Historiadora Scarlett O'Phelan. (Foto: Juan Ponce)
Historiadora Scarlett O'Phelan. (Foto: Juan Ponce)
Maribel De Paz

Las tapadas y su “libertad erótica”. Las exageraciones de Humboldt sobre su relación con Bolívar. La severísima o cruel persecución contra los españoles residentes. La presencia de naturalistas, visitantes solidarios y hasta agentes secretos durante los procesos emancipadores de América. Estampas de un continente que dos siglos atrás daba la vuelta a la página del Virreinato para despertar a la vida republicana. El Perú, entonces, sería descrito por Charles Darwin como un país “castigado por la anarquía”, y Lima detallada por el francés Gabriel Lafond como una ciudad guiada por “un amor desenfrenado por el placer”. Titulado “Viajeros e independencia: la mirada del otro” y editado por los historiadores Scarlett O’Phelan y Georges Lomné, el volumen presentado en diciembre pasado incluye 13 ensayos basados en los testimonios de los extranjeros que nos visitaron entonces. Especial atención merece el acápite dedicado a la mirada de género durante la emancipación a partir de los diarios de la inglesa Maria Graham de su estancia en Brasil.

Reflexiones pertinentes sobre una república entonces en pañales y que hoy, a solo tres años de celebrar su bicentenario, pareciera seguir en estado de babas. Para muestra, baste el indigesto teje y maneje alrededor del , en un mensaje a la nación en el que apeló al “tribunal de la historia”, dejando un retintín a aquella otra frase pronunciada hace más de medio siglo en Cuba: “”.

—En su mensaje a la nación, el presidente de la República invocó a los jóvenes a “pasar la página”. Tomando en cuenta la importancia de la memoria histórica para la salud de la sociedad, ¿en qué medida “pasar la página” nos resulta dañino como nación?

Es fuera de contexto pedir a los jóvenes pasar la página, cuando personas del entorno más cercano al presidente, como son dos de sus ministros y varios de sus asesores, están renunciando. Si el mea culpa del presidente por los dividendos obtenidos por su empresa personal durante las gestiones que realizó como ministro y premier, y su posterior negociación del indulto no han convencido a miembros de su propio Gabinete, ¿cómo se puede pensar que sí lograrán hacerlo con los jóvenes no solo de Lima sino también de provincias, muchos de los cuales han visto sus expectativas frustradas y se sienten defraudados? Además, hay que tener en cuenta que un país sin memoria es un país sin historia, y aquí estamos hablando de una historia inmediata: de los gobiernos del presidente Toledo y del presidente Fujimori.

—¿Existe un estudio histórico sobre la corrupción en el Perú que deberíamos leer todos?

Sí, hay y se vendió como pan caliente, y que sería propio recordar en estos momentos. Porque si bien los mecanismos cambian, hay un propósito de fondo que es engañar al Estado, lo que es muy peligroso.

—Y centrándonos en el libro que has editado ahora, ¿cómo nos miraba hace 200 años ese otro al que hace referencia esta publicación?

Les intrigaba no ver posiciones claras. Y es verdad: hubo criollos mimetizados con los peninsulares que huyen del Perú junto con los realistas, porque están contra un gobierno republicano. Eso les resulta paradójico a los viajeros: que haya personas nacidas aquí que prefieran irse a España antes que seguir viviendo bajo otro régimen. Y otro de los puntos que mencionan es que en un momento hay crisis, pero después, cuando se tranquilizan las aguas, para algunas familias criollas es como si no hubiera pasado nada. Lo dice Lafond, un viajero francés que es increíble, porque en el momento de crisis parece que todo fue un gran terremoto político, y luego está todo tranquilo. También describen cómo, a pesar de la crisis, siguen funcionando las fiestas y todo tipo de diversiones; o sea, la vida cotidiana se mantiene a pesar de que estamos en un estado de guerra en la medida en que no hay todavía una base política sólida: había entrado un líder al cual no conocían, que era San Martín, con un ministro al cual tampoco conocían, que era Monteagudo, con un ejército mixto de argentinos, chilenos y peruanos.

Scarlett O'Phelan. (Foto: Juan Ponce/ El Comercio)
Scarlett O'Phelan. (Foto: Juan Ponce/ El Comercio)

—El libro, además, ofrece una nueva mirada de género.

Es interesante, porque los mismos viajeros, para el caso del Perú, dan una mirada no solo política, sino también social, y hacen descripciones de lo que es la mujer o la tapada: cómo a la mujer se le tiene para que eduque a los hijos, pero no se le da más posibilidades; y hablan también de la mujer en las diversiones, la mujer que sale a las alamedas, la mujer que va a los espectáculos públicos. Hay, además, un artículo sobre la inglesa Maria Graham que está en el Brasil durante la independencia, y después va a Chile y ve cómo los gobiernos ya de la república de Chile empujan a que Valparaíso se convierta en el puerto del Pacífico, mientras el Callao es un punto de disputa entre realistas y patriotas. Desde el punto de vista del género, ella va a decir que a pesar de ser una mujer superada, viuda incluso, siente cómo hay un trato discriminatorio en el que ella se ve envuelta.

—Has escrito sobre el tema de los rumores también.

Claro, y con los rumores [los viajeros] van a poder escuchar otra versión, no solo la que reciben cuando los invitan a estas grandes casas y los atienden señoras elegantísimas que tienen su manera de ver las cosas. Por eso algunos de ellos dicen: “Queremos ir a donde haya más sectores populares para escuchar otra versión. Si queremos realmente una imagen completa, tenemos que ir a las corridas de toros”. Ahí se juntaba toda la población, había una amalgama.

—¿Y a dónde tendríamos que ir ahora si queremos tener una imagen completa?

Hay que ver la opinión de provincias. Da la impresión de que el problema de desgobierno está condensado en Lima.

—Y es sintomático porque lo que se celebra en el bicentenario es también un evento realizado en Lima, cuando se supone que hubo declaraciones en diferentes puntos del país y no solo en la Plaza de Armas de la capital.

Claro, lo penoso es que en estos momentos parece que siguiéramos en lo mismo; parece que después de 200 años Lima sigue siendo el eje de absolutamente todo.

—¿Qué te queda por estudiar de la independencia?

Queda muchísimo. Se sabe poco, por ejemplo, de la campaña de Bolívar en Trujillo; se conoce poco de este doble gobierno que teníamos con San Martín en Lima y con La Serna en el Cusco; y se conoce muy poco del papel de la mujer en la independencia. Incluso sobre la población indígena recién se están haciendo preguntas sobre cuál fue su rol, cuál fue su agenda política dentro de la agenda global de la independencia; y se habla mucho de la participación de los cholos, que eran la mezcla de mestizo con indio y que, según algunos historiadores militares, deben haber sido la fuente principal de las fuerzas militares.

—¿Bolívar era un sibarita?

Sí, daba grandes banquetes y tenía una muy buena bodega de vinos franceses. Tomaba los vinos que tomaba Carlos III. Y San Martín también dio algunas fiestas muy importantes. Por ejemplo, cuando celebró la instauración de la Orden El Sol, y mientras daba esta fiesta grandiosa en la Quinta de los Libertadores y tenía la atención ahí, por otro lado estaban exiliando a los peninsulares.

—Te has quejado sobre la historia que se enseña a nivel escolar. ¿Cuáles son las grandes mentiras que siguen vigentes, los grandes mitos que hay que desterrar?

Sí, sí, yo leí el otro día un artículo en el que decían que había que restaurar las casas de Túpac Amaru –con lo que estoy totalmente de acuerdo–, porque él era el punto de partida de la independencia, y en esto no estoy de acuerdo porque son dos contextos diferentes. Túpac Amaru estuvo contra las reformas fiscales borbónicas y la postergación de criollos y mestizos en el gobierno colonial, pero él no negaba al rey de España. Incluso tengo documentación importante que dice que el proyecto de Túpac Amaru era convertirse en virrey, lo que quiere decir que no está contra el rey y más bien quiere ubicarse en un espacio político dentro del sistema colonial. Claro, la rebelión de Túpac Amaru es la más importante que hay en Hispanoamérica, de eso no hay duda, es sin parangón; pero de ahí a que quieran que sea el gran punto de partida de la independencia, no. Eso es no ver el contexto histórico como se debe, es extrapolar hechos, y a mí, como historiadora, no me parece correcto. La gran rebelión de Túpac Amaru no se concibió contra el rey, sino contra el mal gobierno, contra los funcionarios abusivos y corruptos.

—Y viendo el contexto actual, ¿qué otros casos de corrupción como los ligados a la empresa Odebrecht podrías citar en la historia?

No que abarquen a tantos, uno tras otro, que cuando piensas que ya va a terminar siguen apareciendo más y más personas implicadas. Qué debilidad tenemos los humanos para caer en este tipo de propuestas.

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