Fue uno de los historiadores más importantes del Perú. José Agustín de la Puente Candamo, quien falleció ayer a los 97 años, fue uno de los profesionales que más ahondó en temas de la Independencia del Perú y prueba de ello son sus libros "San Martín y el Perú: La emancipación en sus textos", "Notas sobre la causa de la Independencia", "Obra de gobierno y epistolario de San Martín", "Testimonios de la época precursora, biografías de Miguel Grau y Bartolomé Herrera"; "Magdalena Vieja, recuerdos de una larga historia".
Como no podía ser de otra manera, De la Puente Candamo colaboró con este diario, tal como lo hizo su padre, José Agustín de la Puente Cortés. Así lo recordaba el hijo del también maestro universitario, José de la Puente Brunke (también dedicado a la historia), en una columna publicada en El Comercio, quien anotaba que su abuelo había publicado artículos sobre historia entre 1890 y 1905. Tres generaciones en el decano de la prensa nacional.
PALABRAS DEL AUTOR
El 2 de junio del 91, De la Puente Candamo escribió sobre Fernando López Aldana, patriota nacido en Colombia: "La vida misma de López Aldana, es una muestra más de la obra de un americano en un reino distinto del de su nacimiento. El -colombiano- trabaja por la emancipación del Perú, caso que se renueva constantemente en esos años de lucha por la independencia, porque en verdad es Hispanoamérica quien se separa de la corona española, y no el Perú o Quito o Bogotá, de modo aislado. El entiende que las ideas que se enseñan en las universidades son las mismas; que los problemas sociales son semejantes; que es igual la posición frente a los impuestos, al mal funcionario o la justicia morosa. En suma, él vive muy clara la idea de la emancipación como asunto americano. Entiende, como Vizcardo en las postrimerías del siglo XVIII, que “el Nuevo Mundo es nuestra patria y su historia la nuestra”. Dice de la Junta de Mayo: “Qué grandeza, qué heroísmo, qué fama, qué reputación inmortal para la Junta de Buenos Aires llevar socorros a la América Meridional, a fin de organizar con todos sus habitantes un mismo gobierno, las mismas leyes, un solo y mismo sistema”.
Por supuesto, también dedicó palabras al libertador San Martín. En su columna del 7 de agosto del 2000, redactó: "San Martín vivió en su experiencia personal el carácter efímero, pasajero, de la gloria política. Ya en 1822, después de las horas de fervor de 1820 y 1821, declina velozmente la unánime adhesión de los patriotas y de gente muy cercana. El desenvolvimiento lento de la guerra, cuyo fin no se vislumbra; las interpretaciones erróneas de su proyecto político; las reacciones adversas frente a la innecesaria dureza de Monteagudo; su mismo desapego de lo político; la clara conciencia de sus limitaciones para impulsar una cercana guerra victoriosa, todo lo lleva de la mano -al lado de la necesidad de la presencia de Bolívar con los medios para promover la victoria- a su decisión de retirarse del Perú. (...) San Martín tiene la inteligencia y el desprendimiento para retirarse del gobierno del Perú cuando advierte que ya ha realizado su aporte a la Independencia de nuestro país, y cuando reconoce que su mejor servicio está en el apartamiento."
Al ser un hombre de mundo, otros temas también le llamaron la atención. Así lo prueba la columna (14 de setiembre de 1994) en la que recordaba a Teresa de la Cruz Candamo, fundadora de la Congregación de las Canonesas de la Cruz; o aquellas palabras que dedicó, el 13 de abril de 1997, al padre Jorge Dintilhac, fundador de la PUCP; o su texto por el centenario del nacimiento de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, publicado el 9 de enero del 2002.