(Foto: Reuters)
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Redacción EC

El ascenso que en el campo bélico ha registrado Corea del Norte desde 1993 de la mano de Kim Il-sung (considerado fundador de la nación en 1948), su hijo Kim Jong-il a partir de 1994 y del hijo de este último, Kim Jong-un, desde el 2011, ha puesto al país más hermético del mundo en boca de todos, pues luego de décadas de pregonar su odio a Estados Unidos y al capitalismo, ahora cuenta con armas nucleares con las que amenaza con atacar.

Por ahora los anuncios de guerra se han quedado en el campo verbal. Un ámbito al que ya entró el presidente estadounidense, Donald Trump, quien dice lo que siente sin medir las consecuencias de sus palabras, olvidando que lidera al país más poderoso del mundo.

Lo peor de todo es que sin haber relaciones entre los dos países, los pronunciamientos por redes sociales o a través de los medios oficiales se convierten en un diálogo de sordos en el que prima quien exprese más advertencias y/o amenazas.

Expresiones como ‘americanos bastardos’, ‘ríos de fuego’, ‘Trump es un desquiciado’, ‘se va a encontrar con fuego y furia y un poderío que el mundo no ha visto nunca antes’ o ‘el arsenal nuclear estadounidense es ahora más poderoso que nunca’ forman parte de esta peligrosa ‘diplomacia’ de palabras.

Rivales históricos en lo militar, EE.UU. y Rusia han establecido por décadas mecanismos para evitar crisis que terminen fuera de control, desde líneas directas hasta satélites que permiten a estos adversarios nucleares seguir el desarrollo militar del otro.

Pero no existe esta red de seguridad entre Washington y Pyongyang, lo que preocupa a los expertos, pues dicen que un accidente o una mala interpretación por parte de cualquiera de las partes en relación con las acciones del otro podría degenerar en un conflicto a escala real, aunque ninguna de las partes quiera realmente una guerra.

Las tensiones han aumentado notablemente en los últimos días después de que Pyongyang amenazó a Washington con una “severa lección” tras un plan de acción estadounidense y la advertencia del presidente Donald Trump de que cualquier afrenta desde Pyongyang se responderá.

Las declaraciones de Trump llevaron a Corea del Norte a responder diciendo que consideraba planes para un ataque con misiles a la isla estadounidense de Guam, en el Pacífico.

Analistas señalan que hay canales limitados por los que las dos partes puedan tratar de intercambiar propuestas para relajar la tensión por los programas de misiles y armamento nuclear de Corea del Norte. “Tenemos algunos canales de comunicación específicos y analógicos con Corea del Norte, pero no tenemos nada que se haya probado y pueda soportar el estrés de una crisis”, dijo Jon Wolfsthal, asesor del expresidente Barack Obama en el asunto de no proliferación.

Las dos partes mantienen contacto a través de sus misiones ante Naciones Unidas, sus embajadas en Beijing y sus reuniones entre responsables militares en Panmunjom, la zona en la frontera militarizada que divide la península coreana, donde se firmó la tregua de la guerra de Corea entre 1950-1953.

Washington también pasa mensajes a través de la aliada y vecina de Pyongyang, China, o de la embajada de Suecia, que suele ejercer de enlace con Estados Unidos en la capital norcoreana.

Llegó a haber un teléfono rojo entre Seúl (Corea del Sur) y Pyongyang, pero el líder norcoreano Kim Jong-un cortó la línea directa en el 2013 y rechazó restablecerla, dijo Gary Samore, exasesor de la Casa Blanca que ahora trabaja para el 'Belfer Center for Science and International Affairs' de la Universidad de Harvard. Y Trump no ayuda mucho: “No se puede manejar esta crisis con tuits y comunicados públicos”, advirtió Joseph Cirincione, presidente de Ploughshares Fund, un grupo para el control de armas, en referencia al uso de Twitter por parte de Trump para anunciar decisiones políticas.

Fuente: El Tiempo, GDA
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