"Álvaro Paz de la Barra no preside ningún país, pero cree que La Molina lo es", comenta Pedro Ortiz Bisso.  (Foto: Archivo).
"Álvaro Paz de la Barra no preside ningún país, pero cree que La Molina lo es", comenta Pedro Ortiz Bisso. (Foto: Archivo).
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > MARCO RAMON
Pedro Ortiz Bisso

Cuando el señor Álvaro Paz de la Barra era un bebe, en Lima y el Callao no se podía circular después de la 1 a.m. Empezaba 1986 y el azote del terrorismo hizo que el entonces presidente Alan García decretara el toque de queda. Para poder circular después de esa hora era necesario gestionar un salvoconducto. Si ocurría una emergencia, y se carecía del papelito, era obligatorio portar una bandera blanca. Y rezar por no encontrarse con un soldado de gatillo ligero.

Treinta y cuatro años después, Paz de la Barra no preside ningún país, pero cree que La Molina lo es. Y aunque es solo su alcalde, tiene pretensiones de reyezuelo. Ayer, en medio de la situación más dramática que haya vivido el Perú en los últimos años, dio una suerte de mensaje a la nación para anunciar el “cierre de las fronteras distritales” y establecer, entre varias medidas, que para circular en territorio molinense se debía portar un "permiso de movilidad distrital”.

Los constitucionalistas se han encargado de desbaratar la legalidad de la medida del señor Paz de la Barra. Lo que cuesta entender es cómo en plena crisis sanitaria, con el país sumido en el desconcierto y el miedo por una pandemia que ha puesto el mundo de cabeza, una autoridad política puede tener tan poca empatía para conseguir un poco de atención.

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