Muhammad, el nombre más popular para los bebés en Reino Unido
Muhammad, el nombre más popular para los bebés en Reino Unido
Redacción EC

Raisah Labay mece cariñosamente a su bebe, un niño al que llamó Marcial para recordar que huyó de una ciudad devastada por la guerra y que su hijo nació bajo un nuevo régimen de excepción. 

El presidente Rodrigo Duterte decretó en mayo la ley marcial en el tercio meridional del archipiélago filipino, después de que yihadistas afiliados al grupo Estado Islámico (EI) se atrincheraran en la localidad de Marawi.

Los enfrentamientos entre el ejército filipino y los yihadistas continúan en esa ciudad, de la que huyeron casi todos sus 200.000 habitantes, en busca de refugio. Ahora viven en casas de familiares o en abarrotados centros de emergencia donde los bebes duermen en el suelo o en cunas improvisadas.

"Lo he llamado Marcial para que se sepa que nació en tiempos de guerra", explica a la AFP Raisah Labay, de 21 años, sentada en las gradas de un campo de refugiados en una ciudad cercana. "Con la ley marcial, nuestras vidas se derrumbaron. Un día quiero contarle el doloroso trance que viví: tener las contracciones mientras evacuaban a nuestra familia y pensar: 'No, todavía no lo expulses'".

Los combates comenzaron el 23 de mayo cuando cientos de yihadistas ocuparon varios barrios de Marawi, la mayor ciudad musulmana de Filipinas, un país de mayoría católica. Según las autoridades, los hombres armados tenían como objetivo decretar un "califato" islamista en la región.

A pesar de una intensa campaña de bombardeos apoyada por Estados Unidos, muchos combatientes yihadistas siguen atrincherados en la ciudad, protegidos por centenares de civiles a los que utilizan como escudos humanos. Su resistencia y su potencia de fuego han sorprendido a las autoridades.

- Hospitales atestados -


Desde el inicio de los combates, murieron 26 civiles, 59 miembros de las fuerzas de seguridad y 225 yihadistas, según el gobierno.

"Casi todos los días hay gente que muere en los centros de evacuación: niños, ancianos. Enferman pero nuestros hospitales están llenos a causa del gran número de refugiados", explica Mamintal Adiong, gobernador adjunto de la provincia.

En el gimnasio en el que se refugió Labay, hay un solo váter para 220 personas y falta agua potable. Las mujeres no tienen bastante ropa interior ni productos de higiene, lamentan los cooperantes.

En una tarde húmeda, las familias se acurrucan en alfombras tendidas sobre el suelo, separadas únicamente por cartones de las organizaciones humanitarias.

Labay huyó llevándose únicamente a su hijo mayor, de dos años, y pudo llegar a tiempo a un hospital público donde dio a luz a su segundo hijo sin complicaciones.

"No tenemos dinero para los pañales, la leche o la ropa para bebe. La única cosa que puedo darle es mi leche", cuenta.

Roselyne Arat, de 30 años, está embarazada, pero no ha podido conseguir que le hicieran una ecografía. Los médicos solo le han dado vitaminas. Está previsto que dé a luz antes de finales de mes, y ya ha elegido nombre para su bebe: Marcial si es un niño y Marciala si es una niña.

"Al principio era una broma entre mi marido y yo, pero, después, pensamos que era un nombre adaptado", explica a la AFP. "Lo que ocurrió en Marawi es una pesadilla que nadie podría haber imaginado. Pero intentamos ser fuertes porque, aunque hayamos perdido nuestros bienes, estamos todos juntos".

Fuente: AFP

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