Tuvieron que pasar 60 años para que se encontraran los restos de Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry. La noche del último día de julio de 1944, partió de la isla francesa Córcega piloteando un Lightning P-83 y, desde entonces, su paradero era una incógnita.
En 1998, un pescador declaró haber encontrado una pulsera que llevaba inscrito el nombre del escritor y de su mujer, Consuelo. Más tarde, un buzo afirmó haber hallado los restos de un avión del mismo modelo en el fondo del mar cerca de Marsella. Nadie le creyó. Fue recién en el 2004 que unos investigadores confirmaron que los restos sí pertenecían a Saint-Exupéry.
Nacido en Lyon con el inicio del siglo XX, el francés tuvo un tibio paso por el colegio. Luego de un mal paso por la escuela naval y la arquitectura, descubrió que volar era su trabajo ideal. En paralelo, empezó a escribir hasta que logró plasmar sus aventuras como piloto de una línea postal en un libro que tituló “Correo del sur” (1929).
Más adelante, y mientras residía en Buenos Aires, escribió “Vuelo nocturno” (1931), su segunda novela, haciéndose de un nombre dentro de las letras. No sería sino hasta 1943 que publicaría “El principito”, su libro más famoso y que ha sido motivo de inspiración para varios artistas (hay hasta discos en Spotify pensados para acompañar la lectura) y motivo de orgullo para los franceses (quienes imprimieron un billete para rendirle homenaje al autor).
—El legado—
Sobre “El principito” existen desde charlas de autoayuda que en YouTube superan los millones de reproducciones hasta pinturas abstractas. No podría ser de otra forma. De alguna manera, la trama de un niño que no logra comprender a los adultos obtusos y sus manías insanas se convierte en una reflexión sobre la toxicidad de la vida moderna. La frase “lo esencial es invisible a los ojos” es, en síntesis, el mensaje del cuento para niños.
Uno de los que tomó la trama y los personajes del libro fue el escultor peruano Marcelo Wong, quien los adaptó a sus populares ‘gorditos’. A diferencia de otros artistas, Wong prefirió respetar la estética de los dibujos originales. “Pienso que algunos han tratado de competir con la historia y que se han puesto por encima de la obra –anota Wong– y, por ende, cuando ves sus trabajos no notas al Principito”.
Quizás en medio de lo que cuestiona Wong se encuentran las pinturas de la colombiana Verónica Arango. En el 2015 ella expuso una serie que eludió lo figurativo y apostó por destacar los colores y texturas. O también el libro ilustrado por Grettel Montesinos –quien plasma la historia con estética chicha– que se acaba de publicar en nuestra Feria del Libro bajo el sello de Estruendomudo.
También ha habido propuestas que, fuera de toda complicación, decidieron llevar a “El principito” al teatro y a la pantalla grande sin hacer grandes variaciones. Está “The Little Prince”, cinta de 1974 que tuvo entre su elenco a Gene Wilder (este había interpretado a Willy Wonka tres años antes), quien cambiaba de forma a su antojo de zorro a humano. También figura la versión que Netflix lanzó en el 2015 y que narra las penas de una niña que estaba sometida a una vida extremadamente organizada. Para su suerte, ella conoce al piloto de la historia de Saint-Exupéry, quien le cuenta lo que aprendió del Principito.
Las tablas nacionales también han montado la historia. Desde la versión dirigida por Javier Echevarría y producida por Denisse Dibós en el Teatro Segura a finales del 2004 –y que contó con los infantes Sasha Kapsunov y Alejandro Roca Rey como protagonistas–, pasando por la propuesta de Alex Otiniano en el 2012, hasta la reciente versión de Jano Clavier que se puso en el teatro Pirandello en el 2015 –con Alejandra del Pozo y Rómulo Assereto– y que se tomó la licencia de cambiar el sexo al personaje principal.
—Rosa con espinas—
Sin dudas, la relación entre Antoine de Saint-Exupéry y su esposa Consuelo Suncín ha sido romantizada. Para algunos se trató de una relación turbulenta y apasionada que el autor retrató en “El principito” como la flor que tanto protege.
Pero la verdad es otra: se trató de una relación tóxica, tal como se nota en el propio relato de Suncín, “Mémoires de la rose”. La versión la confirmó el periodista Paul Webster en su investigación “Saint-Exupéry: vida y muerte del Principito” donde se muestra al escritor como un infiel que dilapidó gran parte de su fortuna en fiestas y prostitutas. Él tenía carta libre porque, para su conveniencia, vivían en departamentos separados. “En realidad para la gran mayoría de personas, él nunca estuvo casado”, sostiene Webster.