Con la pandemia de coronavirus el mundo se ha visto obligado a utilizar diferentes artículos de protección. Entre ellos, las que destacan, sin dudas, son las mascarillas. Y entre ellas la más recomendable -pese a que existen ciertas voces que aún se niegan a reconocer los beneficios en su uso- son las N95. La demanda ha sido tal que su creador, Peter Tsai, se vio obligado a salir del retiro para contribuir en la lucha contra el coronavirus.
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Nacido hace 68 años en una familia de la ciudad de Taichung, en Taiwán, Tsai tuvo que dividir su niñez entre conseguir aportes económicos para su hogar y asistir a la escuela municipal de Cingshuei. Tras ello, asistió al Instuto Tecnológico de la provincia de Taipei para estudiar ingeniería de fibra química, carrera de la que se graduó en 1975, en plena Edad Dorada para la industria textil taiwanesa.
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Luego de trabajar para el Centro de Investigación y Pruebas de China, ahora conocido como el Instituto de Investigación Textil de Taiwán, Tsai emigró a Estados Unidos para estudiar en la Universidad Estatal de Kansas. En paralelo se convirtió en profesor asistente del Departamento de Matemáticas en la misma institución.
“Se inscribió en cursos en todas las áreas: ingeniería eléctrica, ingeniería mecánica, ingeniería química y física. A pesar de que la ciencia de los materiales era su enfoque, estudió lo que le interesaba. Otros estudiantes de doctorado solo necesitaban 90 créditos para graduarse, él se inscribió en 500”, destaca la revista taiwanesa CommonWealth (CW).
Luego, fue contratado como supervisor de investigaciones en la Universidad de Tennessee, donde estudió los procesos de producción y dio inicio a una carrera de 35 años dedicados a analizar diferentes tipos de materiales provenientes de fibras.
“No pensé demasiado en mi deseo por aprender en ese momento. Simplemente tenía ganas de seguir haciéndolo”, dijo alguna vez. Por esa época, además, la mascarilla N95 comenzaba a cobrar las característica que hoy conocemos, pero dentro de su mente.
En 1992 lideró al equipo que desarrolló la tecnología de carga electrostática, utilizada para filtrar partículas no deseadas y que se tradujo en la nueva versión de la mascarilla N95 -ya existía una versión previa, pero sin estas características- que patentó en 1995.
“El proceso de soplado por fusión (necesario para elaborar las N95) puede convertir las fibras en telas no tejidas con poros increíblemente finos. Las hebras de fibra tienen un diámetro de solo uno a dos micrómetros, es decir, una centésima parte del grosor del cabello humano”, resalta CW.
En total, la brillante mente de Tsai lo ha llevado a registrar 12 patentes y realizar consultorías para 170 compañías a lo largo de su carrera, la misma a la que le puso fin el año pasado. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, el inventor se vio obligado a abandonar su retiro en Knoxville, Tennessee, y volver a la acción.
“Comencé a trabajar casi 20 horas al día”, señaló en una entrevista brindada a The Washington Post hace unos días. En ese tiempo, Tsai atiende a llamadas de todo el mundo para encontrar diferentes soluciones al problema de la sobredemanda de mascarillas.
Lo han llamado de N95DECON para consultarle cómo desinfectarlas. También lo hicieron del Oak Ridge National Lab para preguntarle cómo aumentar la producción. Y así, laboratorios, grupos de trabajo y especialistas de todo el mundo buscan contactarlo para tener acceso a sus consejos, los mismos que brinda sin cobrar nada a cambio.
“No sabía que esto pasaría, llegó de repente, así que no tengo tiempo de sentir algo. Simplemente me siento obligado a ayudar a las industrias y de dar información acerca de cómo esterilizar las máscaras”, dijo Tsai en un video publicado por la agencia de noticias Reuters.
Su deseo de ayudar llegó a tal punto, según contó en la entrevista con el Post, que ha instalado un laboratorio en su casa para experimentar con las mascarillas. Las hirvió, las puso en vapor, las dejó al sol, entre otros intentos, para finalmente descubrir que calentándolas durante una hora a 70 grados Celsius lograba desinfectarlas si que disminuyan sus capacidades de filtración.
Por otro lado, para solucionar el problema del laboratorio de Oak Ridge convirtió la instalación de procesamiento de fibra de carbono en una de tela de filtración, permitiendo que el centro alcance una producción de 9 mil mascarillas por hora.
“A él lo inspira el querer ayudar, el hacer una diferencia y el resolver un problema. Y estamos muy orgullosos de él y su trabajo”, dijo a Reuters Jenny Terpenny, la decana de la facultad de Ingeniería de la Universidad de Tennessee.
Al respecto, y sobre el posible beneficio económico que podría representar esto para el inventor, Tsai dijo alguna vez que “si pudiera elegir, preferiría salvar 100 millones de vidas que ganar 100 millones de dólares”.
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