes, programa de secundaria rural de la Unesco en el Perú. Desde ese puesto, ha podido ver de cerca las carencias y necesidades del profesor de las zonas más alejadas del país.
“Hay una ausencia de estrategias para los profesores de zonas rurales. Eso afecta al profesor y a los estudiantes. Es el gran pendiente, más aún viniendo de un gobierno que conoce la educación rural”, opina.
En áreas rurales hay 170.393 profesores de inicial, primaria, secundaria y centros técnicos productivos. Por la naturaleza de su trabajo, ellos requieren una atención diferenciada.
“Como estos profesores están en zonas muy alejadas, no logran ser nombrados porque no tienen oportunidades de formarse adecuadamente. Se hizo una propuesta para que sus contratos, en lugar de durar un año, duren tres años para poder ver el resultado del apoyo ofrecido”, explica Vegas.
Según indica el exfuncionario, para atraer a docentes que quieran asumir un compromiso de tres años de trabajo bajo las dificultades propias del ámbito rural se requieren mejoras en las remuneraciones, en las condiciones de trabajo, en el apoyo pedagógico y en su ruta de carrera. Eso no ocurre actualmente.
Un estudio reciente del Observatorio de la Educación Peruana indicó que, antes y después de la suspensión de clases por la pandemia, la brecha digital era uno de los problemas más frecuentes para los docentes rurales, seguida de la dificultad para dialogar con las UGEL o las direcciones regionales de Educación por cuestiones burocráticas.
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En saco roto
También se ha propuesto ayudar a estos trabajadores en cuanto al lugar donde viven, en especial cuando son enviados a zonas remotas y de difícil acceso.
“En algunas zonas muy alejadas, se costearon ‘viviendas docentes’ que pudieran ser construidas por las propias comunidades. En otros sitios, se proponía aplicar un mecanismo para que pudieran trabajar de lunes a sábado durante dos semanas, y luego descansarán en sus lugares de origen, donde además se les pudiera dar una capacitación”, explica Vegas.
A inicios de este Gobierno, organizaciones como la Unesco, Fe y Alegría, CARE Perú y Ser Maestro entregaron al Ministerio de Educación un paquete de ideas realizables. Pero no fueron priorizadas, entre otras cosas, porque el primer ministro, Juan Cadillo, duró en el cargo menos tiempo del que se necesitaba para comenzar a implementar cambios en un sector tan delicado