El cementerio viejo de Alepo se llenó hace un año. El nuevo se llenó la semana pasada. Ahora, en este enclave sitiado, los muertos son dejados en la calle, enterrados en los fondos de las casas o abandonados en las desbordadas morgues.
Las autoridades sanitarias delimitaron una nueva parcela para enterrar a los muertos, pero dicen que resulta imposible ponerse a cavar tumbas mientras las tropas del gobierno castigan la región oriental de la ciudad. "No hay más lugar", dice Mohammed Abu Jaafar, jefe de la autoridad forense local. Su oficina está tan sobrepasada que el personal que debe registrar a los fallecidos le ha rogado que no reciba más cadáveres. "Aunque estuviésemos dispuestos a hacer entierros masivos, ni siquiera tenemos las excavadoras que harían falta", dice el funcionario.
En este enclave rebelde a punto del colapso, la dignidad en la muerte se perdió.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), los bombardeos de las últimas dos semanas de las fuerzas del gobierno han dejado un saldo de más de 310 víctimas civiles, incluidos 42 chicos, y hasta 220 combatientes opositores.
El coordinador de ayuda de emergencia de las Naciones Unidas, Stephen O'Brien, solicitó el miércoles tener acceso al este de Alepo, donde viven unas 275.000 personas, "antes de que se convierta en un gigantesco cementerio".
De alguna manera, eso ya ocurrió: los cuerpos se descomponen en las veredas, las ambulancias y los vehículos de rescate no pueden acercarse, ya sea porque son blanco de las balas o porque se quedan sin combustible, y a medida que las tropas del gobierno se acercan, ya no hay un solo frente de batalla, sino varios, todos igualmente peligrosos para acercarse.
Los vecinos de un barrio del Sur cercano a la zona de avanzada del gobierno recién advirtieron que había un cuerpo en una cuneta cuando vieron a un gato comiendo el cadáver.
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"Llegó una mujer a la morgue a reportar el hallazgo, pero todavía no sabemos a quién pertenece el cuerpo -dice Abu Jaafar, conteniendo el aliento-. Juro por Dios que lloré, y eso que soy de los que están acostumbrados a ver de todo."
"Todo herido es un mártir en potencia", dice Zakaria Amino, subdirectora del Consejo Local de Alepo oriental.
Una enfermera dice que algunos heridos murieron esperando atención médica y a causa de la escasez de sangre para transfusiones. El banco de sangre de la ciudad fue destruido. Para colmo, dice la enfermera, tras ser operados algunos no sobrevivieron al frío del incipiente invierno.
Cuando las fuerzas del gobierno y sus aliados tomaron el norte de la ciudad, más de 30.000 personas huyeron hacia las zonas controladas por el gobierno y los kurdos. Otros miles huyeron hacia los barrios del Sur, aún en posesión de los rebeldes, ya escasos de provisiones y atestados de gente.
En los últimos días, al menos 50 personas murieron mientras huían, bajo el fuego del ejército. Las imágenes de sus cuerpos entre los escombros junto a sus bolsos cargados son un cruel recordatorio de la naturaleza de este conflicto que ya lleva seis años.
"Hay tantos heridos por todas partes que camino con miedo de pisarlos", dice Abu Jaafar. Y las clínicas improvisadas no solo están desbordadas y sin personal, sino que además tampoco saben dónde enterrar a los muertos.
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Jaafar teme que el apilamiento de los cadáveres termine exponiendo la locación secreta de esas clínicas. "Hay informantes y colaboradores del régimen en todos lados."
En los últimos cuatro años, más de 20.000 habitantes de la provincia de Alepo perdieron la vida, más del 80% de ellos en zonas controladas por los rebeldes, según el OSDH, con sede en Gran Bretaña.
Desde el sábado pasado, en la morgue hay 20 cuerpos sin identificar, víctimas de los bombardeos. Y hay otros 70 que tampoco han sido identificados, de los bombardeos que precedieron a la avanzada terrestre.
Jaafar posteó la foto de una chica de 5 años encontrada entre los escombros hace dos días. Se cree que sus padres están muertos, y la niña ha perdido una pierna. Ahora está al cuidado de las enfermeras en una de las clínicas subterráneas.
Todos los cuerpos pertenecerían a civiles. Los combatientes entierran a sus muertos por su lado.
Abu Jaafar dice que ahora que se ha perdido hasta el respeto por los muertos, sobrevivir en Alepo puede convertirse en una pesadilla todavía peor.
Fuente: La Nación, GDA
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