Antes de que se olvide -porque en el Perú pasan tantas cosas, que las noticias se marchitan con demasiada rapidez-, ya son 20 los muertos por la tragedia en Villa El Salvador, el último un adolescente de 13 años que había logrado huir del fuego, pero prefirió regresar al lugar donde se desató el infierno al percatarse que su perro estaba en peligro.
Cuando el chico luchaba por su recuperación en la cama de un hospital, un miembro de esa enorme y exquisita legión de sabios que abunda en las redes sociales, especialista en resolver los problemas de la humanidad desde la comodidad que le brinda su tableta o su celular de última generación, calificó de “tontería” este acto supremo de amor y desprendimiento.
He aquí un ejemplo de las consecuencias de no recibir un abrazo cuando eres niño. Te convierte en un miserable.
¿Qué podemos decir de quienes cambiaron el reglamento para que Osinergmin diera permiso automático a los vehículos que transportan GLP, sin que estos hayan pasado por una revisión? ¿En nombre de qué ‘traba burocrática’ se quitó ese requisito de la norma?
El camión-cisterna que causó la mortal deflagración en Villa El Salvador recibió una de estas autorizaciones. El Comercio quiso saber si los fiscalizadores de Osinergmin lo revisaron, pero esa entidad, por razones desconocidas, prefirió no brindar esa información.
Quizá tampoco recibieron un abrazo cuando eran niños. O simplemente no puedan dormir.