Karnazes está de visita en el país para participar en una serie de eventos junto a la Embajada de Estados Unidos, entre ellas una carrera este domingo. (Hugo Pérez / El Comercio)
Karnazes está de visita en el país para participar en una serie de eventos junto a la Embajada de Estados Unidos, entre ellas una carrera este domingo. (Hugo Pérez / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Dean Karnazes lleva día y medio en Lima y ya ha corrido más de 10 kilómetros. Solo como entrenamiento. “Me gusta el ambiente que tienen aquí, hay una buena comunidad de corredores”, explica el famoso ultramaratonista estadounidense.

— Usted era un hombre de negocios hasta su cumpleaños número 30.
[Risas] Sí, en Estados Unidos hay una tradición de celebrar ese año con una fiesta. Estaba en un club nocturno. A medianoche decidí que no quería tomar más tequila, en lugar de eso quería ser saludable. Así que salí del bar y comencé a correr. Paré luego de 7 horas, había recorrido unos 50 kilómetros. Casi muero [risas]. Pero esa noche cambió el curso de mi vida. Decidí renunciar a mi trabajo y convertirme en un atleta.

— ¿Cómo definiría su vida hasta ese momento?
Era un hombre de negocios muy exitoso. Tenía muchos títulos, un buen trabajo, un buen carro, pero era miserable, estaba muy triste por dentro. Creía que teniendo cosas en el exterior podía ser feliz, pero estaba muy solo, al menos así me sentía. Hasta entonces sentía que necesitaba un título y dinero, pero cuando lo tuve me di cuenta de que no me hacía feliz. ¿Tiene sentido?

— ¿Cuán difícil fue dejar toda esa vida atrás?
Fue aterrador. Tenía un cheque a fin de mes, un auto que me daba la compañía, muchas comodidades. Dejar eso a un lado fue escalofriante, pero la mejor decisión de mi vida. Vivía preso, era una prisión muy cómoda pero finalmente una prisión.

— Usted nunca se cansa y eso se debe a que produce más ácido láctico que un humano normal.
Creo que en realidad sí me canso, pero no le permito a mi cuerpo parar. Vivo cada aspecto de mi vida como un atleta. Cada cosa que hago es con el objetivo de convertirme en el mejor animal que puedo ser. Todos los días ejercito todo mi cuerpo, cada comida tiene un propósito.

— Por ejemplo, ¿qué come en un día normal?
Anoche comí un pescado, una ensalada y un poco de frutas. No como nada refinado, nada que haya sido hecho en una máquina…

— Espere, pero a veces ordena una pizza en medio de sus carreras.
[Risas] Lo hacía. Ahora ya no mucho, mi dieta cambia con el tiempo, se pule. Sin embargo, y esto es algo que le quiero explicar a quienes se preguntan en estos momentos cómo puedo comer una pizza mientras corro, son carreras de 325 kilómetros en 45 horas, sin detenerse.

— ¿Cómo es su rutina de ejercicios cuando no se prepara para una carrera?
Algo que nunca hago es estar sentado. Toda mi oficina está acondicionada para trabajar de pie, siempre estoy moviendo las piernas, tengo una barra en mi oficina y durante el día hago varias rutinas de entrenamiento HIIT [entrenamiento por intervalos de alta intensidad, por sus siglas en inglés], hago flexiones, sentadillas y burpees constantemente.

— En un punto de su vida decidió encontrar su límite, terminó corriendo por 3 días y 3 noches seguidas…
Correr es bastante simbólico porque sabes cuál es tu límite. Por ejemplo, puedes recorrer 10 o 15 kilómetros antes de que comiencen a dolerte los pies y te salgan heridas. Yo decidí descubrir cuánto podía en realidad. Me pasé 81 horas y recorrí 560 kilómetros. Paré porque comencé a quedarme dormido mientras corría, era como un sonámbulo; en lugar de caminar, corría.

— También corrió 50 maratones en 50 estados durante 50 días consecutivos. ¿Cómo se prepara mentalmente para eso?
Eso fue todo un reto. Nadie lo había logrado antes, muchos decían que era imposible. Tenía que convencerme a mí mismo de que podía hacerlo. Recuerdo que todos los días me levantaba a ver cuántas me faltaban correr. Apenas me podía parar y veía que me faltaban 30 o 40 maratones más. Decidí cambiar todo eso y me enfoqué en el día a día, pensar en la carrera del día. Cincuenta días después lo había logrado.

— ¿‘Imposible’ es una palabra que existe en su vocabulario?
Nuestros límites están en la mente, nos los ponemos nosotros. Probablemente si te decían que alguien es capaz de correr 300 o 400 kilómetros sin parar creerías que era imposible, pero al lograrlo demostré que uno es más capaz de lo que cree.

— Correr por el Polo Sur es otro ejemplo…
Sí, fue bastante peligroso [risas]. Le dije a mi familia que estaría de vuelta en San Francisco en 12 días. Pero en realidad me tomó 30 días porque nos quedamos atascados en la Antártida. Es un lugar bastante peligroso. Ahora, cuando veo hacia atrás, me parece increíble que haya sobrevivido. Estuve atrapado en medio de la nada, a 5 mil kilómetros de cualquier ciudad, a -45°C. Todo lo que había llevado estaba congelado, no podía cepillarme los dientes porque el dentífrico estaba como una piedra. El líder de la expedición dijo que era muy peligroso como para seguir, pero yo había invertido un mes de mi vida y no pensaba volver con las manos vacías.

— ¿Qué le queda por hacer?
Me gustaría correr una maratón en cada país del mundo en un año. Hay 203 países reconocidos por la ONU, yo correré en cada uno de ellos. Ya he corrido por 50. La razón es que las maratones unen a la gente, hay muchas cosas que nos dividen ahora, pero correr construye relaciones y amistades, es como un nuevo lenguaje.

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