Estornudar en la calle es una desagradable pero habitual situación en el Perú, sobre todo en invierno. Sin embargo, el creciente miedo por la expansión del coronavirus, enfermedad respiratoria caracterizada por los estornudos y tos seca cuyo primer caso peruano fue anunciado esta madrugada, ha llevado a que esta acción involuntaria, que antes solo causaba irritación, ahora sea vista con suspicacia y hasta con agresividad.
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Este reciente cambio de percepción sobre el estornudo es solo uno más en la larga y variada historia del acto, estudiado y discutido desde tiempos inmemoriales por algunos de los mayores pensadores del momento. El historiador y arqueólogo británico William Reginald Halliday explicaba nuestra fascinación sobre el estornudo de la siguiente manera:
“Es un fenómeno sorprendente el encontrar el cuerpo, en cuya función normal es esclavo e instrumento de la voluntad e intención de su dueño, el comportarse en una manera independiente de su deseo e iniciativa. Simplemente porque son involuntarios, los espasmos de los párpados o el cosquilleo del oído deben ser milagrosos. El hombre primitivo encuentra significado en todo lo que atrae su atención, particularmente en casos donde no hay una causa obvia”.
EL MUNDO GRECORROMANO
Remontándonos en el tiempo, la antigua Grecia es una de las primeras culturas en hablarnos del estornudo. A diferencia de la percepción actual, el estornudo podía ser considerado hasta una bendición. Aristóteles insistía en la naturaleza sagrada del estornudo, presentado como una muestra de sentido común y genialidad. Para el pensador, esto se debía a que a diferencia del eructo y las ventosidades (léase flatulencias), el estornudo provenía enteramente de la cabeza, que contiene al espíritu.
“La ventosidad es un aire que sale del vientre, el eructo del estómago y el estornudo de la cabeza. Así pues, por ser el lugar más sagrado, también el aire que sale de allí se venera como sagrado (…) De modo que, como una señal de salud del lugar mejor y más sagrado, veneran al estornudo como sagrado y lo consideran un buen augurio”, escribe el filósofo en el libro “Problemas”.
Su posición como un augurio beneficioso también puede ser observado en “La Odisea”, cuando Penélope, esposa de Odiseo, encuentra como una buena señal que su hijo Telémaco estornudara en medio de su discurso sobre la suerte de sus pretendientes.
“Así habló, y Telémaco lanzó un gran estornudo y toda la casa resonó espantosamente. Rióse Penélope y dirigió a Eumeo aladas palabras: ‘Marcha y haz venir frente a mí al forastero. ¿No ves que mi hijo ha estornudado ante mis palabras? Por esto no puede dejar de cumplirse la muerte para todos los pretendientes”.
Incluso en los mitos griegos sobre la creación del ser humano se sostiene que fue el estornudo fue la primera señal de vida dada por el hombre después de que se le otorgara un alma por el titan Prometeo.
En el artículo “Historia del estornudo”, J.M. García-Moreno rescata que Hipócrates –el médico que dio origen al juramento hipocrático- sostiene en su libro “Prognosticon” que estornudar podía ser peligroso antes o después de las enfermedades respiratorias, pero útil cuando se sufría de otras dolencias, como el hipo.
Otros antiguos griegos tenían una mirada más negativa de los estornudos, considerando que en el momento en que uno expedía aire incontrolablemente, ponía su cuerpo en peligro de los espíritus malignos. Creyendo que la única manera de protegerse era invocando a los dioses, había la tradición de decir “Zeus te conserve” o “Zeus te salve”, frase que invocaba a Júpiter en la tradición romana.
Mientras tanto, en la tradición romana una persona que estornudaba en público recibía como respuesta un “salve”, palabra en latín que significa “ten salud” y que, según algunos estudiosos, sería la razón por la cual decimos “salud” ante un estornudo en la mayoría de países de Latinoamérica.
MEDIO ORIENTE Y ASIA
La tradición hebrea también tiene una interesante perspectiva sobre el estornudo. El artículo “The Romance and the Tragedy of Sneezing” de Wilson D. Wallis remarca que el primer estornudo lo tuvo Adán cuando le fue ofrecida la manzana por Eva y como una señal del demonio. Desde entonces, hasta los tiempos del patriarca Jacob, los hombres solo estornudaban una sola vez: antes de morir. Esto se debía a la creencia que cuando uno estornudaba, el alma salía expedida de su lugar en el cerebro hacia afuera del cuerpo. Volviendo nuevamente al texto de García-Moreno, este relata que mientras que Jacob, ya un anciano, bendecía a sus hijos, sintió los comienzos de un estornudo y le rogó a la deidad más tiempo. El Dios bíblico se lo otorgó, y desde entonces nace la tradición de desear salud y felicidad a quien se le escucha estornudar.
De ahí la tradición hebrea vio de manera más positiva a los estornudos, y en el Talmud son considerados como una de las señales que uno está recuperándose de una enfermedad, citando el pasaje Job 41:10 que dice –dependiendo de la traducción- “Su estornudo proyecta destellos, sus ojos parpadean como el alba.” Mientras tanto, en el Tractact Berachot se considera al estornudo como una de las seis funciones corporales que ayudan a los enfermos (las otras son el sudor, la diarrea, las emisiones seminales, el dormir y el soñar).
Curiosamente, en China los estornudos tienen propiedades casi psíquicas, dependiendo el número de veces que se realiza el acto. Un estornudo significa que alguien está hablando mal de la persona; dos, que alguien la extraña; tres, que es el objeto del amor de alguien y cuatro que está a punto de resfriarse. Por supuesto, con el coronavirus actualmente causando estragos en China, el significado de los estornudos debe haber cambiado enormemente en el país asiático actualmente.
La tradición hindú también está repleta de historias sobre los estornudos, incluyendo un relato sobre el Buda titulado “El Jakata de Gagga”; en el cual el Iluminado redime a un yaksha o demonio que sólo podía comer a los visitantes de su choza que, ante un estornudo, no dijeran “que tengas una larga vida”. El futuro Buda venció el demonio deseándole a su padre, quien lo acompañara, “que viva cien años”, respuesta que todavía es utilizada en algunas partes del noroeste de la India ante un estornudo.
Wallis sostiene que para los hindúes el espíritu entra y sale por la nariz. Si alguien escucha alguien estornudar mientras está realizando un trabajo, tiene que volver a comenzar. Lo mismo si alguien estornuda mientras está orando, ya que el no hacerlo se considera como ofensivo para la deidad.
LA ERA CRISTIANA
Finalmente llegamos a las tradiciones cristianas, en las que se acostumbraba a hacer la señal de la cruz ante un estornudo, aunque la preferencia era ignorar estos movimientos involuntarios. Ya para los tiempos de la peste bubónica, durante la Edad Media, los estornudos adquirieron una mayor importancia, ya que podían significar que la persona estaba infectada por la mortal plaga. Es así que cuando esta llegó a Roma a finales del siglo VI, el papa Gregorio I establecería la tradición de decir “deus te adjuvet”, que terminó convirtiéndose en “Dios te bendiga” en español, terminología que es usada hasta la actualidad.
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