Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña. (Foto: AFP)
Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña. (Foto: AFP)
Redacción EC

El gobierno español se dispone a tomar el control de la autonomía de , pero la tarea se anuncia difícil y podría chocar con la desobediencia de miles de funcionarios y simpatizantes de la causa independentista.

Entre esas medidas, amparadas por el artículo 155 de la Constitución y aprobadas este viernes por el Senado, como era preceptivo, está la destitución en bloque del gobierno independentista catalán y la puesta bajo control del ejecutivo central de toda la administración catalana.

Entrarán en vigor en cuanto se publiquen en el Boletín Oficial del Estado. Pero tal y como advirtió esta semana el catalán Josep Borrell, ex ministro y ex presidente del Parlamento Europeo, "no basta con publicar las cosas en el BOE, luego hay que llevarlas a la práctica, y eso va a ser muy complicado".

— ¿Qué pasará con el gobierno catalán? —

El Gobierno español pidió al Senado el cese de la totalidad del gobierno regional catalán, que tiene como presidente a Carles Puigdemont y como vicepresidente a Oriol Junqueras.

Sus funciones quedarán en manos de "los órganos o autoridades que cree a tal efecto o designe el gobierno de la nación". Rajoy dijo el pasado sábado que "en principio", la idea es que los ministerios de su gobierno asuman dichas funciones el tiempo que dure "esta situación excepcional".

Igualmente, se pide que Rajoy tenga potestad para disolver el Parlamento catalán y convocar elecciones "en el plazo máximo de seis meses desde la aprobación por el Senado". Actualmente, dicha competencia le corresponde a Puigdemont como presidente de la Generalitat.

Más allá del gobierno catalán, el ejecutivo de Rajoy pide poder proceder a nombramientos, ceses y sustituciones temporales en todos los organismos y entidades dependientes de la Generalitat.

— Un Estado poco presente —

En la actualidad, sólo un 9% de los funcionarios de Cataluña, es decir unas 26.000 personas, corresponden a la administración del Estado central.

Según el diario El País, el Estado dispone allí de 842 jueces y de apenas 5.900 miembros de las fuerzas del orden, frente a los 16.000 efectivos de la policía regional, los Mossos d'Esquadra.

Esto explica que el gobierno central tuviera que enviar de refuerzo a unos 10.000 guardias civiles y policías nacionales, muchos de ellos alojados en barcos frente a los puertos de Barcelona y Tarragona.

— Las cuentas, punto a favor de Rajoy —

Uno de los aspectos a favor del Estado central es que ya tiene el control de las cuentas de la Generalitat.

Desde septiembre, sus finanzas están bajo tutela del gobierno central, y a finales de este mes ya no podrá pagar directamente a sus funcionarios ni a sus acreedores.

La administración fiscal sigue además en manos del Estado central.

— Huelgas, boicot y actos de desobediencia —

En esta región de 7,5 millones de habitantes, la presión callejera de los simpatizantes del independentismo es habitual.

El colectivo "En peu de pau" (En pie de paz, en catalán), ha difundido una serie de consignas en las que detalla toda una "estrategia no violenta de liberación": lanzar campañas de no-cooperación, a través de huelgas y boicots, o de desobediencia civil, que asuman el hecho de incurrir en ilegalidades.

En Cataluña trabajan un total de 304.000 funcionarios, de los cuales 167.000 dependen del órgano regional de gobierno, la Generalitat, y 84.000 de los ayuntamientos. Desde su posición, muchos de ellos podrían mostrarse reticentes a cumplir las directrices llegadas desde Madrid.

"No reconoceremos que se vulnere el autogobierno de las instituciones catalanas (...) Nosotros como sindicato no vamos a reconocer la legimitidad de estas autoridades" designadas por Madrid, dijo a AFP Marc Casanova, portavoz del sindicato IAC, mayoritario entre los funcionarios de la Generalitat.

La vicepresidenta del gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, advirtió en ese sentido que podría haber "remociones respecto de aquellos cargos que abiertamente sigan sin cumplir con la Constitución".

Un sector espinoso es el de la educación, donde se practica una política de inmersión lingüística, en función de la cual casi todas las horas lectivas son en catalán.

Ramón Font, portavoz del sindicato Ustec, mayoritario entre docentes de primaria y secundaria, dice que desde su organización no se dan consignas, pero él personalmente no va a ceder.

"Si me hacen dar en castellano una clase de historia, no lo voy a hacer", dijo.

La resistencia podría venir igualmente de los bomberos. "Si cortan (los manifestantes) una carretera y nos piden desbloquearla, puede que no respondamos", explicó uno de ellos a AFP bajo anonimato.

Fuente: AFP
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