La vida te da donde más te duele. Así como Susana Villarán fue criticada por su torpeza al querer arenar sin mayor criterio técnico La Herradura, hoy su más encendido inquisidor, Luis Castañeda Lossio, pasa por un trance similar, luego de los estropicios cometidos en La Pampilla.
Mientras la ex alcaldesa tuvo su olón, el ‘Mudo’ tiene su rocón. La diferencia es que no es el único que empieza a acumular en los escasos cuatro meses que lleva en la Municipalidad de Lima.
Si fuera necesario buscar un calificativo para el desempeño de la actual administración capitalina, la palabra improvisación calza como un guante.
De su experiencia en dos gobiernos municipales y esa supuesta capacidad gerencial con la que se exhibía para marcar diferencias con el desmadre que fue Fuerza Social, no hay noticias. Hasta el momento lo único que se ha visto es a funcionarios envueltos en un mar de dudas, declarando vaguedades o, lo que es peor, faltando a la verdad.
Y el señor Castañeda sigue sin informarle a los limeños un aspecto simple, pero a la vez fundamental, que debería tener en claro cualquier autoridad que se enfrente a la enorme responsabilidad de domar el monstruo de mil cabezas que es Lima: ¿adónde vamos?, ¿cuál es el norte? Explíquenos –por favor– su visión de ciudad.
Lo que ha ocurrido en La Pampilla es deplorable, absurdo, penoso. No hace falta ser ingeniero ni conocer al detalle del movimiento de mareas para darse cuenta de que la naturaleza, tarde o temprano, iba a reclamar lo que el tercer carril de la autopista de la Costa Verde le quitó.
La gestión anterior tuvo la virtud de corregir su error y detener la construcción de la pista. La actual, en cambio, no solo dispuso finalizarla entre gallos y medianoche, para evitar el reclamo de los tablistas y el escrutinio de la prensa, sino que ahora, ante la inminencia del desastre, simplemente optó por arrojar rocas a la playa –otra vez de noche y a escondidas–, con el vano afán de atenuar la fuerza de las aguas.
Ya la Dirección General de Capitanías y Guardacostas de la Marina de Guerra ha señalado que nunca autorizó estos trabajos. El capitán Felipe Silva Berengel, jefe de la Capitanía de Puertos del Callao, dijo el lunes a El Comercio que todas las obras que se ejecuten en los 50 metros próximos a la línea de alta marea deben tener su autorización y contar con una serie de estudios. Nada de eso se hizo.
La respuesta municipal ha sido la prepotencia y la majadería, la cual llegó a su clímax con el vergonzoso enfrentamiento de ayer entre un grupo de tablistas y la policía.
Las mentiras sobre Río Verde, las idas y vueltas en el manejo del transporte público, el extraño apuro detrás de la construcción de los ‘by-pass’ de la avenida 28 de Julio son los otros rocones que la administración Castañeda ha acumulado en el poco tiempo de vida de su nueva gestión municipal.
¿Adónde va Lima? Tal parece que la verdadera razón por la que el alcalde se niega a revelarnos cuál es su visión de la ciudad es que sencillamente no la tiene. Y ese rocón –¡qué duda cabe!– es el más peligroso.