Dubai. La ola de indignación global contra el Estado Islámico da mayor urgencia a la necesidad de acabar con la capacidad del grupo extremista de operar desde su base en Siria, impulso que pudiera forzar a una reevaluación de lo que se debe hacer con el presidente Bashar al Asad y centra la atención en sus principales soportes: Rusia e Irán.
El presidente de Siria ha perdido el control de gran parte del país a manos del Estado Islámico y otros grupos armados que se le oponen en la guerra. La mitad de la población ha sido desplazada, muchas áreas están arrasadas y masas de refugiados inundan Europa. Al mismo tiempo, la brutal respuesta militar de Bashar al Asad le ha hecho persona non grata en casi todo el mundo.
Presentándose a sí mismo como la única alternativa viable a un gobierno de yihadíes, Bashar al Asad ha calificado a todos sus enemigos de "terroristas", una designación que, a raíz de recientes ataques del Estado Islámico a civiles, pudiera encontrar mayor resonancia.
Llegar a un acuerdo con Bashar al Asad sería "el menor de dos males", dijo el miércoles el canciller español José Manuel García Margallo.
"Si queremos paz, tenemos que encontrar la forma de entendernos con el presidente de Siria, al menos en el período de transición ... a Roosevelt no le gustaba Stalin, pero tuvo que llegar a un acuerdo con él para poder derrotar a los nazis, que eran el peor de los males", dijo.
El ex jefe de las fuerzas armadas británicas, general David Richards, se hizo eco de esa opinión, diciendo en una entrevista con la BBC que un cese del fuego en Siria pudiera permitir a Bashar al Asad tomar un papel importante en la lucha contra el Estado Islámico.
El hecho sigue siendo, no obstante, que Estados Unidos y sus aliados no quieren que Bashar al Asad se beneficie de los esfuerzos para expulsar al Estado Islámico de los territorios que controla en Siria.
Un "indulto" temporal parece ser lo más posible, lo que prepararía el escenario para lo que algunos observadores dicen pudiera ser un arreglo en el que Bashar al Asad forme parte de un gobierno de transición que tenga un papel en la prioridad de derrotar al Estado Islámico y después deje calladamente el poder.
Rusia e Irán tendrían que jugar un papel importante en la preparación de un acuerdo así, pero ambos tienen fuerte influencia.
Bashar al Asad quizás habría caído ya si no fuera por la ayuda de Hezbolá, la milicia chií libanesa financiada por Irán y cuyos esfuerzos en Siria han sido ayudados en los últimos dos meses por una campaña aérea rusa.
Tanto Irán como Rusia son difíciles de predecir. Hasta ahora, ambos han respaldado la insistencia de Bashar al Asad de seguir en el poder hasta que se acabe su período en el 2021.
Pero hay indicios de que el respaldo ruso pudiera estar debilitándose. Este mes, Moscú dejó claro que no es crucial que el presidente de Siria se quede.
Fuente: AP