La destitución de los responsables de la colocación de paraderos sobre jardines, espacios enrejados y la pista del corredor vial Tacna-Garcilaso- Arequipa-Javier Prado ha sido, sin duda, la decisión más importante tomada por la administración Castañeda en sus casi tres años al mando de la ciudad.
Visto en frío, otra alternativa no existía. El despropósito era tan elocuente que al menos una cabeza debía rodar, fuera de las sanciones que se determinen tras las investigaciones que, esperemos, estén en curso.
Pero la decisión no deja de sorprender, ya que nuestro hacendoso alcalde no suele ser muy riguroso al momento de castigar a quienes meten la pata. Basta con recordar que al ingeniero Justiniano, devenido en celebridad gracias a su irrepetible “no se ha caído, se ha desplomado”, un poco más y le dan unas palmaditas en el hombro, no por su involuntario aporte al humor popular, sino como reconocimiento a su ingeniosa defensa de los intereses de la comuna.
No se conoce sanción a los autores de ese monumento a la nada llamado ‘by-pass’ de 28 de Julio, obra cumbre del tercer castañedismo, que pese a llevar más de un año de inaugurado sigue sin ser concluido. Mientras tanto, sus muros se humedecen, la superficie se agrieta y la capa asfáltica de las pistas auxiliares empieza a desaparecer.
Para una gestión amante del cemento y de la plaquita celebratoria, no tener obra física que mostrar debe representar una tragedia similar a esos dramones indios que convocaban multitudes en los desaparecidos City Hall y Metropolitan.
No haber terminado cuando se ofreció el puente Bella Unión –ahora se anuncia que será concluido el próximo mes– o carecer de una fecha exacta para la entrega del proyecto Línea Amarilla debe haber sido motivo de inagotables torrentes de lágrimas, como en una función continuada de “Madre India”, “Joker” y “Mi familia elefante”.
Al igual que otros políticos en apuros, el alcalde ha tratado de explicar la caída libre en que se halla su popularidad en el presunto trabajo ‘silencioso’ que realiza. Debe tener razón, porque las labores que cumple suelen estar rodeadas de un inexplicable secretismo, a la manera de un espía en los peores años de la Guerra Fría.
A las sesiones de concejo acude apenas unos minutos y se retira. Solo aparece en alguna inauguración televisada –que, como hemos visto, son cada vez más escasas–, y cuando algún medio requiere información suya o de las obras en marcha, su departamento de prensa responde con evasivas o aprieta el botón de ‘mute’.
Pero no seamos mezquinos. Gracias, alcalde, por despedir a esos desalmados que gastaron miles de soles de nuestros bolsillos en paraderos que no sirven para nada. Ahora que alejó a la hierba mala ya tiene el camino despejado. Es hora –¿ya, no?– de ponerse a trabajar.