FERNANDO VIVAS ()

Ahora hay que descubrirla entre la cabellera que le cubre el rostro, pero cuando la veía en la 'tele' 40 años atrás, daba la contra con el pelo corto y trinaba con un atrevimiento lírico inédito en el criollismo. Esa voz que escapó a la tradición, “Tu voz”, en versión de Juan Gonzalo Rose, la llevó lejos, a México, a un segundo debut donde tuvo que lidiar con otra tradición. Pues tuvo grandísimo éxito y desde entonces  han corrido mucha agua, géneros, discos audaces con poetas y sinfónicas, reencuentros y desencuentros con el Perú que quiero intentar resumir en esta conversación.

¿Te simpatiza la etiqueta de la world music? En algún momento la tuve que usar. No había forma de nombrar lo que hacía. Empiezo a los 5 años cantando boleros, a los 7 valses, a los 15 la trova.

Y unas temporadas después estabas en  “Danzas y canciones del Perú”. ¿Ahí te hiciste tu lugar? Fíjate que no. No me gusta la TV. No fue allí. Cuando entré a la Universidad Técnica del Callao en el 68, estudié Ingeniería Pesquera. Por esa época gané el Festival de Chiclayo con “Tu voz” y al llegar a Lima a entregar el premio a Rose, me vinculé con él y la intelectualidad.

Tu voz no podía encuadrarse en la tradición oficial del criollismo. Tenías que irte. Federico Brito, un violinista, me contactó con un festival en México y me fui con Lucho González. Ya andaba metida en los talleres de creación popular con César Calvo, Scorza, Diego Mariscal (Mario Campos).

Te veía en la TV y me decía: "Ella no está para cantar entre Zañartus". [Ríe] Tan lindos. Los presentaba con mucho amor. En México no me fue fácil. Empecé en el mítico teatro Blanquita en 1978. La gran actriz Carmen Salinas me consiguió ese trabajo, pero no me sentía cómoda. Hice mis antesalas en los organismos culturales, me llevé a Félix Casaverde para el espectáculo "Canto Negro del Perú".

Eres de Zaña, uno de los pocos lugares del norte con población negra. ¿Tienes raíces negras? Tengo una hermana negra, Daisy. La veo cuando voy a Chiclayo. Cuando mi padre embarazó a mi mamá de mí, al día siguiente embarazó a la señora de enfrente, que era negra. Mi padre es de la selva. Creo en el destino. Nací allí porque a mi padre lo castigaban. Era guardia civil, ateo y anarquista, hacía artículos con seudónimo alabando las revoluciones de izquierda y cuando lo descubrían lo mandaban a poblados olvidados.

¿La música negra peruana es mejor que otras músicas negras en América Latina? Es la mejor. Las otras son muy cuadradas, les encuentras fácil el tiempo a tierra; en cambio, a la peruana no. Por ejemplo, el candombe uruguayo, el vallenato, hasta la samba, son más cuadradas. En el peruano el tiempo a tierra entra en el treceavo [tararea]. Esa caderita que se movió en un momento le dio esa cadencia.

¿Tú que la cantas en todo el mundo, sientes que pega? Les gusta a los músicos. Estoy forzando a que la gente entre en esa cadencia a través de canciones de otros países. Ahora estoy cantando el “Cucurrucucú paloma” en tiempo de landó [canta]. México es un país tan musical, con cosas tan bonitas como el huapango, los temas de José Alfredo Jiménez, Manzanero.

¿Sientes que ya has logrado esa fusión natural entre lo mexicano y lo peruano? Sí, totalmente.

Sentiste en México lo que sentiste en el Perú, que era difícil encuadrarte en su tradición. Sí. En el 89 quise hacer un disco de José Alfredo y la disquera no quería.  Hablé con el hijo de José Alfredo, le dije: "Tienes que entender que yo canto así, me sale de otro lado el sentimiento, no me sale de lo bravío". Me dijeron que iba a  fracasar, pero vendí un millón.

¿Quién sería en el Perú lo que José Alfredo es a México? Hay varios. Chabuca toca unas fibras muy extremas. Por ejemplo en el trabajo que dedica a Violeta Parra. Polo Campos es otra cosa, es el canto más cercano de amor y desamor, lo mismo que Manuel Acosta Ojeda. Alicia Maguiña es la dulzura.

¿Te entusiasma el rescate de la música amazónica? No llegué a conocer la música amazónica. “La contamanina” [dedicado a la ciudad loretana de Contamana] es un vals.

¿Cómo así fue tu primer éxito? Fue por un señor que me vio llorar [ríe]. Mi mamá me llevó a un evento en el club Lambayeque porque le dijeron que yo iba a cantar. Hasta que el locutor dice: "Ha sido todo por hoy". Me puse a llorar y vino un señor, Viñico Tafur, que era del Dúo Loreto y director artístico de la [disquera] FTA. Le di pena y me dijo: "Te voy a conseguir contrato con una disquera". Regresé a Chiclayo y en una de esas se me aparece en la escuela Tafur con un contrato y me dio “La contamanina”.

Ese señor es el mismo que hizo grabar “Regresa” a Lucha Reyes con esa célebre entradita en acordeón [de César Silva]. Exactamente y en “La contamanina” ya hay un acordeoncito [tararea] que es pionero. Yo vivía en Chiclayo y la canción fue un éxito. Una radio la puso en concurso y quedó primera.

En los últimos años te siento más presente en el Perú, aunque hagas estas visitas de médico. Fíjate que vine muchas veces y nadie se enteró. Pagaba con la taquilla todos los gastos. Manzanero fue muy solidario conmigo en esas aventuras. Venía conmigo aunque sabía que no íbamos a sacar casi nada y hacíamos hasta tres funciones en La Estación. Hasta que llegó un momento en que ya no pude más. Dije: "Nadie me va a rescatar en el Perú". Entonces, me dan el Grammy a la excelencia en la trayectoria y en la alfombra roja me preguntan: "¿Qué pasa con el Perú?" . "Al Perú no le interesa que yo vaya", contesté, "no me ha llamado ningún empresario". Esa respuesta la oyó Patricia Velit en la TV. A los pocos meses yo estaba aquí cantando para 4 mil personas.

Hemos evolucionado. Se acepta que hay tradiciones y hay voces para autores y piezas escogidas. Naturalmente. El que seas peruano, que seas una voz que representa al Perú, un sentimiento que representa al Perú, no significa que tengas que cantar de determinada manera.

¿Cuando estás en México y te dan ganas de cantar algo peruano qué es lo primero que te sale? Me sale “Cuando llora mi guitarra” o “Fina estampa”.

¿Y cuando desde acá piensas en México? El "Cucurrucucú" o huapangos, que son lo más parecido a la marinera [canta “Deja que salga la luna” de José Alfredo Jiménez]. Cuando yo vivía aquí, la gente pensaba que José Alfredo era peruano. Hagas valses o rancheras hay  cosas que terminan siendo universales.

¿Qué planes tienes? Acabo de hacer el disco “Manzanero en tres pistas” y tengo que hacer otro con las dos mejores cantantes de México: Eugenia León y Guadalupe Pineda. Y quiero hacer un disco enfocado en Brasil, tengo abuelo brasileño y estoy casada con brasileño (Luis Felipe Gomes da Silva). Pero una hace planes y la vida dispone otras cosas.

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