Cuando la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, salió la semana pasada a desmentir un rumor de que había estado internada, lo hizo mirando y señalando su propia silueta con una sonrisa.
"¿Ustedes creen que estaba (internada)?", preguntó a los periodistas que la rodeaban.
Luego lanzó un beso al aire con su mano, dio media vuelta y se retiró.
El mensaje fue claro: la presidenta de 67 años se siente bien con su cuerpo, que perdió unos 15 kilos gracias a una dieta estricta indicada por el médico argentino Máximo Ravenna.
Rousseff ha hablado en público sobre su régimen en otras ocasiones, dio consejos a quien quiera seguir sus pasos y fue vista ejercitándose con su nueva bicicleta por Brasilia.
Ella misma ha dicho que esto le permitió mejorar su salud y reducir la cantidad de remedios que toma.
Pero el momento y la frecuencia con que esto ha sucedido llevó a analistas políticos a advertir que el objetivo puede ir más allá del cuidado de la salud de una presidenta que, de hecho, busca reinventarse.
"Esas cosas no ocurren por casualidad", le dijo a BBC Mundo Antonio Lavareda, un brasileño experto en campañas políticas.
- "Haciendo campaña" -
Según medios de comunicación brasileños, Rousseff comenzó su dieta tras ser reelegida en octubre por un estrecho margen de votos y con una agenda desbordada de problemas.
El gobierno impulsa un ajuste fiscal que demanda sacrificios para recuperar el crecimiento económico, en el Congreso enfrenta una rebelión de aliados y en la petrolera estatal Petrobras continúa el megaescándalo de corrupción que salpica al Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff.
La popularidad de la presidenta ha caído a niveles mínimos: 9% de los brasileños aprueban su gestión y 68% la consideran mala o pésima, según una encuesta de CNI/Ibope divulgada recientemente.
Se trata del nivel más alto de rechazo a un gobierno brasileño que Ibope ha registrado desde el retorno de la democracia en 1985.
En las últimas semanas, Rousseff ha salido varias veces a ejercitarse en bicicleta en Brasilia.
En medio de este panorama, Rousseff ha encontrado oportunidades para hablar de su régimen, del cual se enteró por miembros de su gobierno que lo han seguido.
A fines del año pasado informó en un desayuno con periodistas que había iniciado la dieta y en febrero, cuando ya se notaban los resultados, explicó que eso también demandaba cierta disciplina.
"Cerramos un poquito la boca y hacemos también un poco de gimnasia", dijo.
En mayo repitió prácticamente las mismas palabras durante una conferencia de prensa en Río, advirtiendo casi como si hablara del ajuste fiscal que "no hay régimen fácil".
"Estoy haciendo campaña", comentó. "Y creo que las personas mejoran en términos de salud. Yo estoy mejor".
- "Efectos colaterales" -
Rousseff también comenzó en el último mes a ser vista con frecuencia andando en bicicleta por las inmediaciones del Palacio de Alvorada, la residencia presidencial.
Suele hacerlo vestida de ropa y calzado deportivos, con casco y lentes oscuros, acompañada por custodias.
"Exponer la dieta, conversar sobre la dieta, (…) andar reiteradamente en bicicleta, aparecer en fotografías y tal, obvio que es una cosa articulada", sostuvo Lavareda.
"Para una gobernante que enfrenta el volumen y la profundidad de problemas que ella enfrenta, intentar cambiar un poco la agenda con que la abordan los medios es siempre positivo", explicó.
Sin embargo, no todos coinciden.
La presidenta brasileña enfrenta varios problemas que en meses recientes generaron protestas callejeras en su contra.