La mañana del 19 de abril de 1995 transcurría como un día normal en la guardería del edificio de gobierno Alfred Murrah, sede de gobierno de Oklahoma. Algunos niños lloraban, otros jugaban. Por su parte los empleados cruzaban sus primeros comentarios sobre la jornada laboral que estaba por empezar. Mientras, a pocos metros de allí, un ex combatiente de la Guerra del Golfo estaba por consumar un bárbaro acto criminal sobre su propio país.
La terrible detonación, provocada por un camión cargado con 2.300 kilos de explosivos, partió la estructura del gigantesco edificio en dos, como si un gigantesco cuchillo hubiera caído desde el cielo llevándose abajo toda la fachada. Lunas destrozadas, autos incendiados, parquímetros colgados en árboles; humo y fuego: el panorama era desolador. La onda expansiva se había percibido a 50 kilómetros. De la guardería solamente quedaban escombros y muerte. Fueron 19 niños los que perdieron la vida y 168 personas en total las fallecidas.
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