(Foto: AFP)
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A fines del 2010, con una inusitada anticipación, fue designado sede del Mundial de Fútbol del 2022. Un país más pequeño que el departamento de Moquegua se convertía en el primero del Medio Oriente en recibir tan magno encargo.


A despecho de su reducida extensión, Qatar es uno de los estados más ricos del mundo. Y lo hace saber constantemente con muestras de opulencia en una de las regiones más inestables de nuestro planeta.

Pero a cinco años de la realización del Mundial –y cuando todavía planean las sospechas de haber ganado la sede gracias a millones de petrodólares– Qatar se ha convertido en el estado paria de esa parte del mundo.

A comienzos de junio, cinco países –Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Yemen– rompieron relaciones diplomáticas con Qatar y empezaron a aplicar un bloqueo económico y comercial al diminuto emirato.

El mencionado quinteto acusa al régimen catarí de financiar a grupos terroristas y de aliarse con Irán, el archienemigo de Arabia Saudí en pos de la hegemonía en la región.

Qatar ha negado en todos los tonos que apoye a organizaciones extremistas y arguye que el boicot es parte de una campaña para controlar su política exterior independiente.

No es la primera vez que se suscita una crisis entre Qatar y sus vecinos. La última ocurrió en el 2014, cuando varios países del Golfo retiraron a sus embajadores de Doha.

“Lo nuevo es la envergadura de esta situación. La crisis es mucho más grave: no solo ha habido ruptura de relaciones sino cierre de espacio aéreo y presiones económicas fuertes”, apunta Alain Gresh, periodista francés experto en el Medio Oriente.

(El Comercio)
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¿Pero apoya Qatar a movimientos terroristas? El Departamento del Tesoro de EE.UU. divulgó en el 2011 las conexiones entre Irán y Al Qaeda, precisando que varios facilitadores de esos vínculos residían en suelo catarí. Lo que añadía era que la financiación para el pago al Gobierno Iraní no solo provenía de las jugosas arcas de Doha, sino también de otros países del Golfo Pérsico.

Javier Martín, reportero con más de dos décadas de trabajo en la región y autor de cinco libros sobre geopolítica y terrorismo, señala a El Comercio: “Esta no es una partida de buenos y malos. Cada gobierno arrastra sus culpas. No olvidemos que Arabia Saudí es el origen del yihadismo y de sus vías de financiación junto a la CIA y Pakistán desde los años 80. Todavía hoy el mayor número de yihadistas del mundo tiene pasaporte saudí. Con este currículo, resulta irónico que se atreva a acusar a Qatar –que sí tiene alguna responsabilidad, nadie lo niega– de fomentar el terrorismo”.

Según Martín, el acercamiento entre Qatar e Irán –a partir del 2001 con el descubrimiento del mayor yacimiento de gas del mundo, que pertenece en partes iguales a ambos– marcó un punto de inflexión.

“Los saudíes han dominado la política del golfo en los últimos 40 años, ningún otro país les ha hecho sombra. Pero hoy Qatar, con una política financiera que invierte mucho en el exterior, con un manejo de imagen vía Al Jazeera y con el dinero gracias al gas, le está haciendo frente”, opina Martín.

–Con la vista en el balón–

La inquietud pasa por saber si este boicot geopolítico puede hacer tambalear la realización de Qatar 2022. James Dorsey, autor de “El turbulento mundo del fútbol en el Medio Oriente”, opina que es apresurado hablar de ello: “Esta crisis puede durar, pero es poco probable que lo haga cinco años”.

Para Dorsey, el Gobierno Catarí trata de convertir al fútbol en parte de su identidad nacional, con un enfoque mucho más estratégico que sus vecinos porque no se trata solo de un asunto de reputación, sino parte de su estrategia de seguridad y defensa.

Kristian Ulrichsen, experto en la región del Instituto Baker (EE.UU.), prefiere aguardar. “Es un aumento de la presión sobre Qatar, que se presenta como uno de los países más estables del Medio Oriente. Esta situación tendrá un verdadero impacto si dura de forma indefinida”, nos dice. Habrá que estar atentos a lo que marque el tiempo para ver si finalmente rueda el balón en los estadios cataríes.

(Foto: AP)
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Entrevista:
Javier Martín, corresponsal jefe de la agencia Efe en el norte de África y el Medio Oriente

“Solo una guerra o una invasión le podrían quitar la sede”

- ¿Decir que el Mundial 2022 está en riesgo es una posibilidad o es una exageración?
Creo que es exagerado. Si por alguna razón Qatar debería renunciar o perder la organización del Mundial, no es por una cuestión política sino económica. Me refiero a las dudas que existen sobre cómo fue la adjudicación de la sede, si hubo o no corrupción.

- ¿No cree entonces que esta tensión escale más?
Tendría que pasar algo muy grave como una guerra o una invasión de Qatar para que el torneo no se realice allí. Y no creo que ello ocurra debido a la presión de EE.UU., que está ahora tratando de mediar.

- ¿La cuestión económica también juega a favor de Qatar, a pesar de los indicios de corrupción?
La FIFA ha apostado por Qatar, la ha defendido a capa y espada a pesar de los indicios y señales. Si lo ha hecho en una cuestión que sí supone una causal para quitarle la sede, dudo de que una situación política poco clara tenga ese efecto. Hay mucho dinero invertido, intereses financieros, contratos televisivos en vigor, es un entramado bastante complejo.

- ¿Las denuncias sobre el régimen esclavista en que viven y laboran trabajadores foráneos en la infraestructura del Mundial podrán pesar?
Esos hechos de abusos, efectivamente, se llegaron a comprobar. Pero Qatar ha reaccionado bastante rápido, se han mejorado las condiciones laborales y de seguridad de los obreros, aunque queda mucho para que gocen de derechos como en los países occidentales. Sin embargo, Qatar ha logrado minimizar el impacto de esa situación adversa.

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