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Washington. Son las 8:30 de la noche en Washington DC y los noticieros locales pronostican qué temas se tratarán en el debate presidencial más esperado de los últimos años en Estados Unidos, como la prensa local se ha esforzado por denominar al primer encuentro entre Donald Trump y Hillary Clinton con miras a las elecciones del 8 de noviembre.
En la calle I, entre la 16 y 17, se encuentra el Blackfinn Ameripub, un clásico restaurante bar estadounidense donde se han reunido más de 80 personas para ver el debate. Hay 10 monitores y 3 ecrans instalados en las paredes. Solo uno de ellos transmite el partido de béisbol entre Washington y Arizona. Los demás sintonizan CNN.
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Las personas gritan, celebran y abuchean las respuestas de los candidatos como si se tratara de un evento deportivo. Las respuestas más contundentes de Hillary Clinton llegan acompañadas de aplausos. Los argumentos de Trump por lo general son abucheados.
“Primero paga tus impuestos, luego habla de cuánto invertirías en el país”, le grita una mujer de 27 años al monitor que tiene frente a ella mientras el candidato republicano intenta explicar por qué aún no ha hecho pública su declaración de impuestos.
El ambiente se extiende por la hora y media que dura el debate. Clinton parece haberlo ganado, al menos en el Blackfinn.
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“Fue lo mismo de siempre, ya sabes, Trump hablando generalidades y Hillary intentando detallar las políticas que ha diseñado”, me comenta un trabajador del departamento de bomberos que prefiere no dar su nombre. “No digo que no sea un tipo preparado, solo tienen estrategias muy diferentes y definitivamente Hillary tuvo un mejor planteamiento”.
“Lo que me preocupa es la poca diplomacia de Trump, a pesar de sus ideas o políticas debería tener un gran sentido de diplomacia”, me explica preocupado el hombre de 32 años.
La gente comienza a retirarse del local como si abandonara un estadio de fútbol. Comentan, ríen y algunos parecen bastante molestos.
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“Yo creo que el moderador [Lester Holt] estuvo demasiado fuerte con Trump. No soy partidario de él, pero hay asuntos que no tocó sobre Clinton; por ejemplo, los correos”, comenta Ben, un investigador federal de 30 años, mientras pide una cerveza.
“Soy un trabajador federal y créeme que si me hubiera pasado algo como lo de Clinton estaría siendo procesado o incluso en prisión”, añade refiriéndose al uso de un servidor privado para sus asuntos oficiales cuando ella era secretaria de Estado.
Sobre las finanzas de Trump no parece estar muy preocupado. “Es un empresario. No me importa mucho sus cuentas, es irrelevante, el tipo ha escrito dos libros sobre eso, creo que sabe lo que hace. Si algo me preocupa sobre Trump es su visión sobre los temas nucleares y la guerra, sobre todo sobre la guerra”, añade.
