Dos psicólogos contratados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para desarrollar técnicas de interrogatorio "reforzadas" carecían de la experiencia requerida, según un nuevo informe.
Los psicólogos no tenían experiencia en la lucha contra el terrorismo, pero recibieron más de US$80 millones por sus servicios.
La CIA también permitió que fueran estos dos hombres los que evaluaran la efectividad de su propio programa de interrogatorios.
Las revelaciones aparecen en el nuevo informe del Senado sobre los "brutales" interrogatorios a sospechosos de al-Qaeda en los años posteriores a los ataques del 11 de septiembre.
Los sospechosos fueron interrogados con métodos como el waterboarding (ahogamiento simulado), bofetadas, humillaciones, exposición al frío extremo y privación del sueño.
Estos procedimientos fueron desarrollados, gestionados y evaluados por dos contratistas psicólogos que habían trabajado en la escuela del programa Supervivencia, Evasión, Resistencia y Escape de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
Los dos psicólogos sirvieron de enlace entre la CIA y los servicios de inteligencia extranjeros.
Pero el informe dice que "ninguno de los dos psicólogos tenía experiencia dirigiendo interrogatorios, ni tampoco conocimiento específico sobre al-Qaeda, experiencia en la lucha contra el terrorismo, o conocimientos culturales o lingüísticos relevantes".
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A pesar de ello, ambos hombres participaron personalmente en los interrogatorios de algunos de los detenidos "más importantes" de la CIA.
También fueron los encargados de determinar si el estado psicológico de un detenido permitía seguir utilizando las técnicas reforzadas de interrogatorio, dice el informe.
Los dos hombres también sirvieron de enlace entre la CIA y los servicios de inteligencia extranjeros, y la agencia les permitió evaluar la efectividad de su propio trabajo, un trabajo que los demócratas del comité de inteligencia del Senado consideraron brutal e ineficaz.
EL PAPEL DEL FBI
Aunque en el informe aparecen con los pseudónimos de Dr. Grayson Swigert y Dr. Hammon Dunbar, los medios estadounidenses los han identificado como los militares retirados Jim Mitchell y Bruce Jessen.
Mitchell se unió a la Fuerza Aérea en 1974 y se especializó en desactivar bombas antes de doctorarse en psicología centrándose en temas de dieta, ejercicio e hipertensión, según "The New York Times".
Jessen, mientras tanto, se doctoró en "formación familiar" y se convirtió luego en psicólogo de la Escuela de Supervivencia de la Fuerza Aérea, donde se encargaba de evaluar a los profesores que se hacían pasar por interrogadores del enemigo.
Ambos hombres, que se dijo eran tenientes coroneles, se convirtieron en expertos del departamento de Defensa en resistencia a interrogatorios del enemigo, aunque otros psicólogos manifestaron su escepticismo e incluso su preocupación sobre los métodos que utilizaban, añade "The New York Times".
Tras los ataques del 11 de setiembre, el informe del Senado dice que Mitchell propuso utilizar un concepto llamado "indefensión aprendida" en los interrogatorios a sospechosos de pertenecer a Al Qaeda, para asegurarse de que se obtenían los objetivos esperados.
En aquel momento, los interrogadores experimentados mantenían que esta estrategia desmoralizaría a los prisioneros hasta tal punto que acabarían diciendo lo que el interrogador quería.
En el 2002, ambos hombres recibieron el encargo de evaluar un manual interceptado a Al Qaeda con el que se entrenaba a terroristas en resistencia a interrogatorios.
Como respuesta, los hombres propusieron introducir técnicas brutales, incluida la privación del sueño y el ahogamiento simulado, en los procedimientos estadounidenses.
Cuando Estados Unidos capturó a Abu Zubaydah, un objetivo muy importante, dos agentes del FBI utilizaron métodos convencionales para interrogarle en instalaciones de la CIA en Tailandia.
Luego la CIA, bajo el consejo de Mitchell, desnudó al sospechoso y le hizo soportar música a todo volumen para evitar que pudiera dormir.
Se informa que en las semanas siguientes, Mitchell tomó control de los interrogatorios e interrogó directamente al sospechoso.
Jessen se unió posteriormente, y el prisionero fue sometido al waterboarding, o ahogamiento simulado, 83 veces antes de que se determinase que no tenía más información que ofrecer.
Según el informe del Senado, un cable que se dijo fue elaborado por ambos hombres indicó que el interrogatorio de Zubaydah había sido un éxito.
Este "debe ser utilizado como modelo para futuros interrogatorios de prisioneros muy valiosos" -escribieron- no porque produjera información útil, sino porque confirmó que el sospechoso no poseía la información de inteligencia que la CIA creía que éste retenía.
Mientras, los agentes del FBI que participaron en los interrogatorios manifestaron sus objeciones a la estrategia. Un agente especial informó a la sede de la CIA que ambos psicólogos habían adquirido una "enorme influencia".
El FBI también sostuvo que toda la información útil del sospechoso había sido obtenida en los interrogatorios llevados a cabo por ellos.
NUEVA EMPRESA
Los métodos de los psicólogos se utilizaron al menos dos decenas de veces más, incluido el interrogatorio del 2003 a Khalid Sheikh Mohammed.
Según el informe del Senado, los dos hombres evaluaron al sospechoso, que fue sometido a ahogamientos simulados más de 100 veces, y su única recomendación fue que deberían interrogarle cada mes, cobrando cuatro veces más que los otros interrogadores.
Esto causó preocupación en el gobierno por un posible conflicto de intereses, según el informe.
Esto "se vio de la forma más evidente en un contexto en el que los mismos individuos aplicaban una técnica (de interrogatorios reforzados) que solo ellos habían aprobado utilizar y juzgado tanto su efectividad como la resistencia de los detenidos, e implícitamente propusieron un uso continuado de la técnica, con un sueldo que alcanzó, según informaciones, los US$1.800 al día".
En el 2005, los psicólogos crearon Mitchell Jessen y Asociados, con oficinas en el estado de Washington y Virginia.
Para el 2007, la empresa ya contaban con casi 60 empleados y estaba ganando millones por contratos de la CIA después de que la agencia subcontrataba casi todas sus operaciones de interrogatorios.
Pero en el 2009, Leon Panneta, entonces director de la CIA en la administración de Barack Obama, desmanteló las cárceles secretas, prometió que los contratistas no volverían a dirigir los interrogatorios y terminó con esa relación.
Para entonces, Jessen y Mitchell ya habían recibido casi la mitad del pago de su contrato con la CIA, de US$180 millones.
Esto ocurrió después de que la CIA ya había aceptado pagar un contrato de indemnización de US$5 millones que cubría, entre otras cosas, procesamientos criminales.
En el 2007, Mitchell Jessen y Asociados contrató a un despacho de abogados y facturó más de US$1 millón a la CIA en gastos legales hasta el 2012.
Según el actual contrato de la empresa con la CIA, la agencia está obligada a pagar gastos legales hasta el 2021.