(Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
(Foto: Rolly Reyna / El Comercio)
Ricardo León

Por: Ricardo León (texto) y Rolly Reyna (fotos)

Caracas. Días atrás, el presidente encargado de , , concedió una entrevista a la edición mexicana de la revista “GQ”, en la que habló sobre las amenazas que se ciernen sobre él: "El régimen saliva con detenerme", dijo a los entrevistadores; ese reportaje se publicó el lunes 29 de abril. El día anterior, domingo, se esperaba la llegada de Guaidó a la ciudad de Barquisimeto, a unos 350 kilómetros de Caracas, como parte de un recorrido por el país para convocar a las marchas de protesta del 1 de mayo, Día de los Trabajadores.

Pero nunca llegó, y nadie supo explicar bien por qué. Aquel día, en Caracas, colaboradores suyos dijeron a El Comercio que, según la versión oficial, en la ruta “hubo obstáculos” que ponían en peligro su llegada a Barquisimeto. No quedó claro si habían intentado atentar contra él en el camino, o si su entorno más íntimo había sido amenazado en la capital. Durante el lunes, estos colaboradores coordinaban acciones en un chat grupal, pero sin saber dónde estaba ni qué hacía su líder. 






Ellos también se sorprendieron la madrugada del martes cuando, después de varias horas en inquietante silencio, apareció Guaidó en un sector de la base militar La Carlota, en el este de Caracas, junto a , que minutos antes había sido liberado, pese a que cumplía arresto domiciliario. Ese primer momento de la llamada Operación Libertad convenció a miles de ciudadanos confiados en que esta vez sí habría cambios políticos en Venezuela: ver por primera vez juntos a Guaidó y López, dentro de instalaciones militares y rodeados de agentes disidentes unidos a su causa, parecía una señal clara.

“El momento es ahora”, dijo Guaidó en un video difundido en redes sociales, y que por la diferencia horaria fue primero visto en países de Europa, y luego difundido en el mundo entero; en Caracas, la noticia se convirtió rápidamente en cacerolazos y el ruido de bocinas de autos, y luego en movilizaciones hacia La Carlota.

Quizá en esas cuatro palabras se concentra el análisis sobre lo que falló en este intento suyo. Al menos dos fuentes cercanas al presidente encargado –que prefieren el anonimato– dijeron a este Diario que la medida fue tomada porque a Guaidó lo alertaron sobre una muy probable detención en su contra. Como él dijo, “el régimen saliva”. De otro modo, no se entiende que haya apostado por una jugada tan arriesgada, es decir, no queda claro si el momento era el adecuado.

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—Cadena de actos fallidos—

Ya se ha informado sobre lo que ocurrió en el resto de la jornada de aquel martes 30 y durante las manifestaciones y protestas, duramente reprimidas, del 1 de mayo. Pero detrás del humo de las bombas lacrimógenas y del ruido de las balas en esas 48 horas de inquietante violencia, hubo algunas situaciones que, primero desapercibidas, tomaron luego una importancia significativa.

Uno de los pocos periódicos que aún mantienen su versión impresa en Venezuela es “Correo del Orinoco”, que es básicamente un órgano de difusión del chavismo (en los créditos del diario aparece Hugo Chávez como su fundador). En la portada de la edición del 2 de mayo, el titular principal era “Presidente Maduro convoca al Poder Popular a una jornada de diálogo para la rectificación”. En las páginas interiores explicaba –en un lenguaje abiertamente panfletario– lo que Maduro dijo durante su discurso del 1 de mayo ante sus seguidores: que se recogerán propuestas para corregir errores y mejorar algunos aspectos. Aunque sin llegar a ser un mea culpa, es llamativo que haya hecho esta convocatoria al día siguiente de un fallido alzamiento militar.

También resulta significativo que, desde la noche del martes 30 hasta la mañana del jueves 2, Maduro y sus mandos militares hayan aparecido varias veces en televisión, siempre juntos, como insistiendo en la idea de que forman un solo bloque. Esto, luego de que John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, dijera en la mañana del martes 30 –mientras Guaidó, López y unos pocos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) esperaban en vano que se unieran más agentes del orden a sus filas– que algunos altos funcionarios de Maduro, entre ellos el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, habían conversado con Washington para organizar una salida transicional de Maduro del poder.

“Pretenden comprarnos, como si fuéramos mercenarios”, dijo Padrino, micrófono en mano, durante un discurso en el Fuerte Tiuna, la base militar más importante de Venezuela, luego de una marcha encabezada por Maduro en la que miles de soldados le juraron lealtad.

El 1 de mayo continuaron los enfrentamientos entre manifestantes y agentes del orden. Hasta ahora se han reportado cuatro muertes.
El 1 de mayo continuaron los enfrentamientos entre manifestantes y agentes del orden. Hasta ahora se han reportado cuatro muertes.

“Ellos quieren pagarnos como si uno no tuviese dignidad”, continuó Padrino. En las imágenes de video se ve cómo Maduro gira rápidamente la cabeza y lo mira, leyendo rápidamente el lapsus: el ministro de alguna manera involuntaria reconocía que había un interés foráneo en captarlo.

En medio de ese panorama, late la preocupación por las posibles represalias contra uniformados. “Es muy frecuente que un detenido sea aislado y después se acuse a la fuerza pública de torturas. Nos preocupa que el conflicto escale en esa negación de derechos”, indica Marcos Gómez, director de la oficina de Amnistía Internacional en Venezuela.

Tan solo ayer, la fiscalía venezolana solicitó 18 órdenes de captura contra civiles y militares “complotados” en la sublevación encabezada por Guaidó, un escenario que el director de la ONG Justicia Venezolana, Yonathan Mustiola, cree que se repetirá.

Desde ambas trincheras, aquellos actos fallidos, el de Guaidó (“El momento es ahora”) y el de Padrino (“Pretenden comprarnos”), resumen perfectamente lo que ha vivido Venezuela esta semana de levantamientos y caídas, de orgullos y mea culpas, de anuncios y de una vuelta a la ‘normalidad’.

Esa misma mañana del 2 de mayo, el diario “El Universal”, acaso el único medio de línea crítica que subsiste en un país con la libertad de expresión en ruinas, incluía en sus páginas una caricatura del dibujante conocido como Don Refrán: es un hombre sobre un campo llano, mirando a la nada, junto a una frase: “Por mucho desorden que haya, hay un orden que se está cumpliendo”. Quizá en clave de humor sí se entienda.

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