"El lobo de Wall Street" nos muestra al mejor Leonardo DiCaprio
"El lobo de Wall Street" nos muestra al mejor Leonardo DiCaprio
Redacción EC

ALBERTO SERVAT

Incansable en su búsqueda de nuevas expresiones estilísticas, el veterano se introduce en el mundo de la banca y a través de la historia de Jordan Belfort () nos conduce hacia uno de los puntos de quiebre de la historia del capitalismo. La cinta es", un poderoso fresco de época que retrata la irresistible ascensión de un hombre en el mundo de las finanzas y su inevitable y aparatosa caída.

La trama se centra en Jordan Belfort, desde sus tímidos comienzos en Wall Street, deslumbrado y confundido, hasta su total transformación en un hombre de negocios, no muy lejano a cualquier gánster de las películas previas de Scorsese. Es esa transformación, ese paso decisivo hacia un punto sin retorno, que convierte a Jordan Belfort en un personaje de enorme atractivo, capaz de despertar los sentimientos más encontrados. Antihéroe por donde se le mire, Belfort cuenta con un aliado incondicional para resultar tan contundente frente a los espectadores: Leonardo DiCaprio, quien en plena madurez como artista ofrece su trabajo más acabado hasta la fecha. Como actor ofrece todos los matices necesarios para hacer creíble su personaje. Pero, sobre todo, para causar impacto en la audiencia. Son pocos los actores dotados de un talento similar. Hay mejores actores y hay estrellas más carismáticas, pero DiCaprio tiene madera de ambas partes y eso lo hace único, como lo evidencia en esta película.

Por supuesto, “El lobo de Wall Street” una vez más pone a la vista una vieja interrogante: ¿Scorsese celebra o condena esta historia? Cada vez que han tachado su cine de extremadamente violento, gráfico, despiadado, los críticos se preguntan si , “ o ” son apologías o no de la violencia. No creo tener la respuesta para este tipo de preguntas porque no creo que eso sea lo que quiera trasmitir el cineasta. Porque la razón de su cine no está en condenar, exaltar, defender o simpatizar con lo que vemos en la pantalla. El interés está en la manera  en que Scorsese pinta la historia sobre la pantalla. Y en esta ocasión ha elegido la exaltación de los sentidos a través de las imágenes más explícitas (al menos en el terreno sexual) de su carrera ("Buenos muchachos", de lejos, es mucho más violenta).

Curiosamente hace poco vi nuevamente “” (1993), una película que inicialmente no fue apreciada como la gran obra que es. En su momento señalaron que se trataba de una pieza diferente dentro de la filmografía de su director porque optaba por todo lo contrario a lo que nos tenía acostumbrados. Nada más absurdo.

“La edad de la inocencia” es tan gráfica como la más violenta de las películas de Scorsese. Solamente que está enfocada en otra época, en otro grupo humano, en otras circunstancias. Pero allí está, el lente que mira atento la conducta de sus personajes, que exalta sus reacciones, que subraya cada ida y venida. En “La edad de la inocencia” la violencia no se pinta con sangre sino que está cubierta por un código de conducta y reglas sociales que atormentan a sus protagonistas pero que también son sus herramientas para devolver los golpes que reciben.

“El lobo de Wall Street” es eso. Es la mirada de Martin Scorsese sobre la gran decadencia del siglo XX. De la deshonra y quiebra del sistema en manos de los más inescrupulosos agentes de la decadencia que ha producido la banca. Ilustra ese mundo como si se tratara de un gran bacanal, uno de aquellos festines que caracterizaron la decadencia y caída del Imperio Romano. O en este caso, la caída de otro imperio.

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